La puerta metálica de la entrada conectaba con un largo pasillo que daba a la entrada principal de la casa. A su izquierda, la fría pared de piedra iba rozando contra su brazo, causándole escalofríos o quizá, simplemente fuera miedo. Del otro lado del pasillo se extendía un jardín con una fuente rodeada de arbustos florales. Aun con las luces encendidas era realmente difícil distinguir si la fuente estaba o no funcionando, miró las paredes, la marquesina, cada rincón de la casa que sus ojos pudiesen abarcar, pero era tarde y estaba demasiado oscuro como distinguir una cosa de la otra.
–Es muy bonito –susurró Lev detrás suyo. No estaba seguro si el comentario era para él o había sido un simple pensamiento en voz alta.
Se sentía extraño, no podía ver nada, aquello le frustraba demasiado, tanto que quería salir corriendo. Levantó la vista para intentar perderse en las estrellas y el aire fresco que golpeaba su cara. Y entonces lo vio. En una de las ventanas del segundo piso, había una niña, su silueta se reflejaba perfectamente por la luz que salía disparada de aquella habitación.
¿Eres tú? niña fantasma, pensó.
Con el cabello largo y la cara pálida, pero el haberla descubierto no fue lo que lo había dejado helado, sino el extraño y escalofriante parecido que tenía con ella. Y de la nada, desapareció. La luz se apagó y no pudo ver nada más que oscuridad a través de aquel rectángulo con rejas metálicas. Se percató que todas las ventanas y puertas estaban protegidas, hasta el último rincón. Aquel lugar parecía una cárcel, tragó en seco, preguntándose si aquello sería malo. Si el lugar donde caminaba era tan seguro como Maia había proclamado o acaso estaría entrando otra vez a las fauces del lobo.
El tintineo de las llaves lo devolvió al mundo, la mujer que iba delante de ellos sin decir una palabra, se detuvo ante una escalinata con grandes peldaños de madera oscura y agrietada. Movió la perilla de la puerta y esta se abrió con un sonido arrastrado.
–Adelante –dijo la extraña.
Tenía miedo, demasiado, mentiría si dijera que dar un paso era pan comido, sus piernas no respondían, nada de él se movía. Dio un pequeño paso adentro del lugar, después otro y otro. El frío lo inundó de repente, sumado con el nerviosismo que le hizo castañear los dientes. Estaban en un pasillo, adornado por barrotes de madera donde al otro lado podía divisarse el resto de la casa.
–Quítense los zapatos primero, a tu tía no le gusta que ensucien los pasillos -
–sonrió.
Yo no tengo tías, ni siquiera tengo una madre.
Cruzó el umbral, tomado de la mano de Lev. Estaba en lo que supuso sería la sala de estar, un lugar enorme adornado con jarrones de cerámica japonesa y paredes forradas de papel tapiz. Los muebles estaban desperdigados por todo el lugar y aún así, parecia que estaban acomodados en puntos cruciales, dejando grandes espacios entré cada uno. Lucía moderno y reluciente. Las luces blancas por todo el lugar lo estaban mareando, no quería estar ahí, se sentía fuera de lugar, sentía que había viajado al pasado a un lugar totalmente desconocido donde la etiqueta y los modales te definían y no podías hacer nada, porque estabas atrapado.
Escuchó una puerta abrirse en algún lugar de la casa. Provenía del segundo piso. Sin intenciones de ser descubierto levanto la vista hacia su derecha, donde se encontraba una escalera blanca y ancha. Vio a un hombre joven, demasiado concentrado en bajar los escalones como para prestarle atención, pero no era el único, una mujer venía detras de él, tomando la mano de una niña, la misma que había visto momentos antes.
–Dimas –dijo el hombre, como si lo conociera de toda la vida, con una sonrisa de oreja a oreja que no le cabía en el rostro, se detuvo delante de él, viéndolo de pies a cabeza, admirando al espécimen más raro que alguna vez había visto–, sé que no me recuerdas, pero soy tu papá. Ella es Wendy, tu tía y la pequeña de allá atrás -dijo señalando a la niña que se escondía detrás de las piernas de la mujer–, es tu pequeña prima.
ESTÁS LEYENDO
INSANIA
Художественная прозаDimas es inestable, malvado, perverso, odia todo a su alrededor, ama lo que provoque dolor, sufrimiento y angustia. Dimas quiere morir, pero Dimas tan solo tiene once años. Lev odia los garbanzos, la espinaca y el calor, pero ama a Dimas. ●BL sugere...
