Capítulo 57.2

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Ambos abrieron los ojos anonadados y miraron a Víctor, quien se había acercado a ellos y se colocó en frente de Verónica cuando David la soltó. Sus ojos negros miraron enfadados a los de David, quien se separó de la joven respetando lo que el niño pedía. Bajo ningún concepto quería enfadar ni hacer daño a los sentimientos de alguien tan pequeño. En ese momento, David admiró la fiereza que había en su mirada, aún algo dormida, y sobre todo se fijó en sus cachetes sumamente rojos. Siempre tenía las mejillas de ese color y le daban un aspecto entrañable. Ajeno a sus pensamientos, Víctor se acercó a él con el ceño fruncido y los labios apretados.

—¿Por qué la has hecho llorar? —le preguntó con su vocecita de seis años—. ¿Eres David?

Verónica sintió como el corazón se le aceleraba y se le llenaba de ternura porque su hermano pequeño no era capaz de entender la situación y aún así la estaba defendiendo a su manera. Sin embargo, lo hizo aún más cuando David se agachó hacia Víctor con una cálida sonrisa.

—No la he hecho llorar. Nunca le haría eso. Y sí, soy David. Tú debes de ser Víctor, tu hermana me habla mucho de ti.

Verónica contuvo las ganas de abrazarlo porque se estaba batiendo en un duelo de miradas con David, quien parecía tranquilo. Víctor lo miro de arriba abajo y luego posó sus ojos en su hermana que le puso las manos sobre los hombros acercándolo hacia ella. La joven jamás había visto al pequeño tan serio. E incluso tenía una mirada amenazante en sus ojos a pesar de llevar un pijama de Spiderman.

—Si te hace llorar dímelo y se las verá conmigo —le aseguró Víctor, abrazando posesivamente a su hermana.

David se mantuvo serio, pero Verónica sabía que estaba conteniendo una sonrisa.

—Claro que te lo diré, pero por ahora, es tu cuñado, Víctor.

El niño miró a David de nuevo y los dos jóvenes se dieron cuenta de que no le gustaba. Verónica distinguió algo cándido en el semblante del chico de fuego que no había estado ahí antes. David parecía admirar al niño simplemente por plantarle cara.

—¿Mi qué? —el pequeño parpadeó y miró sin entender a Verónica.

—Es mi novio, y eso lo convierte en tu cuñado —le respondió ella dándole un beso en la mejilla.

Víctor negó con la cabeza y miró horrorizado a David.

—Puedo aceptar que sea tu novio, pero no quiero que sea mi cuñado.

Verónica y David aguantaron la risa.

—Si me dejas ser tu cuñado puedo jugar contigo... —comentó David, casi incapaz de creerse que cuando debería de estar tratando de averiguar que se traían entre mano la señora La Rua y el señor Robert estaba intentando caerle bien a Víctor.

El niño lo miró aún con gesto indeciso y negó con la cabeza.

—No quiero jugar contigo. Y no quiero que seas mi cuñado —dijo serio y luego se giró mirando a Verónica—. A mamá y papá no les gusta.

La chica asintió con la cabeza.

—Eso es porque aún no se han dado cuenta de lo bueno que es. —La joven atrajo al niño hacia su regazo y le dio un abrazo con todas sus ganas—. Además...papá y mamá no saben que a David también le gusta pokemon.

El chico de ojos grises elevó una ceja y miró a Verónica con cara de, "¿pero qué me estás contando?". La joven sonrió y dirigió una mirada de ojos divertidos a David. Víctor se separó de ella en ese momento y volvió a escrutar al joven.

CIUDAD DE FUEGO© (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora