𝐕𝐈𝐈

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ADVERTENCIA:
Este capítulo contiene temas
sensibles

Las cosas siempre habían ido de mal en peor, eso sin duda alguna. Pero el hecho de que Dimas intentase ahogar a su pequeña hermana sería la gota que derramaría el vaso.

Su llanto era un sin fin de gritos y gemidos que lo aturdían, retumbando en su mente, le aceleraba el pulso y hacía que su presión arterial se incrementara.

Era tarde, el sol había bajado desde hacía demasiadas horas atrás pero aquel pequeño demonio en la habitación de su madre se rehusaba a callarse. La idea de que aquel llanto fuera una grabación en constante de repetición le sonaba razonable, porque en serio no podía creer que una persona tan pequeña pudiese gritar tanto sin desgarrarse las cuerdas vocales. Sentado en su cama acompañado de los pensamientos que menguaban en la bruma de su mente, mientras jugaba con su pequeña pulsera morado, se dedicaba a pensar en algo conciso por hacer.

« Qué hago, qué hago »

Se repetía constantemente. El sueño lo había abandonado hacía mucho rato, y dudaba que llegase a volver pronto.

Lo que siguió después casi no podía recordarlo. Todo sucedió demasiado rápido, la adrenalina dentro de él lo cegó por completo, había nublado su mente, su capacidad para reaccionar, proporcionándole la valentía suficiente para intentar matar a la bebé.

-Detente. Detente. Detente -¿de quién era esa voz?

El hilo que sostenía con fuerza comenzaba a herirle la palma de las manos. Pero la bebé frente a él al fin comenzaba a guardar silencio.

-¡Detente! ¡Déjala!

La miró, consciente de que en sus manos estaba su vida. Y estaba dispuesto a terminar con ella.

-¡Dimas! -Esa voz, esa pequeña y sutil voz.

Dimas, Dimas, Dimas...

Lev lo había llamado por su nombre completo. Después de eso, la sensación de estar bajo el agua, viviendo todo en cámara lenta y escuchando las voces apagadas, se disipó. Su alma volviendo a ser parte de su cuerpo, sus fuerzas flaquearon y el hilo alrededor del cuello de la pequeña bebé, se soltó.

El llanto de nuevo lo inundaba lo todo.

Estaba en la cuna, a horcajadas sobre el cuerpecito de la pequeña. No podía recordar como había llegado a la habitación, realmente no podía recordar nada. Unos ojos que lo miraban con terror se abrieron paso a través de su interior y se aferraron a alguna parte de él, como garras, rasgándolo desde lo más profundo de su ser.

-Levy.

-Qué... por favor detente.

-Me llamaste Dimas.

-Detente -una precaria lágrima rodó por su mejilla izquierda hasta perderse en su mentón-. Lo que hiciste estuvo mal, muy mal.

-¿Lo que hiciste tú no lo estuvo?

-Dimas...

-¡No me llames así! -lloró, lloró tanto hasta que sus ojos se tornaron rojos- ¿Ya no me quieres Levy? ¿Acaso te lastimé?

El pequeño Lev no respondió. Se acercó a él lo suficiente como para rodearlo pero Dimas lo tomó del brazo con tanta fuerza que sus huesos tronaron, dobló su muñeca hasta que esta crugió son un sonido escalofriante y Lev gritó demasiado fuerte que lo llevó hasta las lágrimas.

Dimas parecía haberle roto la muñeca.

-No te lo perdonaré nunca, Lev.

El pequeño salió corriendo escaleras abajo, dejando al pobre Dimas solo en aquella habitacion oscura y fría.

***

La puerta de la entrada se abrió. Los pequeños susurros como voces se hicieron nítidos y fuertes, podía escucharlo todo desde su habitación. La noche anterior... bueno, realmente no recordaba mucho de aquella noche, pero su mente le hacía recordar en breves destellos las cosas que llegó a denominar, "más importantes", la bebé, él en la cuna, el dolor en sus manos, el constante aturdimiento y sobre todo, Lev.

En algun momento del día, alguien golpeó a su puerta. Dos toquidos, los suficientes para saber de quien se trataba, pero no abrió, no iba a hacerlo nunca.

Y mientras intentaba conciliar el sueño para desaparecer un rato del mundo, escuchó pasos, alguien abrió la puerta y para cuando se giró, Joseph estaba bajo el umbral. Su mirada denotaba compasión y quiza algo más de lo que Dimas no estaba 100% seguro.

-Lastimaste a mi hija -dijo, cerrando la puerta, acercando más a él-. Intentaste matar a lo más preciado que tengo, pero, ¿sabes algo? si yo te lastimara, nadie vendría a defenderte, porque no eres querido por nadie Dimas Hill -la mano del hombre se movio hacia el vientre el niño que yacia acostado-. Si en este momento yo hiciera algo, nadie vendría a ayudarte...

Dimas lo miró, serio, reacio.

El hombre metió su mano por debajo de la playera del menor y comenzo a jugar con su pecho. Su estupida expresión se había tornado ahora sería y parecia estar concentrado en lo que hacía. Dimas no se movió, no era la primera vez que Joseph tocaba su cuerpo con lujuria, una mas o una menos, ¿a quien le importaba? porque a él no.

Cuando vio su propio cuerpo desnudo y la mirada que le daba aquel grotesco hombre, quiso matarlo en ese mismo instante, quería lanzarse encima de él y sacarle los ojos.

El hombre lo tomo y comenzó a jugar con su cuerpo, presionando sus pezones y lamiendolos, era extraño para Dimas, aunque lo primero dolía, lo segundo le causaba una rara sensación en el estómago. Las manos des sujeto bajaron hasta su entrepierna y cuando Dimas quiso empujarlo, Joseph le dio una bofetada.

–No te vas a librar de mi hoy.

Lo tomó con ambas manos de la cintura y le dio vuelta en la cama, acarició su pequeño trasero y lamio sus gluteos blancos y suaves.

Oh, que deleite saborearlo.

Y a pesar de que Dimas intentara soltarse de su agarre, sabía que era imposible, que hoy sería uno de esos días, donde su cuerpo sería profanado por un hombre lascivo y pedófilo. Sintio unos dedos largos y frios recorrer su espalda y llegar a su rostro para introducirlos en la boca del manos y aun cuando intentó morderlo con todas sus fuezas, el hombre amenazó diciendo:

–Si vuelves a morder mi mano, lo próximo que meteré en tu asquerosa boca no serán mis dedos. Te voy a asfixiar con mi pene hasta que me pidas sacarlo de tu garganta y no lo haré.

***

Dimas se dio una ducha y para cuando salió, miro su cuerpo. Tenía algunas zonas rojas donde los brazos de Joseph lo habian tomado con demasiada fuerza. Que puto asco. Antes de salir del baño, la voz de su madre apareció como un fantasma en una casa abandonada.

–No lo quiero en casa, es un monstruo –escuchó decir a su madre del otro lado de la puerta–, intentó matar a mi hija ¿qué se supone que haga en una situación así? En serio que no puedo mantenero aquí ni un segundo más –silencio, después de algunos segundos, continuó–. Voy a ingresarlo de nuevo, no puede estar aquí, tienes que ayudarme Maia, ese niño debe estar allí con otros igual a él y no acá lastimando todo lo que se cruce en su camino, le ha roto el brazo a Lev, dijiste que tenían una conexión pero cada vez esta peor y ahora Lev parece no importarle –las pisadas se alejaron, llevándose consigo la voz de la mujer, dejándolo de nuevo en completo silencio.

INSANIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora