Dimas hubiese preferido quedarse dormido por el resto de su vida o no volver a comer su chocolate preferido nunca jamás a tener que escuchar la buena noticia que su tía les había dicho aquella mañana.
Lev iniciará la secundaria en menos de tres días. Aquellas fueron las palabras de la mujer.
–¡Pero Lev puede tomar clases desde casa! –había objetado.
–Hmn, ha estado tomando clases en casa desde que era mucho más pequeño, me parece que es correcto si comienza a relacionarse con otros niños ¿no crees? –de repente la voz de su tía ya no le gustaba, ese tono meloso le resultaba ridículo, burlesco.
–¡No! –gritó. La mujer se puso frente a él, agachándose para quedar a su altura.
–Tú también tienes que iniciar la secundaria, quizá en un par de meses y podrás ir en el mismo aula que Lev –sonrió–, todavía hay un par de cosas por arreglar, así que será Lev quien vaya primero.
–No es justo.
Wendy sonrió.
–Lo sé, nada en la vida es justo, pequeño.
¡Pero qué rabia le había dado toda la situación! Y ahora estaba ahí, frente a la puerta de su casa, viendo a su amigo colocarse la mochila al hombro para subirse al bus que lo llevaría a su nueva escuela, donde probablemente haría muchos amigos y terminaría olvidándose de él.
–"Eso no va a pasaaaaar" –había dicho Lev mientras se colocaba el uniforme aquella mañana. Y sus palabras permanecieron en su mente durante todo el día, como si repetirse lo mismo una y mil veces más haría que tuviera más credibilidad.
Para la tarde, Lev estaba de nuevo en casa, con una enorme sonrisa en el rostro. Lo miró salir corriendo en dirección al patio en busca de su tía, donde su risa y la de la mujer se volvieron una, revolviéndole el estómago. Ugh, lo detestaba tanto. Se sentó en el escalón más bajo de la escalera, esperando por Lev, pero este nunca llegó. Todavía estaba lo suficientemente entretenido contándole a su tía lo bien que le había ido en el colegio como para acordarse de su diminuta existencia.
–No eres el único que sufre –dijo una voz chillona a su espalda. Miró sobre su hombro para encontrarse con aquella niña a quien tanto se parecía. Verla de cerca le resultaba un tanto desconcertante–. Mi mamá ha estado todo el día con tu amigo que se le olvidó que veríamos Horton y la particula hoy –sonrió, como si acabase de decir lo más gracioso del mundo–. ¿Quieres verla conmigo?
–No, aléjate de mí –espetó y mientras se levantaba del suelo para subir las escaleras, le dio un pequeño empujón a la pequeña, haciendo que perdiera el equilibrio y cayera por los pocos escalones restantes.
–¡Oye niño estúpido! –gritó–. ¡Qué sea una chica no significa que sea más débil que tú o que tengas el derecho de golpearme! –se levantó del suelo sacudiendo su pequeño vestido azul y tomó a Dimas por los cabellos. Esta vez, ambos rodaron por las escaleras.
–¡Suéltame! –pero era más que obvio que aquella niña no iba a soltarlo nunca, a no ser que terminase arrancandole el cabello. Le dio un pequeño golpe en el pecho que sonó más fuerte de lo que hubiese querido y la pequeña quedó inmóvil por un par de segundos, intentando recuperar la respiración y justo en el momento que Dimas creyó haber ganado, La niña se levantó y arremetió contra su rostro, arañándole los ojos y parte de las mejillas.
–¡Livy! –la mujer la tomó por los hombros levantandola del suelo–. ¡Dios mío, niña!
–¡Didi! –gritó Lev del otro lado de la sala, corriendo en su dirección.
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INSANIA
Художественная прозаDimas es inestable, malvado, perverso, odia todo a su alrededor, ama lo que provoque dolor, sufrimiento y angustia. Dimas quiere morir, pero Dimas tan solo tiene once años. Lev odia los garbanzos, la espinaca y el calor, pero ama a Dimas. ●BL sugere...
