Capítulo 29: Sorpresa.

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Había pasado un año desde la propuesta de matrimonio por parte de Kentin para Alexy. Estaba de más decir que el doncel aceptó casi estallando de alegría y mientras el anillo le fue colocado, no ocultó para nada su radiante sonrisa. Aún en contra de su hermano.

Luego de eso, el chico militar habló seriamente con los padres de los gemelos, Arnaud fue quién más puso trabas al asunto pero después de ver el entusiasmo de su hijo y de su nieto, al enterarse que sus padres se casarían. Aunque claro, parte del crédito de lo ganaban las caricias de su mujer. Así fue, cómo el señor Jones accedió a "darle la mano" de su preciado hijo. Tras conseguir el consentimiento de los Jones, Kentin no tardó en comunicárselo a sus padres. Manon no podía sentirse más orgullosa de su hijo (ya que por fin parecía actuar con responsabilidad) y por su parte, Giles cumplía lo que le había mencionado: estar de acuerdo con sus decisiones. Sólo que padre e hijo, como integrantes de las fuerzas armadas, tenían algo que cumplir antes de que la unión civil se llevase a cabo. Ambos tenían que atender una misión.

Alexy no pudo evitar sentirse triste por ello y más que fuese por el hecho de que Kentin estaría lejos de nuevo. Era la preocupación de que algo grave le ocurriese al castaño durante su estancia en el extranjero. Sin embargo, el chico logró calmarlo, diciéndole que estaría bien y que por lo mientras aprovechara para poner todo su empeño en el último año de su carrera porque una vez que se graduara, se casarían.

El teñido no muy convencido, aceptó y ambos quedaron de acuerdo de mantener el contacto vía móvil o sino por cartas.

El tiempo siguió su curso, hasta que Morgan cumplió siete años, Alexy egresó de la universidad y trabajaba junto a Rosalya y Leigh.

Afortunadamente, para Alexy organizar su propia boda no le fue tan complicado pues contaba con la ayuda tanto de su futura suegra como el de su madre quienes simplemente le daban a escoger las mejores opciones para él. Además de que el mayor trabajo de Alex era el de hacer la tan popularmente conocida "lista de invitados", obviamente Rosalya y Sucrette estaban dentro de esa lista junto con algunas personas que ellas quisieran invitar... ¡y que más daba si venían desconocidos! al fin de cuentas la familia O'connor costearía todo.

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Un mes antes de la fecha establecida, Victoria era la encargada de juntar los ingredientes con los que se prepararían los guisos que otorgarían a los invitados. La primera opción de la mujer había sido conseguir las cosas en el supermercado pero, ahí saldría demasiado caro. Así que como buena madre, aprovechó que su hijo el soltero, fuese a hacer los encargos durante su día de descanso. A pesar de que el muchacho se opuso a salir al nuevo Bazar  que recién había abierto sus puertas, Victoria no le dejó otra opción.

Para suerte de Armin, no le fue muy difícil convencer a Nathaniel de que lo acompañase una tarde.

—Bien... Ya sólo falta la verdura... —mencionó el pelinegro al revisar todo lo que había tachado de la lista.

No era por parecer señora pero debía admitir que en ese lugar lleno de diferentes puestos era más barato que en un supermercado. Además Nathaniel también le era de ayuda pues él ya tenía experiencia en los precios y las porciones de los insumos, dado a que él era quien cocinaba en su mayoría.

Pero si algo había que no le gustaba a Armin respecto en dónde se encontraba, era que el lugar era bastante concurrido y además de tener que recorrer un largo camino para pasar por todo el bazar.

Un tanto aburrido y fastidiado, Armin señaló un local cualquiera, el más cercano. Ambos se acercaron y Nath fue el primero en echar un vistazo a la calidad de los vegetales.

—Pues... Parecen buenos —dijo agarrando un jitomate —de hecho se ven muy buenos, deberías preguntar.

—Esta bien... ¡Disculpe! —llamó al ver la figura de un hombre al fondo del local.

Cómo era de suponer, este le obedeció. Conforme el vendedor se acercaba los rostros del rubio y su amigo cambiaron mostrando un gran asombro. Y es que a pesar de los años, ese peculiar par de ojos heterocromáticos y el cabellos teñido entre plata y negro, hacían demasiado fácil reconocer a ese hombre que les igualaba la edad.

—¿Lysandro?... —inquirieron ambos al unísono sin poder creer lo que sus ojos veían.

—¿Nath?¿Armin?—preguntó frunciendo el entrecejo. El rubio asintió en seguida — ¡Vaya! No pensaba encontrarme con ustedes tan pronto y en verdad no  han cambiando mucho —comentó sonriendo — en especial tú Nath... Sigues llevando casi el mismo tipo de ropa.

—Y tú ya no vas con el mismo estilo victoriano de antes.— repuso el rubio observando el conjunto que el albino traía puesto. Y no era para más, ahora Lysandro ocupaba un estilo más rural, una camisa, un fit babero junto con una botas  era su atuendo de ese momento.

—Creí que ya no volverías a la ciudad —comentó Armin una vez que procesó todo.

—Eso creía antes yo también, pero últimamente lo he extrañado que por eso busqué una manera de tener motivos para venir aquí y que al mismo tiempo beneficiase la granja.

El rubio y el pelinegro se miraron uno al otro, con un ligero torcimiento en los labios pues de cierta forma el plan de Lysandro era bueno, si su negocio crecía no solo podría ofrecer sus productos en un bazar, podría hasta llegar a hacerlo en algún restaurante etc. Solo que eso si, sonaba una vida más ocupada.

Como era natural, al ser buenos conocidos casi amigos que no se veían desde hace mucho tiempo, la charla no se hizo esperar. El peliplateado se enteró de varias cosas que  sucedieron con algunos compañeros del instituto y por ende se enteró del compromiso de Kentin y Alexy. Después de eso, Armin hizo su encargo quedando de acuerdo que para un determinado día, mandaría los víveres con alguien.

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—¡Oye ¿Por qué hiciste eso?!

—¿Qué cosa?

—Golpearme las costillas con tu codo.

—Ah.. eso.. —suspiró mientras sonreía — es que ya te estabas tardando en invitarlo a la boda.

—Por Alexy no creo que haya problema, a fin de cuentas le simpatizaba Lysandro, pero aun se veía raro.

Luego de unos minutos, ambos amigos iban de regreso a la casa del pelinegro con algunas bolsas en sus manos y obviamente no podían dejar de comentar lo ocurrido hace rato.

—¿Sabes que es lo raro?— inquirió llamando la atención del otro — que no dejabas de verlo...

Una mirada de confusión y burla se asomó en el rostro de Armin. ¿Qué con eso?

—¡Pues obvio que lo veía porque lo conozco, Nath! Además, no es mi culpa que le hable con confianza, pues siempre que Castiel te veía se iba contigo y a mi me dejaban con todo el paquete. —bufó.

—Aunque casi ni le hacías caso — continuó el rubio soltando una carcajada al recordar a un friki concentrado en su partida y a un chico más alto solo observando lo que este hacía. —Además... también te insistí por Castiel... sé que se alegrará al verlo pero quiero mantenerlo como un secreto hasta que él mismo lo vea.




El bebé de AlexyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora