Capítulo 14.2

511 161 18
                                    


David cerró los ojos unos instantes por puro instinto y odió con toda su alma al propietario de esa voz. Sean. Él era el responsable de que aún le doliese la espalda a horrores. Tratando de no mostrar rabia en sus ojos, sino seguridad y dominio de la situación, David observó como Sean se acercaba a él. Tal y como se esperaba, lo primero que el grande y fuerte hombre hizo fue pegarle unas duras palmadas en la espalda, buscando dañar a David. El chico de ojos grises permaneció inmutable a pesar de haber empezado a sentir calambres de dolor recorriendo su columna vertebral.

David tragó saliva imperceptiblemente y dirigió una mirada desconfiada a Sean. Sabía que ese hombre no tardaría en mostrar su verdadera cara, y en ella, David estaba seguro de que no se alegraba de verlo y que lo quería muerto.

—¡Cobra!

Otra voz captó la atención de David. Abel se acercaba hacia él con los brazos abiertos. A diferencia de Sean, su alegría era real. Abel, un hombre castaño e igual de ancho e intimidatorio que Sean, pero con una sonrisa leal en su rostro, se detuvo delante de David. El chico se le quedó mirando asintiendo con la cabeza a la pregunta muda de Abel. Le había preguntado cómo estaba sin pronunciar ni una sola palabra. David sintió una especie de remordimiento en el pecho. Si en algún momento tenía que matar a Abel, no iba a resultarle nada fácil.

—Abel. —le correspondió David, en voz neutra.

En su fuero interno, el chico rezó porque nadie les hubiese dicho que se había quedado todo ese tiempo con Jorge.

—¿Dónde demonios has estado muchacho?

La pregunta de Sean sonó más bien como una amenaza. El viento movió el cabello del joven en ese instante exacto en el que reprimió un escalofrío.

—Tienes mucho que explicar Cobra. —la voz de Abel seguía tratando de calmar la situación, pero David sabía que no iba a ser suficiente y que iba a exponerse ante un juicio en cuanto entrase en aquella nave. No sabía si lo matarían, pero si jugaba bien sus cartas y decía todo lo que había preparado, sabía que tenía una oportunidad.

—No lo sé muy bien. La persona que mató a Maek me subió en una furgoneta negra y he estado sin conocimiento gran parte del tiempo. Cuando desperté estaba en una especie de descampado unas dos ciudades más al este. Una mujer anciana me ayudó y me dejó estar en su casa.

David fue consciente de que había acaparado toda la atención de aquellos hombres. Poco a poco, se vio rodeado de más jóvenes que él mismo ubicaba bajo el mando de Marco. El resto de sus subordinados, si no lo habían alejado del mando en su propia ausencia comenzaban a acercarse y a colocarse al lado de Erick. De, Daniel y Fer tenían la incertidumbre dibujada en los ojos. Por una fracción de segundo, David se preguntó si sus subordinados se alegraban de su regreso o si por el contrario habrían preferido que no volviese. El no sentirse querido en ese lugar le dio un motivo aún mayor para ser fuerte y elevar la cabeza con seguridad. El carácter de David solía crecer en ese tipo de situaciones. Era fuerte, y no le hacía falta demostrarlo para que los demás lo admirasen. Ya lo admiraban y temían a partes iguales. Buscó con la mirada a Sean, presuponiendo que era él quien había tomado el mando y vio como el propio hombre dudaba cuando él comenzó a acercarse hacia él, tratando de amenazarlo con su presencia y de confirmar su autoridad ante sus subordinados.

—¿Estuviste presente cuando lo mataron? —preguntó Abel, quien en ese momento David supo que era el segundo al mando por detrás de Sean.

El chico asintió con la cabeza y miró hacia el suelo, aparentemente algo afligido.

—Todo lo que las heridas me lo permitían. —maldijo tras unos instantes con voz ronca.

Abel se acercó a él y David entrecerró un poco los ojos. No sabía si Abel lo creía, pero si lo hacía, ya tenía mucho ganado con su confianza.

—Te creo, Cobra.

Mentía. Al menos, en parte. David se sintió en más peligro que nunca, pero se mantuvo relajado. Aquel momento era exactamente como el joven se lo había imaginado. Abel le decía que lo creía, y él, él iba un paso por delante. David trató de disimular una sonrisa, por ser capaz de aventurar que aquello iba a pasar, con todas sus fuerzas, queriendo sonar lo más serio posible en aquel momento.

—¿Por qué no ibas a hacerlo?

Abel abrió los ojos algo sorprendido con su pregunta y se llevó una mano a la barbilla, con algo de barba. David había pasado tanto tiempo con Abel de más joven que había adquirido ese gesto de él cuando sopesaba algo con fuerzas. No obstante, a diferencia de Abel, para David no era un tic que repetía una y otra vez.

—Es cierto muchacho, ¿por qué no iba a hacerlo?

A pesar de que su tono fue amable, David supo ver que esa pregunta escondía algo detrás. No se había ganado la confianza de Abel. Al menos, no al cien por cien. El chico sabía que dudaba de él, pero también era consciente de que Abel iba a ponerlo a prueba en cuanto tuviese ocasión. David aprovechó que iba un paso por delante de Abel y se mantuvo callado. Si Abel quería que David confiase en él, eso era lo que David iba a aparentar que hacía. Y... ¿quién decía que no podía hacerlo lo suficientemente bien como para poner a Abel en contra de Sean? David no había pensado en esa opción, pero si seguía vivo después de esa noche, quizás comenzase a jugar todo lo que pudiese con esa idea.

Hola personitas preciosas!! Os está gustando? Quiero volver a actualizar entre mañana y pasado nuevamente con otro capítulo de David. Gracias por leer. ¿Qué creéis que pasará? 

Ig: itssarahmey

Fb: sarah mey libros

CIUDAD DE FUEGO© (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora