Capítulo 36

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David abrió los ojos poco a poco y sintió que la sangre se le congelaba. Ya no estaba en la nave donde se había reunido con sus hombres. Estaba en un lugar que se parecía a una nave vieja y olvidada, pero que era lo suficientemente confortable como para albergar una chimenea en ella y una cama más o menos cómoda en la que estaba tumbado y tapado. El chico apretó los dientes al notar como le daba punzadas la piel del estómago. Poco a poco, fue recordando lo que había ocurrido. Le habían disparado y él había matado a varias personas. Había sacado a los suyos de allí y había liberado a las mujeres, pero se había desmayado nada más hacerlo.

Conteniendo un gemido que se escapó de sus labios sin permiso, el chico de fuego se incorporó en la cama todo lo que pudo hasta darse cuenta de que estaba atado.

—Tranquilo. —le dijo una voz femenina que él reconoció.

Carmen se acercó a él y le sonrió de forma cálida, llamándolo a mantener la calma cuando sus manos lo liberaron y él pudo medio incorporarse en la cama.

—¿Qué...

—Te he atado yo porque no parabas de moverte de una forma demasiada alterada y me daba miedo que te arrancases los puntos del abdomen sin darte cuenta.

David cogió una bocanada de aire y miró el lugar. Era una especie de almacén abandonado con diversas máquinas que bien podrían ser para el envasado de productos alimentarios. El chico vio como un grupo de jóvenes se estaba acercando a él y distinguió a Eric entre ellos.

Notando la musculatura de la espalda dolorida por la posición en la que había estado y las muñecas rojas por las cuerdas, trató de buscar su pistola en la zona baja de su pantalón, pero era inútil ya que estaba desarmado.

—¿Cuánto tiempo he dormido y dónde estamos?—le preguntó David autoritario a Carmen, recuperando su faceta de líder y sacando los pies de la cama.

Le habían dejado su pantalón vaquero puesto, pero le faltaban los zapatos y las vestimentas que le habían cubierto de cintura para arriba. No sintió el frío que hacía debido a la situación que era capaz de adivinar que iba a ocurrir.

—Llevas dormido más de treinta y cuatro horas. Estamos a las afueras de Neone. Daniel te ha traído en su moto y los demás se han encargado de ir por vendas y todo lo que les he pedido para curarte. Es una herida profunda, pero estarás bien en poco tiempo. También he curado la herida de tu hombro porque estaba mal curada y muy roja. No he tocado las heridas de la espalda ni de las costillas.

David asintió agradecido, e iba a darle las gracias por todo aquello a la mujer cuando los demás llegaron donde él se encontraba. Todos sus antiguos subordinados estaban rodeándolo, y a ellos se les estaban uniendo todos los subordinados que habían sido de Marco y que aún lo miraban con recelo.

—Espero que tengas una buena explicación. —le dijo Daniel, quizás tratando de hacer que David se sintiese en peligro.

El chico de ojos grises le aguantó la mirada a Daniel de un modo peligroso. Tanto que el otro joven buscó su arma sólo por la inercia de la situación.

—Hasta desarmado sigo dándote miedo. —dejó caer David con suficiencia y pensando en cómo solventar aquello.

—Explica qué demonios ha pasado. —ordenó Eric que trataba de aguantar la compostura cuanto podía pero que aún estaba demasiado dolorido.

Todos ellos estaban en contra de David en ese momento. Y tenían sus motivos para ello. Habían atacado la nave porque él había delatado su posición. Los demás jóvenes no sabían eso exactamente, pero se imaginaban algo parecido. El chico estaba en un buen lio.

CIUDAD DE FUEGO© (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora