Capítulo 8.1

581 178 9
                                    


—Me mantengo en que no quiero que veas a ese chico. Me da igual que vaya a buscarte al instituto. No tenías que haberte ido con él.

Verónica puso los ojos en blanco. Su padre ya llevaba un buen rato riñéndole.

—Papá, estoy cansada de este tema. A estas alturas ya has tenido que darte cuenta de que no es malo.

Pedro apretó los labios. Sí, lo había hecho, pero aún así, veía que su hija se estaba metiendo en una relación tan complicada que incluso a él le asustaba. David se había ganado en parte sus respetos como persona, pero no como suegro.

—¿Le dijiste tú que yo sabía algo de alemán?

Ella le sonrió. Su padre estaba mostrando curiosidad por primera vez en algo que había hecho David.

—Se lo insinué en una de las veces que quedamos, pero no se lo dije tal cual. David es muy observador y sabe escuchar.

Pedro suspiró, sin saber si eso era bueno o malo cuando se trataba de ese joven. Ambos permanecieron en silencio mientras Pedro conducía el coche con los ojos entrecerrados, pensativo.

—¿Estás convencida de que quieres estar con él?

Verónica le sonrió y Pedro se perdió en su sonrisa. En la sonrisa de su niña. Lo hizo tanto que casi chocó el coche contra una farola.

—¡Papá!

—Lo siento. —se excusó dando un volantazo y enderezando el coche.

Verónica puso los ojos en blanco y bufó.

—¿Y luego te da miedo de que sea él quien me mate?

Pedro no sonrió, pero en el fondo le hizo algo de gracia aquel comentario. Un rayo de sol le dio en la cara. Había parado de llover hacía un rato. El sol le hacía estar de buen humor, pero la conversación que quería mantener con su hija le enfadaba. Y como padre, se veía en la obligación de mantenerla. Quería ver hasta qué punto podía darla por perdida en relación con ese chico.

—Respóndeme.

Verónica tardó unos segundos, dándole más importancia a su respuesta y consciente de que quería lograr esa emoción de espera en su padre.

—Sí. Lo estoy.

Su padre volvió a suspirar y negó con la cabeza, abatido de pronto.

—¿Por qué?

Verónica rio. ¿De verdad que quería que le explicase con palabras todo lo que David le hacía sentir?

—¿Tienes toda una vida para que te cuente por qué?

Su padre hizo un gesto teatral y giró en una calle. Luego farfulló algo por lo bajo y volvió a dirigirse a Verónica.

—Mi pregunta iba en serio.

Inclinando la cabeza hacia un lado y tocándose el flequillo, Verónica no pudo evitar sonreír, pero trató de ponerse seria.

—La mía también.

Y ahí estaba ese amor juvenil y primerizo a ojos de Pedro. Ese amor adolescente capaz de todo. Su padre se mordió la lengua de la rabia. Su hija no podía darle esa pregunta como contestación. No su niña.

—Respóndeme.

Verónica elevó la comisura de los labios en una media sonrisa. El hecho de que su padre estuviese ahondando en aquello podía significar que tal vez estuviese aceptándolo por fin. La idea era demasiado bonita para ser verdad.

—Me encanta cómo es, papá. Me encanta cómo me hace sentir, como me trata, como me cuida, como me encanta cuidarlo a él. Me muero cada vez que me mira y se me para el corazón cuando me sonríe. Siento que no existe ningún problema cuando me abraza y me da una seguridad en mi misma que jamás habría obtenido yo sola sin años de esfuerzo. Me encanta su olor, su piel, su forma de pensar y de no preocuparse por tonterías. Y me encanta cuando alza las cejas y piensa en algo con fuerza. O como cierra los ojos cuando necesita calmarse. Me encanta todo de él y me gusta como soy cuando estoy con él. Me hace ser mejor papá, y no sé si eso se puede describir de alguna forma.

Pedro se quedó muy quieto y agarró el volante con fuerza. Verónica pudo ver que sus manos estaban sumamente tensas y sus nudillos se habían vuelto blancos, pero se mantuvo callada. Tardó unos segundos en hablar. Tal vez fueron algunos minutos. Verónica vio lo serio que estaba, y a una parte de ella le dio miedo haber hablado de más. Y sabía que lo había hecho. Con su padre era así de fácil. Al menos, antes de adquirir ese rol controlador que no la dejaba respirar y la asfixiaba era así. Era una persona que trataba de mantener a su familia unida, que había cometido errores pero que amaba a su familia y quería entenderlos y aconsejarlos. Por eso era fácil hablar con él. Siempre estaba dispuesto a dar consejo y a dar su opinión desde el respeto, pero había perdido eso del respeto desde que se enteró de que Verónica estaba con David. Con ese chico al que temían bajo el nombre de Cobra. Simplemente, no quería escuchar nada de lo que su hija quisiese decir de él. Pensaba que el chico le había metido mentiras en la cabeza, y le aterraba que la alejase de ella o le hiciese daño. Y pensar en el mundo en el que ese chico se movía...le entraban nauseas tan sólo de pensarlo. Hasta ese momento en el que David le salvó la vida no se había dado cuenta de que era él mismo, su padre, quien la estaba alejando de él con su comportamiento. Y si su hija se alejase de él del todo... eso sería algo que jamás podría superar ni perdonarse, indiferentemente de que no aceptase a David.

—¿Todo eso sientes cuando estás con él?

Ella estaba tranquila después de su pregunta, y se echó hacia atrás en el asiento del coche. Su padre seguía muy serio, y si no lo conociese, estaría preocupada. No obstante, lo conocía tan bien que sabía que estaba abriendo los ojos respecto a David, y eso le transmitía paz.

—No sólo cuando estoy con él. También cuando pienso en él, lo cual es casi todo el tiempo, así que...

Su padre volvió a farfullar por lo bajo. Eso no era típico de él.

—Él es el motivo de que te pases demasiado tiempo sonriendo como una tonta. —concluyó su padre lanzándole una indirecta.

Verónica ignoró el comentario, volviendo a sentirse ella misma por fin. Al cien por cien. Ella nunca se alteraba a no ser que no le quedase otro remedio, y eso era algo que no había puesto en práctica los últimos días en los que sentía que su mundo se desbordaba por lo de Rubén y por no saber nada de David después de eso.

—Puede ser, pero también es el motivo por el que quiero ser feliz por mi misma, para luego compartirlo con él. Se merece ser feliz, papá.

Pedro no podía parar de negar suavemente con la cabeza. El tipo de amor que le estaba explicando su hija era demasiado fuerte incluso para el amor que él mismo conocía. No podía sentir tanto por ese chico. No por él.

—¿Qué sabes de él, Verónica?

Hola personitas preciosas!!! <3 Tengo muchas partes favoritas en este libro y esta es una de ellas. Disfrutadla mucho! Os voy a subir un maratón de cuatro capítulos contando este. Un abrazo enooooorme, gracias por leer y os quiero!

IG: itssarahmey

Fb: sarah mey libros

CIUDAD DE FUEGO© (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora