–¡Didi! –gritó Lev abriendo la puerta–, ¿qué tal? Estos días no hemos hablado mucho, mamá ha estado cariñosa –bajó la mirada, si bien aquello no era malo (para él), Dimas seguía encerrado en aquella casa–. Lo siento por no poder estar mucho, ¿jugamos?
Dimas asintió mostrando una mueca lo más parecido a una sonrisa, debido a la negligencia emocional por parte de su madre, sonreír por “cortesía” era algo que tuvo que aprender hasta conocer a Lev. Realmente no le importaba, se podía vivir sin sonreír, claro estaba. En este mundo se podía vivir sin muchas cosas.
Dimas miraba a Lev sacar algunos de sus juguetes del baúl, como un guardián protegiendo al principe. Bueno, eso es lo que Lev le había dicho que jugarían hasta que un alarido terriblemente fúnebre los hizo brincar a ambos. La voz de su madre se escuchaba lejana, débil.
Fue Dimas quien había abierto la puerta del baño para encontrarse con una escena un tanto fascinante ante sus ojos, la mujer tirada en el suelo, sostenía su barriga, lloraba, lloraba mucho y entre sus piernas desnudas la sangre corría como un manantial.
–¡Llama a una ambulancia! –fue lo único que dijo mientras continuaba llorando.
Joseph fue el primero en llegar, seguido del sonido de la ambulancia y esas luces rojas y azules que lastimaban sus ojos aún siendo de día. seis meses de embarazo tenía su madre cuando la pequeña que llevaba dentro decidió salir. Demasiado prematuro, demasiado pequeño, demasiado frágil, demasiado mortal.
"El bebé está por nacer", eran las palabras que había escuchado de la boca de aquel hombre. El horripilante bebé que su madre tenía dentro de su vientre estaba por venir al mundo. Y a pesar de que aun no había nacido, ya lo odiaba.
Maia y Lev eran su única compañía mientras su madre estaba en el hospital. Se enteró que le habían hecho una cesárea para que su hermanito pudiera nacer, aquel engendro era tan imbecil que ni siquiera pudo encontrar la salida por sí solo, maldito retrasado. Lo bueno era que habían abierto el vientre a su madre. Se imaginó cómo sería estar allí, sacando sus vísceras en lugar de aquel bebé, extrayendo sus intestinos y cortándolos hasta hacerlos pequeños trocitos de carne. Pero en su lugar, sólo había un bebé ¡y era niña! La situación no podía ser peor.
A las dos semanas de que su madre habia ingresado al hospital, volvió a casa, ¡y sin la bebé! Aparentemente ella se quedaría mas tiempo allí.
–¿Puedo ir a verla? –preguntó Lev.
Dimas sintió celos. Celos de que aquella niña pudiese ocupar su lugar y no iba a permitir que nadie arrebatara a Lev de su lado, era un estorbo. Toda la atención de Lev debía estar sobre él, pero ahora éste estaría sonriéndole a alguien más.
–No –el pequeño Dimas tomó a Lev por la muñeca.
–Dimas –intervino su madre, con los ojos llenos de odio.
–Si vas te mataré.
–¡Dimas! Deja de decir estupideces.
–¡Odio a esa niña! –el pequeño salió corriendo escaleras arriba, seguido de Lev quien ahora se había negado a ir a ver a la bebé.
El pequeño tocó y tocó a la puerta del mayor durante demasiado tiempo.
–Didi... no fue mi intención hacerte sentir mal –las lágrimas corrían por sus mejillas– ¿tienes miedo de ser reemplazado? –la puerta se abrió y Dimas lo miró desde el umbral, con los mismos ojos vacíos de siempre.
–No quiero que la mires, no quiero que estés cerca de ella, tampoco que estén en la misma habitación.
Lev asintió.
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INSANIA
General FictionDimas es inestable, malvado, perverso, odia todo a su alrededor, ama lo que provoque dolor, sufrimiento y angustia. Dimas quiere morir, pero Dimas tan solo tiene once años. Lev odia los garbanzos, la espinaca y el calor, pero ama a Dimas. ●BL sugere...