Su pequeño corazoncito latía a mil por hora y no precisamente por el hecho de que Lev lo hubiese asustado. Aquel lugar lucía demasiado similar al sótano del cual llevaba recién un par de días de haber escapado. Tal vez fuera la plena oscuridad o el olor a moho que inundaba el aire, pero el lugar entero le hacía querer vomitar. Su pequeño pecho se contraía encerrando sus pulmones con fuerza haciendo que respirar resultase doloroso y agotador. Se vio a sí mismo sudando, demasiado, las perlas de sudor en su frente comenzaban a humedecer las puntas de sus cabellos y podía sentir cada gota de sudor escurrir por la punta de sus dedos.
–¿Crees que nos encerrarán aquí tambien? –susurró.
–Hmn, es muy poco probable.
–Poco probable... –repitió–. No veo un carajo Lev, vámonos de aquí.
–¡Espera! –silencio, y un par de segundos después, luz–. ¡Tarááán! Encontré el interruptor hace rato cuando subí, solo quería asustarte –sonrió–. Eres mucho más vulnerable aquí ¿sabes?, te asustas por todo... es lindo ver esa parte de ti.
–¡Oye! –exclamó, y corrió en su dirección.
La madera bajo sus pies retumbaba con cada paso que daban, el polvo hacía olas que se mezclaban con el aire pesado del lugar formando un extraño y solitario eco que resultaba más que intrigante para el pequeño Lev. Pero antes de que pudiese decir todas y cada una de sus observaciones en voz alta, el delgado cuerpo de su amigo cayó sobre él, aplastandolo por completo, dejando sus pulmones sin aire. Su cabeza chocó contra el suelo y dejó escapar un pequeño grito. Todo gracias a sus agujetas desatadas.
Y en aquel pequeño instante en que sus cuerpos chocaron, sus labios también lo hicieron.
–Pe-perdón. Y-yo no...
–Esta bien –finalizó–. Te perdono –Dimas separó sus labios para decir algo más, entonces Lev volvió a interrumpirle diciendo–: solo si lo haces de nuevo.
Dimas ladeo la cabeza como un cachorro curioso.
–¿Qué cosa? –Dimas se relamió los labios, principalmente porque estaba nervioso y no sabía que hacer, ¿debía obedecer su petición? se lo pensó por más tiempo del necesario y cuando Lev lo tomó por el cuello para acercarlo más a él, pensó qué realmente no podía haber nada de malo en darle un inocente piquito a su mejor amigo.
Sí, aquello no era un beso, estaba demasiado lejos de serlo, pero cuando sus labios tocaron de nuevo los de aquel chico debajo de él, sintió cada pequeña parte de su cuerpo tensarse. Los delicados dedos de Lev se dedicaban a jugar con las puntas de sus cabellos mientras sus labios hacían un vergonzoso intento por encajar con los contrarios.
Lev sabía a dulce de menta y caramelos. Aquellos rojos con blanco que tanto le encantaban, sus labios eran suaves y tan blandos que temía llegar a lastimarlo si presionaba demasiado fuerte. Entonces, en el momento exacto en el que se separaron para tomar aire, el ruido de un par de par de pisadas demasiado cerca de ellos, los hizo separarse de sopetón.
–Parece que alguien encontró el ático –dijo una voz femenina desde la planta baja–. Salgan de ahí ya o los regañarán.
Cuando los dos estuvieron listos para irse a dormir, Lev se atrevió a hacer una petición un tanto atrevida y cuando Dimas asintió como respuesta, se limitó a sonreír y hacerse a un lado para darle lugar en la cama a su amigo.
–¿Crees que tu papá se enoje?
–¿Por qué habría de hacerlo?
–Porque estamos durmiendo juntos... Mamá nunca nos lo permitió –Dimas frunció las cejas.
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INSANIA
General FictionDimas es inestable, malvado, perverso, odia todo a su alrededor, ama lo que provoque dolor, sufrimiento y angustia. Dimas quiere morir, pero Dimas tan solo tiene once años. Lev odia los garbanzos, la espinaca y el calor, pero ama a Dimas. ●BL sugere...
