𝐗𝐗

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–¿Debería estar nervioso? –dijo, apretando los dedos de su amigo sentado a menos de un metro de distancia.

–Realmente no, solo te harán preguntas y tú vas a responderlas.

–¿Y si no quiero?

–Hmn, se lo dices, estoy seguro que te hará otra pregunta –sonrió.

–Es injusto que no puedas entrar conmigo.

–Estaré esperándote justo aquí.

–Dimas Wells –una cantarina voz apareció de la nada, rompiendo el silencio. El nombrado, un tanto nervioso y agitado, meneó la cabeza en todas las direcciones, intentando encontrar el origen de aquella vocesilla. La mujer del otro lado de la vitrina sonrió– ¿Dimas? Por aquí.

Dio un gran salto de su asiento y soltó la mano de su amigo sin mirar atrás.

–Hola –dijo la misma mujer de hacía unos segundos–. Me llamo Claire, siéntete en toda la libertad de tomar asiento, aquí –señaló a una pequeña silla de madera pegada a la pared– o aquí –dijo, apuntando con el dedo indice esta vez a un diván de tonos cafés–. Tu papá me contó un poco sobre ti pero ¿qué te parece si eres tú quien me cuenta como va todo? –el pequeño se quedó estático un par de segundos, examinando el lugar.

Un enorme par de percianas se interponían entre él y la brillante luz del sol que intentaba en vano colarse por la ventana. Al fondo del lugar había otra puerta, rodeada de macetas y flores. Demasiado color, demasiada vida.

–Todo va bien –caminó hasta la pequeña silla pegada a la pared. Miró el escritorio rectangular, de granito oscuro y dos gruesas pero cortas columnas que lo sostenían. Se imaginó como sería golpear a alguien contra aquella mesa, si su cabeza estallaría o sería el granito quien lo hiciera.

–¿Te gusta la mesa? –Dimas asintió–. Quizá pueda regalarte una algún día. Pero dime, ¿ese niño de allá afuera es tu amigo?

–Sí.

–Tengo entendido que te gusta lastimar animales –soltó de repente.

–Hmn, no es cierto –bufó.

–¿Sabes por qué tu mamá te internó?

–Dice que estoy loco.

–¿Y tú que opinas?

–Supongo que tiene razón.

–¿Puedes explicarme por qué crees que tiene razón?

–Porque todos me tienen miedo. Y alguien nunca le teme a una persona normal. Si ves que las personas se alejan de ti tal vez algo no ande bien contigo.

–Quiza solo eres distinto.

–Es lo mismo, loco y distinto suenan como sinónimos para mí.

–¿Qué piensa Lev sobre eso?

–Él dice que soy distinto... –miró la punta de sus zapatos, de repente se encontraba consternado, intentando atar cabos que jamás pensó que debería unir–. Él no tiene miedo de mí.

–¿Por qué crees que sea?

–No lo sé. Siempre me dice lo mucho que me quiere y lo importante que soy para él. Tal vez Lev también esté loco –sonrió–, entonces eso tendría mucho sentido, el querer a un loco creo que solo puede ser posible si la otra persona también lo esta.

–¿Crees en el amor?

–No –vio a la mujer hacer un par de apuntes en su cuadernillo y después volver a dirigir toda tu atención a él–. Pero Lev te ama, ¿no es así?

INSANIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora