Capítulo 51

548 127 27
                                    

David aún estaba asimilando todo lo ocurrido. Incluso seguía en shock. En su mente aún retumbaba la pregunta de cómo había sido Verónica capaz de hacer algo así. Y seguía con esa sombra en su pecho porque todo hubiese salido bien. Aquello no podía ser tan fácil. Simplemente, no podía ser.

—¿Crees que debería de hablar con mi padre? —preguntó ella cuando David la penetró con sus ojos grises y la hizo recordar lo que le prometió a Jorge, que hablaría con Pedro al llegar a casa.

El chico alzó ambas cejas y ella miró al suelo. Tenía pendiente una conversación con su padre muy diferente de a la que se refería con David. Tenía que averiguar quién era la mujer que lo había llamado dulzura. La sangre se le congeló al recordar ese momento, pero bastó una ardiente mano de David en su mejilla para que todo su sistema nervioso volviese a arder. Él despertaba un fuego en ella capaz de hacer insignificante todos los tipos de fríos. El chico la miraba de forma inquisitiva.

—Estás preciosa —le dijo sabiendo que ella ocultaba algo, pero dejándola relajarse mientras la lluvia comenzaba a caer una vez más e invadía el suelo.

Verónica le dedicó una sonrisa algo triste y decaída.

—Tenemos que hacer algo por esas chicas. Jorge dice que hay una jueza encargándose de todo...pero...

David la interrumpió. Sus manos apretaron su cintura con más fuerza.

—Haremos todo lo que podamos ¿vale?

—¿Me lo prometes?

El chico asintió convencido.

—Te lo prometo. Pero hay que hacerlo con cabeza, no en plan Kamikaze.

Kamikaze, como lo que ella había hecho. El joven jamás se había sentido tan confuso. Sus sentimientos y emociones lo iban a volver loco. David movió la cabeza, aún le costaba creerse todo aquello. Iba a costarle horas asimilando. ¿En qué momento Verónica se había adentrado en su mundo? ¿Cuándo se había manchado de barro?

—Joder, Verónica, ¿en qué lío te has metido? Ahora mismo yo debería de estar corriendo buscando al señor Robert para saber qué diablos quiere hacer contigo. No lo conoces, no es normal que os haya dejado sacar a tantas chicas... —el joven cada vez estaba más alterado—. No...él tiene que tener un plan...va a ir a por ti y estoy...

David dijo eso a sabiendas de que no podía buscar al señor Robert sin ponerse en peligro y levantar sospechas. Verónica lo beso otra vez haciéndolo callar. Seguía sin ser capaz de escuchar nada más. Había conocido al mal hecho personas durante esa noche, y eso ya era demasiado más de lo que podía asimilar.

—Lo sé –le respondió ella.

David asintió, mirándola con desesperación. ¿Qué se suponía que tenía que hacer? Ponerla a salvo. Hablar con Pedro para que se fuesen. Hablar con Jorge. Acabar eso que tendría que haber acabado hacía ya días. Tenía que hacer demasiadas cosas, y sin embargo, su corazón tan sólo le pedía que se quedase un rato con ella. Por si acaso esa era la última vez. Su pecho se agitó de dolor al pensar en eso. El chico sabía que iban a tener que separarse. ¿Por qué no aprovechar ese momento con ella? Tan sólo un rato pequeño. Algo de tiempo para aguantar probablemente días sin verla mientras averiguaba todo lo que podía y la ponía a salvo. Quería quedarse con ella y hacer como que nada de eso había pasado durante unos minutos. ¿Era tanto pedir? No podía. No podía. No podía hacer eso. Tal vez porque David sabía que era irracional hacerlo. No debía de quedarse. No debía de estar en mitad de la calle besándola. No debía de hacer nada salvo lo que para él era su obligación. Averiguar qué iba mal. Tenía que irse. Ya. Y Verónica pareció darse cuenta.

CIUDAD DE FUEGO© (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora