Capítulo 24.2

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El chico lanzó un suspiro exasperado y contenido. A la mierda todo. El deseo se dibujó en sus facciones al ver como lo observaba Verónica. Se pasó una lengua por los labios en un gesto que alteró todas las hormonas de la chica y luego la repasó con la mirada de arriba abajo, lentamente. Le agarró las caderas con fuerza y Verónica sintió una oleada de calor allí donde sus manos se posaban. Cada movimiento parecía el doble de intenso. David la levantó en peso todo lo que el lugar les permitía y se desabrochó el cinturón y los pantalones. Ella se levantó el uniforme y se quitó las bragas con rapidez.

—¿Quién eres y que has hecho con mi novia?

Verónica rio con ganas y con suavidad, por temor a que la escuchasen.

—Te tengo una sorpresa que no puedo darte ahora, pero que sé que va a gustarte. —le dijo mientras sentía como David recorría su cuello y hacía que todas sus hormonas se anticipasen a lo que iba a ocurrir. Su cálido aliento se detuvo durante unos instantes, aún en su cuello pero cerca de su oreja, y sopló. Todo el cuerpo de Verónica se alteró ante ese gesto. Un escalofrío de placer la recorrió. Su sistema sanguíneo se calentó tan deprisa que sentía por todas partes el cuerpo del chico. Y sus manos expertas que la recorrían sin piedad. Sin dejar de evocar sensaciones maravillosas y profundas.

Todo parecía dejar de existir. Tan sólo estaban ellos dos. Incluso las voces que se escuchaban fuera se desvanecieron. Tan sólo estaban sus cuerpos debajo de la cama, escondidos del mundo, pero con un amor que se veía a leguas de distancia.

—Me muero por verla. —le susurró David, con su voz gutural y sensual en el oído al tiempo que le agarraba un pecho—. Odio tener que hacerlo así contigo.

David le dijo aquella frase pensando en que le encantaría tener algo de sexo duro con ella, pero aquello en aquel momento era imposible, y mucho más si tenía a sus padres cerca. ¡Joder, quería hacerla gritar de placer! Su mano buscó la intimidad de Verónica y comenzó a excitarla. Sus ojos brillaron cuando se dio cuenta de que ya estaba lista para él. Negó levemente con la cabeza y se mordió un labio. La chica gimió mientras sentía sus dedos acariciándola circularmente en el lugar exacto. ¿Dónde había estado esa sensación de euforia toda su vida? Verónica casi se veía reflejada en los ojos de David. Su seguridad flaqueó cuando él le dirigió una mirada profunda e intensa que hizo que la chica contuviese el aliento. Pero aquello no iba a pararla. Si lo de Maison la Noir salía mal, no soportaría haber perdido la oportunidad de volver a hacerlo con David. Quería seguir creando recuerdos, por si le pasaba algo, que él supiese que valía la pena seguir viviendo simplemente para recordar momentos como ese.

—Yo también lo odio, pero amo sentirte cerca, y ahora, mi amor, te quiero dentro de mi. —le ordenó ella, haciendo que David abriese los ojos de par en par con sorpresa y haciéndolo el hombre más feliz del universo al mismo tiempo.

La parte más astuta del joven le dijo en su consciencia que allí pasaba algo. El instinto primario que Verónica había despertado, le ordenó desaparecer y centrarse en que tenía al amor de su vida como una Diosa encima de él.

—Tus deseos son órdenes para mi, señorita Bairina. —le dijo, agarrándosela a si mismo en toda su extensión y levantando a Verónica en peso con la mano que aún tenía en su nalga izquierda.

Ella sintió como David la levantó y cómo comenzó a bajarla con cuidado, introduciéndose en ella. El chico elevó un poco la cabeza y ella lo besó sabiendo que era lo que él le pedía. Con sus labios aún cerca de los de ella, David pudo notar como todo el cuerpo de Verónica se abría a su paso, y con un suave gemido de rabia volvió a levantarla sin que Verónica entendiese que ocurría.

CIUDAD DE FUEGO© (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora