Capítulo 23.1

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El timbre sonó en ese momento y Verónica por fin suspiró. Ya se acabó un día más en ese horrible instituto. Se levantó de su pupitre con intención de salir rápidamente de clase y cogió su mochila.

—¡Verónica!

Una voz la llamó e hizo que sintiese un escalofrío. El resto de sus compañeras se le quedaron mirando, pero no perdieron el tiempo con ella siendo ya la hora del final de clases. Verónica se mantuvo quieta cerca de la puerta y se percató de que su profesora, la horrible de Silvia, hacía tiempo para que ambas se quedasen solas mientras recogía sus cosas de la mesa.

Verónica se impacientó y se dio media vuelta, pensando que quizás se lo había imaginado.

—Verónica. —volvió a llamarla Silvia, esta vez en un tono mas bajo.

La chica tragó saliva y se giró hacia la mujer que aún no la miraba pero que elevaba la cabeza de forma altiva.

—Vaya, mira quien se ha aprendido mi nombre. —comentó por lo bajo, sagaz y rauda al mismo tiempo.

Silvia posó sus ojos en ella y se le formaron unas pequeñas líneas de expresión al fulminar con la mirada a Verónica. Hace unas semanas la chica jamás se habría atrevido a decirle nada.

—¿Has dicho algo? —preguntó Silvia, aunque se había enterado perfectamente de lo que le había dicho.

Verónica se puso aún más recta.

—Nada, Silvia. —pronunció su nombre con tanto énfasis que por unos instantes se sintió tonta.

La tensión se palpaba en el ambiente y Verónica frunció el ceño. No estaba de humor para aguantar a una profesora que le parecía una de las personas más estúpidas del planeta.

—Me alegro que te guste mi nombre. —respondió Silvia, en la que podía ser la conversación más falsa del año.

—¿Quieres algo o puedo irme? —preguntó ya sin paciencia Verónica.

Sabía que Paloma la estaba esperando y que no iba a tardar en aparecer por aquella puerta, y estaba segura de que Paloma no se quedaría callada ante nada que le dijese aquella profesora y que acabarían por expulsarla, así que quería que aquella conversación acabase lo antes posible.

—Quédate unos minutos. —le dijo acercándose como quien no quiere la cosa—. ¿Qué hay entre tú y el chico que vino a buscarte ayer a clases?

Verónica abrió la boca de par en par. Pero bueno, ¿y a ella que le importaba?

—¿Perdona? —logró musitar.

Silvia alzó la cabeza y luego la ladeó poniendo al mismo tiempo los brazos en jarra.

—Ya has oído mi pregunta. ¿Es necesario que avise a tus padres de que su hija hace cosas inapropiadas en público?

Verónica no podía creerse lo que estaba oyendo. ¿Cosas inapropiadas en público? ¿Besarse era algo inapropiado en público? ¿Mostrar amor lo era? La chica dirigió una mirada iracunda a la profesora, pensando la pena que le daba que existiesen personas así en el mundo. Por un momento pensó en todas esas personas homosexuales o bisexuales a las que la sociedad aún juzgaba con comentarios como el que acababan de dirigirle a ella. Injusto.

—¿Desde cuándo es inapropiado besarse en público en un país como España?

Silvia arrugó la nariz.

—Lo es si lo haces en la puerta de un instituto y más aún con un chico como ese. ¿Crees que esa clase de chico está enamorado de ti? Pobre niña inocente...

Verónica no pudo evitar soltar una carcajada, poniendo de los nervios a Silvia, quien tan sólo buscaba herirla.

—En primer lugar sí que lo está, y en segundo, claro que lo besé, y como si lo hago dentro del centro, ¿qué más te da? —le espetó.

Si David se enteraba de que una profesora se la tenía jurada estaba segura de que haría algo para que la dejase en paz. Verónica trató de calmarse, pero el continuo estrés en el que estaba inmersa pudo con ella. Ni tan siquiera intentó empatizar con la profesora. De todas formas ya había tratado de hacerlo antes sin éxito.

—¿Te refieres a practicar sexo en el centro? —le preguntó con una sonrisa maliciosa.

Aquella frase dejó a Verónica seria y sin saber qué decir. Nadie había hablado de sexo. ¿Es que acaso Silvia sabía que había mantenido relaciones allí con David? ¿Se estaba marcando un farol para que ella confesase algo?

—¿Quién ha hablado aquí de sexo? —instó Verónica, tratando de darle la vuelta a lo que Silvia acababa de decir—. Imagino que si está mal que una alumna se bese con un chico en la entrada de un instituto, según las anticuadas normas de este centro, también lo está que una profesora le pregunte a una alumna sobre su vida sexual. Me pregunto qué pensará la asociación de padres y madres al respecto.

Silvia se puso blanca como si Verónica le hubiese dicho algo que le afectaba. Unos pasos resonaron por el pasillo y Verónica supo quien era su dueña. Era fácil reconocer los pasos de las personas que te importan. Paloma no tardó en llegar a la clase y en hablarle mal.

—¿Por qué coño no estás ya fuera? —preguntó con desdén Paloma, quien nada más ver a Silvia le dirigió una mirada de asco.

Gracias por leer. Sigo subiendo. En nada llegan momentos de los que os gustan <3

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