𝐕

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ADVERTENCIA:
Este capítulo contiene temas sensibles.

–¡Deja de correr! –exclamó el menor– ¡te voy a alcanzar, ya verás!

Dimas cogió una rama del arbol y la aventó contra el menor, por suerte Lev había logrado esquivarla, siguió corriendo detrás de él, hasta que al fin lo atrapó, ¡había ganado! Casi nunca pasaba, el pequeño estaba más que emocionado.

–¡Es injusto! Me tropecé con una estúpida piedra.

Lev sacó la lengua en señal de burla.

–Ni modo –se encogió de hombros– he ganado.

–Chicos, adentro –interrumpió su madre–, Joseph vendrá dentro de pronto.

Joseph.

Odiaba a Joseph... aquel estúpido hombre que un día de la nada se había aparecido en la puerta de su casa, aquel hombre que besaba a su mamá y la hacía feliz. Ella no merecía ser feliz.

Su madre al fin había encontrado a alguien con quien salir, su nueva pareja. Dimas lo odiaba tanto, con su dentadura perfecta y su cabello bien peinado, siempre que llegaba a su casa impregnaba el lugar con aquella colonia que tanto molestaba las narices de Dimas, olía horrible, tan fuerte que lo hacía querer vomitar, pero su madre parecía estar encantada con él. Se besaban en sus narices y a veces, los escuchaba tener sexo. ¡Que incómodo era todo!, su vida se había vuelto tan oscura desde que Joseph era parte de ella y como si eso no fuera lo peor, dentro de poco tendría un nuevo hermano.

La madre de Dimas tenía cinco meses de embarazo, estaba esperando un pequeño bebé de su nueva pareja. Al igual que Dimas, la idea no le fascinaba, no quería tener más hijos, no quería otro monstruo en su casa, pero esta vez, según su médico, era una niña. Una hermosa niña venía en camino. El único problema era Dimas y cómo se tomaría la noticia cuando supiera que realmente no estaba esperando un hermano, sino una hermana.

Los días se habían convertido en una rutina sin fin; levantarse, desayunar, escuchar las irritantes voces de su madre y su nuevo novio, bañarse y después, salir a jugar con Lev. El hecho de que su madre ahora estuviese ocupada manteniendo al horrendo de su novio, le daba la gran oportunidad de poder encerrarse en su habitación junto a Lev sin ser regañado.

***

Esa mañana Lev se había levantado más tarde de lo normal. Un movimiento brusco encima de él hizo que sus ojos se abrieran de golpe, asustado.

–¡HOY ES TU CUMPLEAÑOS! –exclamó el pequeño Dimas– he preparado algo especial para esta tarde.

–Didi –sonrió– ¿puedes decirme qué es?

El niño negó.

–Es sorpresa, vamos te he preparado el desayuno –se levantó y salió corriendo, desapareciendo detrás de la puerta.

A duras penas y con los parpados pesados y aun hinchados el pequeño se levantó de la cama, lavó su carita, se cepilló los dientes y arregló su cabello. Estaba cumpliendo once años, muy pronto entraría en la adolescencia, podría ir al colegio, conocer más personas y enamorarse. Sí, él quería enamorarse. Bajó las escaleras dando pequeños saltitos hasta que se encontró con un Dimas demasiado alegre, lo tomó de la mano haciendo que esta le doliera, pero no dijo nada, nunca lo hacía y se dejó arrastrar por toda la casa hasta el patio trasero. Fuera, había una pequeña mesa llena de pequeñas cajitas envueltas en papel de regalo y un pastel de chocolate con dos velitas en él.

INSANIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora