Capítulo 33.2

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David no esperaba que se lo dijese cuando de otro puñetazo lo tiró en el suelo. Su brazo sangraba y el joven aprovecho para clavarle los dedos en la piel dolorida y sangrante, buscando herirlo aún más. Mientras el hombre se quejaba por el dolor, el chico le sacó el móvil del bolsillo. Nada más encender la pantalla vio que estaba llena de suciedad con pequeños manchurrones que el hombre no había limpiado bien.

—Dame la contraseña. –dijo David mientras le pegaba con el arma en el brazo.

El hombre se quejó, medio muerto y negó con la cabeza.

—Jamás.

David le disparó en el hombro.

—¿No lo entiendes verdad? Voy a matarte y voy a desbloquear este maldito móvil. Voy a averiguar cuantas otras personas saben lo que me has dicho y voy a ir a por todas ellas. Y luego voy a ir a por tu familia. De ti depende que no le pase nada a este niño. –le dijo enseñándole la pantalla manchada de pequeñas huellas dactilares.

El hombre miró asustado a David, sintiendo que la muerte bailaba entre ellos. El chico le mantuvo la mirada, iracundo y con cara de pocos amigos.

—Oh...ya veo...no tienes un hijo... tienes una hija. –sonrió fríamente David arrastrando peligrosamente cada palabra.

Con orgullo, vio como el hombre tragaba saliva. Probablemente le habría dejado el teléfono a la niña para que viese algún vídeo y ella había tocado la pantalla con manos sucias, algo típico de esa edad.

—No te atrevas...

Bajo ningún concepto le haría daño a una niña, pero necesitaba que el hombre lo creyese. Si alguien más descubría que había sido un chivato, no tenía ni idea de qué pasaría o de cómo sería, pero estaba seguro de que el resultado sería su muerte.

—No te atrevas a amenazar a la niña. –siseó el hombre.

David rio con sorna y disparó de nuevo a su brazo. El hombre gritó de dolor y se retorció.

—Veamos, no ha de ser muy mayor. Quizá tiene unos tres años. ¿En qué año estábamos hace tres años? ¿Eres esa clase de padre que pone el año del nacimiento de su hija como contraseña?

El hombre quiso quitarle el móvil y eso le dejó ver a David que tenía razón. David puso la fecha de hacía tres años, pero el teléfono no se desbloqueó.

—Vaya... así que es aún más pequeña. –comentó con una sonrisa helada—. ¿Tiene dos años quizá?

Escuchando el silbido de las balas pasar cerca de él y el alarido de varios hombres cuya piel era desgarrada por ellas, volvió a probar suerte con la nueva fecha. Triunfal, desbloqueó el teléfono y entró en la aplicación desde donde vigilaba el móvil de Darren. Antes tuvo que buscarla entre todas las aplicaciones porno que el hombre tenía en su dispositivo. David le dio un codazo al ver que conocía algunas de ellas como redes de pornografía infantil. Maldito hijo de puta. ¡Y tenía una hija de dos años!

—Cabrón. –se quejó el hombre al que apenas le salían las palabras de lo débil que estaba.

Incluso su boca sangraba. David lo ignoró mientras entraba en la aplicación y veía que el número de Darren estaba conectado a otros dos números. Bien, al menos hasta el momento tan sólo debería de saberlo una persona más. La información era algo valioso en aquel mundo de barro. Y ese hombre era perro viejo No habría sido tan estúpido de contar que Cobra era un chivato sin pedir algo a cambio. La traición era una de las informaciones más valiosas. Y las que más caro se pagaban en todos los sentidos. Y el chico estaba seguro de que aquel hombre no había tenido tiempo de pensar en lo que quería o podía conseguir antes del ataque. Por eso sabía que no había hablado.

Sin pensárselo dos veces, llamó al número y se lo puso en la oreja al herido. Durante ese proceso, le apuntó a un ojo con la pistola.

—Dile que necesitas ayuda. Hazlo y tu muerte será rápida. No iré a por tu familia. Miénteme o trata de engañarme, y esa niña será la primera en morir.

El hombre estaba blanco de dolor.

—A...ayuda... —musitó con un hilo de voz cuando la otra persona descolgó el móvil.

David se lo quitó de la oreja y cortó.

—¿Hay alguien más involucrado? Recuerda que si me mientes...

—No. Nosotros dos somos sus águilas.

David le dedicó una mirada larga, sopesándolo. El hombre estaba moribundo. Le quedaba poco tiempo.

—Sois dos hijos de puta. Dejasteis que lo violasen.

El hombre aguantó su mirada mientras David le daba otro golpe con un extremo de la pistola. Necesitaba que siguiese con vida hasta que el otro águila de Darren llegase a socorrerlo. El joven aprovechó para ocultarse tras uno de los enormes sacos de boxeo que había en el suelo justo en el lugar donde los jóvenes entrenaban por las tardes. Tras esperar varios segundos que se le hicieron eternos, un hombre llegó corriendo hacia el herido.

—¡Vamos, vamos! –apresuró en el momento exacto en el que David disparaba y una bala le atravesaba la garganta.

El hombre se llevó una mano al cuello cuando otra bala atravesó su estómago. Incorporándose, el chico se acercó hasta el primer hombre moribundo.

—¿Últimas palabras? –le preguntó con la pistola sobre su rostro.

—Yo fui el primero. —dijo casi disfrutando del sentimiento de ira que provocaba en David e impactando con el puño en su rostro.

El golpe pilló por sorpresa al chico de fuego, pero su oponente estaba tan débil que apenas importaba. Lo que sí que le importó fue que aquel desgraciado acababa de reconocer haber sido el primer violador de Darren.

El chico cogió una piedra que tenía cerca y volvió a tirarse sobre del hombre, logrando colocarse encima de él.

—Voy a asegurarme de que eso jamás vuelva a ocurrir. —le amenazó al tiempo que comenzaba a darle golpes secos con la piedra en la cabeza. No pensaba desperdiciar más balas con él. Tan sólo le quedaban tres—. ¿Y sabes qué? Voy a follarme yo a tu hija.

Odió decir aquello, pero en aquel momento deseaba que el hombre se creyese aquellas palabras. Se las merecía. En cierto modo, aunque David había quedado consigo mismo en que había matado a Maek de la mejor manera posible para su consciencia, una parte de él estaba enfadado por haberlo dejado morir tan fácilmente después de todo el dolor que había generado.

Quizá fuese eso y la ira que le proporcionaba aquella situación lo que le hizo seguir pegándole. La cabeza del hombre comenzó a sangrar. La sangre escarlata empezó a inundar el suelo. David estaba fuera de si y siguió dándole golpes hasta que se aseguró de que su corazón no volvería a latir. Nadie que violase a alguien era una buena persona. No era posible. Por muy estúpido que fuese Darren, por lo que le contó a David, llevaba ya tiempo soportando violaciones, pero se habían intensificado a la partida de Baref, y ese hombre que él tenía delante era uno de los responsables. ¿Si era capaz de hacerle eso a un hombre, qué no le haría a una mujer captada? La rabia estaba dibujada en el semblante del chico de ojos grises cuando unas manos tiraron de él hacia detrás y David contempló como eran los hombres de Baref quienes estaban allí rodeándolo. 

Os subo el capítulo más larguito en lugar de cortarlo en la parte de más acción. Gracias por leer. Sois maravillosas! <3

Ig: sarahmeywriter

Fb: sarah mey libros


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