Miró al techo, haciéndose la misma pregunta por milésima vez en la noche, limpiando sus lágrimas con el dorso de su mano mientras hacía un intento inconmensurable por no golpearse la cabeza, de nuevo. Dimas había actuado de lo más extraño en días anteriores y él se permitió cederle el beneficio de la duda.
¡¡Era el niño más estúpido de todo el planeta tierra!!
Se permitió llorar un rato más con la esperanza de que eso pudiese drenar el sentimiento de culpabilidad pero cuando pasó más de una hora y continuaba sintiéndose exactamente igual, supo que llorar no serviría de nada. Porque esta vez, Dimas no estaría esperándolo en el sótano, no estaba justo debajo de él o en el ático, sobre su cabeza. Dimas no estaba en ningún lado. Había escapado, había desaparecido y nadie, ni siquiera su padre, sabía en que parte de la ciudad se encontraba.
Aún cuando lo habían estado buscando durante dos semanas seguidas, como el presunto culpable del homicidio de aquella psiquiatra, las aguas se habían calmado tan rápido, ahora solo era un niño desaparecido, uno de entre miles de niños más alrededor del mundo.
Pero en las aguas de su océano, nada estaba bien. De hecho, todo iba bastante mal. Terrible. Horrendo. Y como si aquello fuera poco, tenía que soportar el bullying por parte de sus compañeros. De alguna manera nunca había reparado en lo mal que su rostro lucía con aquellas cicatrices, porque Dimas nunca se lo dijo.
"Te ves hermoso", era lo que solía responder siempre que le preguntaba. Pero era mentira, aquellos niños malvados se lo habían hecho saber de la peor manera. Y ahora, no había un solo día donde se mirase al espejo preguntándose por qué debía ser tan horrible y feo y en esos pequeños momentos, podía jurar cómo veía a Dimas parado detrás de él, con esa pequeña y traviesa sonrisa suya, diciéndole lo mismo una y otra vez.
Eres hermoso.
Quería escuchar esas palabras, quería escuchar su voz una vez más, pero no siempre puedes obtener lo que quieres y aquello era un gran ejemplo.
La niña de cabellos oscuros y suaves como seda, apareció en su camino, agarrando un peluche de jirafa con una de sus manos y lo miró, como si nunca antes lo hubiese visto en aquella casa.
–Veamos algo en la tele –soltó. Lev asintió de malas ganas, la pequeña pareció no darle importancia.
–No me gusta Peppa –cambió de canal–, tampoco me gusta esa, hmn, esa tampoco, tampoco...
–¡Qué te gusta entonces! –se miraron. La pequeña niña se echó a reír, seguida de una risita dubitativa por parte de su nuevo amigo. No era tan horrible como aquel otro, este le agradaba muchísimo más.
–Te pareces a él. No solo físicamente, sus personalidades son parecidas.
–Un golpe dolería menos –se mordió el labio esperando ver aunque fuese un pequeño gesto en la cara del contrario pero cuando aquella respuesta nunca apareció, no le quedó opción más que seguir hablando–. Estoy segura que está bien. Dimas es más inteligente que nosotros dos juntos, apuesto que es más inteligente que todos en esta casa. Él volverá.
–Hmn.
–Tal vez solo esta asustado. Cuando Plumas huyó no regresó hasta que estuvo seguro que podía volver.
–Plumas –repitió.
–Era mi guacamayo.
–Le pusiste Plumas a un ave.
–Era un guacamayo, ¡pero el punto no es ese! Una noche hubo una tormenta eléctrica y él le tenía demasiado miedo a los rayos, rompió su jaula y escapó pero no lo hizo porque quería, solo estaba muy asustado, debió actuar por impulso. Apareció dos semanas después, cuando las lluvias cesaron, tuve mucho miedo de no volver a verlo, pero él siempre estuvo bien, solo buscó un lugar dónde sentirse más seguro. Dimas debe ser igual –sonrió–. Solo tiene miedo, volverá cuando deje de llover.
–Dimas no le tiene miedo a nada.
–Bueno ¿y tú como sabes? Todos en algun momento tenemos miedo.
–¿Alguna vez saliste a buscarlo?
La pequeña asintió.
–...El caso sigue abierto, las autoridades y detectives tienen puntos de vista demasiados opuestos al parecer...
–Era dificil intentar pensar como un guacamayo, pero sí encontraba plumas suyas, sabía que andaba por ahí, tal vez me estaba viendo desde algun árbol pero tenía miedo de bajar a mis brazos –la niña miró al suelo, columpiando sus pies que a penas rozaban el suelo–, quisieras salir a buscarlo ¿cierto?
Lev asintió.
–...concuerdo contigo John, debe ser muy difícil...
–Pero buscar un guacamayo no es lo mismo que buscar a una persona.
–Lo sé.
–Te ayudaré, seré tu secuaz y tú el detective –dijo, haciendo un saludo militar–, será divertido, verás que sí. No le diremos a nadie, sera una mision extraoficial –rio.
–...las autoridades alegan que se trata de un padre y su pequeña hija quienes fueron encontrados muertos esta mañana en su respectiva casa...
–¿Qué es eso?
–El canal de noticias, tal vez sea lo unico que te guste –ambos rodaron los ojos y dirigieron su vista al televisor.
–...la bebé tenía tan solo ocho meses de edad. Los médicos han dicho que murió por envenenamiento, mientras que el padre ingirió ácido, mismo que terminó destruyendo sus organos, llevándolo a la muerte...
–¿Qué le pasaba a ese tipo? –inquirió la pequeña.
–Shhh.
–Wow, no sabía que tanto te gustaran las noticias.
–...por otra parte aunque todo parece indicar que se trató de un suicidio, existe la posibilidad de que fuese un asesinato a sangre fría. Cabe mencionar que la esposa y madre de la bebé no fue encontrada. También es importante recordar que se trata de la misma familia que hace un mes perdió todo en un trágico incendio que acabó con su casa por completo y la pérdida de sus dos hijos mayores...
–Qué feo –alegó la pequeña.
–Sí, que feo... –se levantó del sofá en dirección a la cocina, sin quitarle los ojos de encima al televisor. Esa familia, esa desgracia, esa era su vida. Sus manos comenzarón a temblar, un tiriteo inestable que hizo que el vaso que sostenía cayera al suelo haciéndose pedazos.
–¡Lev! –gritó Wendy entrando a la cocina. Pero había sido demasiado tarde. Lo que sus ojos vieron era algo de pesadillas.
Lev se puso sobre los pequeños trozos de cristal, estos crujían al ser aplastados, rompiéndose en partes mas pequeñas que se enterraban en la piel del menor. Se dio media vuelva para encontrarse con aquella mujer ahora pálida, su piel de un tono casi amarillento, como si estuviese muerta. Sonrió. Y comenzó a caminar sobre los trozos de cristal, primero con sigilo, después con astucia, tomó dos vasos más de la alacena y los tiró al suelo, haciendo de la cocina, un campo minado. Caminó, corrió e incluso saltó sobre aquel cristal de filosas esquinas, dejando que atravesaran su piel, brotando pequeñas gotas de sagre que se convertían en una laguna con cada salto que daba.
Era tan divertido. El dolor era lo más emocionante que le había pasado en toda su vida. Rio a carcajadas. Hasta que tropezó y cayó sobre las palmas de su manos, solo así pudo volver a la realidad, escuchando la voz de Wendy y ahora también la del padre de su amigo.
–Levy... –dijo Wendy al borde las lágrimas.
El hombre un tanto fornido aplastó el vidrio bajo sus pies con sus enormes zapatos y acunó a Lev en sus brazos. Había dejado de reír, ahora pequeñas lágrimas corrían por sus mejillas, pero aquella mirada seguía presente, esos ojos oscuros y sin brillo alguno se habían apoderado de él.
–Le diremos a Katherine que te ayude con esos cortes ¿de acuerdo? –asintió. Había vuelto a la realidad, ahora el cristal roto cubierto en sangre sobre el suelo de la cocina le atemorizaba y dolía demasiado. Aquello no era propio de él, pero sí de... su querido Dimas.
–Lo extraño mucho –musitó, esperando que nadie más pudiese oírlo.
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INSANIA
Художественная прозаDimas es inestable, malvado, perverso, odia todo a su alrededor, ama lo que provoque dolor, sufrimiento y angustia. Dimas quiere morir, pero Dimas tan solo tiene once años. Lev odia los garbanzos, la espinaca y el calor, pero ama a Dimas. ●BL sugere...
