Capítulo 20.2

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Paloma negó con la cabeza muy convencida.

—Si es quien creo que es, y por la descripción que me diste creo que es quien sospecho, no nos traicionará. Ahora mismo ha de estar con las gónadas en la garganta sabiendo que está a la merced de la novia de Cobra. De todas formas, hablaré con él y le recordaré quien es Cobra. Ese chico quiso violarme a mi también cuando trabajé para Maek, pero David casi lo mató cuando se atrevió a tocarme, por eso lo teme tantísimo.

Verónica se dejó caer en el lavabo y se echó hacia atrás. Sentía el espejo frío en su espalda pero no le importaba. David iba por ahí dando palizas a todos los hombres que le faltaban el respeto a las mujeres y que trataban de hacerles daño. Ese era él. Alguien así como un protector con el cerebro en su sitio para no creerse ninguna especie de héroe. Aunque la parte más racional de Verónica calibró que quizá tuviese algún tipo de trastorno que le obligaba a ir por ahí protegiendo a las personas, desechó aquello al cabo de unos instantes. David no protegía a todo el mundo, tan sólo trataba de poner su granito de arena en el mundo y después de todo lo que le habían obligado a hacer, no desperdiciaba ninguna ocasión para tratar de poner a salvo a quien pudiese. Quizá fuese porque él mismo hubiese experimentado desde niño lo que era sentirse desprotegido. Su chico. Su compañero de vida. Sus ojos grises. La chica se mareó al imaginar esa tormenta grisácea y se quedó quieta unos segundos. Incluso el pulso se le había acelerado.

—¿Si sabías quien era por qué no me avisaste de que tenía un vecino violador?

Paloma se encogió de hombros.

—Sabía que en cuanto escuchase el nombre de Cobra se echaría a temblar. —rio Paloma aunque en realidad no tenía ni idea de que era su vecino.

Su risa se evaporó en el aire al ver a Verónica seria. Un silencio abrumador sobrecogió el lugar.

—Mi vecino también me dijo que debía dinero a gente peligrosa y que le preocupaba que fuesen a por su familia. Tal vez si lo ayudásemos se involucrase más.

Paloma se le quedó mirando con una ceja arqueada.

—¿Y de dónde piensas sacar dinero para ayudarlo?

Había burla en su tono. Verónica sonrió.

—David me dio una tarjeta con treinta mil euros. Puedo sacar unos cinco mil y dárselos si la operación sale bien. Así se comprometerá con nuestra causa y hará todo lo que esté en su mano para que salga bien y podamos sacar a Rose de allí.

Paloma tardó en asimilar aquello.

—¿Tienes treinta mil euros y no te has comprado nada con ese dinero? Quiero decir... ¿aún tienes ese dinero?

Verónica puso los ojos en blanco e hizo un gesto teatral con las manos. Luego sonrió a Paloma y su mirada se iluminó.

—Sí, lo tengo y por supuesto que no me he comprado nada. Tengo todo lo que necesito. —dijo totalmente convencida, aunque sabía que no era del todo cierto.

Aún le faltaba que David estuviese a salvo. Eso y que su familia también lo estuviese era todo lo que necesitaba. Nada más. Se había dado cuenta de lo absurdo que era el mundo consumista en el que vivía que trataba de llenar vacíos existenciales con productos que nunca podrían sustituir a las personas o las metas. Verónica suspiró, sumida en sus pensamientos de repente, captando la atención de Paloma.

—Yo me habría fundido todo ese dinero en un día. O en unas horas... Cuando todo esto acabe, te dejo hacerme un regalo. Y quiero uno caro. —le dejó caer Paloma con una sonrisa gatuna.

Verónica rio, pensando que estaba bromeando, pero al ver la seriedad que había en el rostro de Paloma tras decir la frase y sonreírle, supo que se lo decía en serio.

—Cuenta con ello. —le sonrió la chica, haciendo que la otra joven asintiese con la cabeza, orgullosa.

Paloma se pasó una mano por la barbilla, pensativa.

—No hemos pensado en que también necesitaremos dinero para alquilar a esa chica, pero con un poco más de lo que tienes será suficiente.

Verónica apretó los labios. Si David supiese en qué se iba a gastar el dinero que le dio, probablemente se pondría colérico, pero le daba igual. Aquello era totalmente necesario para que su propio plan saliese bien, y estaba segura de que David sería capaz de perdonarla en el futuro.

Sus ganas de volver a verlo eran directamente proporcional al miedo que sentía por entrar en Maison la Noir.

Gracias por leer. Sigo subiendo.

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