Capítulo 10

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Namwon, Corea del sur.

Casa de la familia Im.

PovJeongyeon.

11:56 pm.

El aire que corría era frío, demasiado, incluso para mi gusto. Esto no era lo que evitaba que yo pudiese dormir; muy a pesar de que mañana tenía que estar de pié a primera hora, yo seguía aquí, sentada sobre el sillón. Lo que me tenía en este estado de insomnio e inquietud, era otra situación, una un tanto ajena a mi. Esta vez no eran mis problemas los que estaban acabando con mis horas de sueño, no era culpa o tristeza, ahora, se trataba de preocupación. Estaba preocupada por ella y por más que quería, no podía evitarlo.

Ya era tarde y aún a pesar de la hora Im Nayeon no había vuelto a casa.

Mil escenarios donde algo malo le sucedía, estaban taladrando mi mente, ¿Que podía hacer?. Tenía la idea latente de salir a buscarla, pero sería imposible llegar a un lado ya que no conozco mucho de este lugar y probablemente terminaría perdiendome, a demás, no se que lugares frecuenta.
Estoy a cargo de ella ya que ni mi primo, ni mis tíos están en casa, solo ella y yo. Si algo le sucede es responsabilidad mía.

Me sentía aún más inquieta ya que sabía, estaba con un muchacho.
Un chico mucho mayor y a solas, no quiero imaginarme nada, ni juzgar mal a Nayeon.
Un sentimiento que no puedo explicar, me invadió. ¿Por que me importaría si ella hace algo o no? Es su vida y no tengo que meterme. No tiene que importarme.

Pero por alguna extraña razón me importa. Tal vez solo sea el hecho de que aún es una niña, ella aún no debería estar haciendo eso. ¿Por que estoy asumiendo que ella esta en esa situación?

Me levanté del cómodo sillón, el cual se, es el favorito de Nayeon.
Me acerqué a la ventana que se encontraba en la sala principal, justo como hace unas horas cuando escuché llegar a la pelinegra en aquélla motocicleta. Había perdido la cuenta de cuántas veces me había asomado para ver si ella ya estaba aquí.

No podía negar que el cansancio era bastante. Me gustaba mucho el trabajo, el convivir con el par de japonesas que aunque muy diferentes a mi, me agradaron al instante. A pesar de todo eso, no podía mentir, era agotador.

Me recoste nuevamente sobre el sillón, viendo directamente hacia el techo de un leve tono blanquecino. Mi cerebro tenía la facilidad de perderse en pensamientos de todo tipo, desconectarse de la realidad en la que vivía.
Mi mente había sido un gran escape cuando nada más lo fue.
Así que por milésima vez, decidí usarla, y despejarme de la preocupación.

Revisé en mi mochila que llevaba al trabajo y tomé un libro, el cual no había podido terminar por falta de tiempo.
Me quedé mirando la portada de este, como si pudiese ver mas haya que sus paginas. No pude evitarlo y sonreí amargamente, recordando como es que empecé mi amor por la lectura.

Rapidamente mis recuerdos se remontaron a 2014, un año que fue el comienzo de todo. Donde últimamente y por curiosidad, leía, donde me di cuenta que leer es increíble. Lo gracioso es que eso no lo diría mi yo del pasado, mi yo de 16 años que veía la vida con alegría, la que, aunque confundida; se había resignado a guardar en secreto sus demonios, sus miedos, esos secretos que carcomían mi alma desde muy joven.

Lo que no sabía era lo que pasaría después, comencé a leer, buscando entre cada libro la cura, andando entre lectura y lectura, como si fuese una ventana para poder respirar, un mundo alterno donde nada ocurría. Nada de lo que en ese momento fue mi realidad.

Así que sabía, la lectura era la cura a muchos de mis males, sabía que esta me había ayudado en peores momentos y estaba segura me ayudaría ahora con esta latente preocupación por la más pequeña de los Im.

El color de tus ojos- 2yeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora