Capítulo 30.2

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Su voz sonó ronca y peligrosa, pero no lo fue tanto como su expresión inexorable cuando se volvió hacia Sean. El hombre tragó saliva visiblemente y se dio cuenta de que había sido una mala idea castigar a ese joven sin sus hombres cerca. No podía dejar que David le ganase terreno, así que siguió tratando de quedar por encima de él.

—¿Te lo ha dicho mientras te lo follabas?

David pegó una carcajada y sonrió algo forzosamente a Sean.

—No necesito utilizar las mismas artimañas que tú para obtener información. Soy Cobra y me basta con pedirla. — David se acercó a él tanto que sus frentes quedaron a escasos centímetros—. La próxima vez que quieras que alguien sea mi águila, elige bien a esa persona. Eric no me ha dicho absolutamente nada, pero no me hace falta para ver qué es según su forma de comportarse.

Sean fue a hablar pero David le cortó elevando la voz. Todos los presentes tenían los ojos puestos en él.

—¡La próxima vez que te atrevas a tocar a uno de mis hombres sin mi permiso no seré tan benevolente contigo! Mi lealtad era con Maek, y puede que en algún momento lo sea hacia Abel, pero jamás lo será hacia ti. Así que, no busques tenerme de enemigo porque te meterás en algo que no podrás ganar.

Sean temblaba de pura rabia cuando David escuchó el sonido metálico de un gatillo detrás de él. El disparo no tardó en sonar, pero para su sorpresa, fue uno de sus subordinados quien había disparado a uno de los hombres de Sean que se había acercado hacia él de espaldas. David se quedó mirando al chico moreno con ojos negros que le había ayudado y le dedicó un leve gesto de agradecimiento. El otro hombre se quejaba porque la bala había impactado en una de sus piernas y se estaba desangrando. David vio donde tenía la herida y supo que iba a morirse en poco tiempo. Nadie fue a ayudarlo, y en esa ocasión, él no iba a mover ni un solo dedo para hacerlo debido a que había tratado de matarlo a sus espaldas.

—¡Basta! —grito la voz de Abel desde alguna parte.

David se separó de Sean y vio como Abel se acercaba. Esa situación en la que David y Sean estuviesen en continua tensión no podía durar más, y todos los presentes lo sabían.

—No te preocupes Abel. Estoy seguro de que esto no se repetirá. —se adelantó David dándole la espalda a Sean y acercándose a Eric para ayudarlo a levantarlo en peso.

Abel y Sean intercambiaron una mirada dura, de esa clase de miradas que las personas intercambian cuando la situación se les va de las manos. David era una situación en toda regla. Si no fuese por él, todos aquellos jóvenes seguirían a Abel y a los otros tres jefes que habían ocupado el lugar de Maek con los ojos cerrados. David iba por su propio camino, y precisamente por eso, tenían que ocuparse de él.

Iban a matarlo. Aquella situación era insostenible. David lo era. Y lo era aún más cuando su presencia lograba imponer a los jóvenes además de convertirlo en su líder. El chico lo sabía cuando soltó a un dolorido Eric en una esquina y cogió su teléfono móvil. No se lo pensó dos veces y mandó la ubicación de donde se encontraba a Darren.

—Di que has conseguido esta ubicación por tu propia cuenta, pero deben de atacar a los hombres de Maek que están aquí en al menos de cuarenta y cinco minutos. —escribió David—. Recuerda lo único que quiero a cambio son esos cuarenta y cinco minutos.

David esperó a que Darren viese el mensaje y no tardó ni dos segundos en borrarlo. Darren no le respondió pero se desconectó. El chico dudó un instante sobre si lo habría visto, pero supo en seguida que sí.

—Gracias. —respondió Darren—. Lo recordaré. Tienes mi palabra.

David no sabía si había hecho lo correcto, pero él ya no estaba seguro en aquel lugar, y sus subordinados tampoco. No cuando uno de ellos había matado a un hombre de Sean al dispararle en la pierna.

CIUDAD DE FUEGO© (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora