Capítulo 26.1

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Cuando David despertó lo primero que hizo fue estirarse colocando ambos brazos por encima de la cabeza. ¿Cuándo diablos se había dormido? ¿Cuánto tiempo llevaba dormido? El chico se incorporó en el suelo, dolorido aún por los golpes que había recibido hacía unos días y sintió que le dolía un poco más la espalda, pero su mente estaba tan despejada en ese momento que le dio igual. A su lado, Verónica se había dormido mientras él hacía lo mismo, pero ella lo había hecho fuera de debajo de la cama, a unos centímetros de él, quizás atenta por si alguien entraba en la habitación. David se giró hacia ella en el momento en el que Verónica abría los ojos algo somnolienta.

—¿Te has dormido, dormilona?

Ella elevó una ceja y contempló la sonrisa burlona que David tenía en los labios. Su cara al acabarse de despertar era casi pornográfica.

—No, sólo he cerrado los ojos. Él único que se ha dormido aquí has sido tú, David Ferraro.

El chico se incorporó y se acercó a ella, buscando su mano.

—Lo sé. Siento haber venido a verte y dormirme.

Ella negó con la cabeza. Lo entendía perfectamente y no necesitaba ni veía necesarias sus disculpas.

—¿Bromeas? ¿Dónde vas a dormir mejor que debajo de la cama de tu novia?

David rio y Verónica acompañó su risa, creando un sonido que a ambos les encantaba. David aspiró con fuerza y respiró el olor a melocotón del cabello de Verónica, sintiéndose feliz al hacerlo y al reconocer ese olor como su hogar.

—Arriba de la cama, con ella debajo o encima de mi. –dijo perspicaz y burlón mordiéndose los labios.

Verónica se ruborizó y le dio un golpecito en su duro pecho. Ambos se quedaron mirándose, trasmitiéndose el mundo en una mirada. Se amaban tanto que a veces la necesidad que sentía por la otra persona asustaba a Verónica. David era sin lugar a dudas su alma gemela. Y lo fue aún más cuando él se quedó pensando, con sus ojos grises puestos en ella mientras Verónica le sonreía con la mirada, de esa forma que él tanto adoraba. David volvió a responder a la pregunta que sus ojos azules le había formulado hacía unos segundos, esta vez con seriedad, mirándola imponente y atractivo:

—En unas vacaciones con ella. Lejos de todos.

Su voz hizo estragos en el cuerpo de Verónica, quien sintió una corriente energética y cálida atravesarla de pies a cabeza. Ambos se miraron e intercambiaron una mirada significativa. David le dedicó una media sonrisa. Habían hablado aquello en más de una ocasión.

—Créeme que eso será lo primero que haremos cuando acabe lo que he empezado. —prosiguió él.

Verónica asintió con la cabeza y se abrazó a si misma, preocupada por cómo podía acabar aquello que el chico comenzó ya hacía unas semanas. Al menos, Maek jamás volvería a hacer daño a nadie. Verónica suspiró y trago saliva con algo de dificultad. Luego recordó algo y se levantó para ofrecerle a David el bocadillo. Él la miró agradecido y le dio un beso en la mejilla a modo de gracias. Cualquier cosa le sabría a gloria. Al cabo de unos minutos en un cómodo silencio, el chico volvió a hablar.

—¿Sabes algo sobre Jorge y tu padre?

La chica lo observó arrugando la nariz. No le gustaba que su padre estuviese en medio de todo aquello.

—Sé que hablaron por teléfono ayer por la noche. Escuché algo sobre una lista.

David la miró con interés, transmitiéndole toda la intensidad del mundo con esa mirada de ojos grises.

CIUDAD DE FUEGO© (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora