Capítulo 41.2

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—Sí —respondieron las tres al unísono, demasiado rápido y nerviosas.

—Recordad mantener la calma. Sois prostitutas y estáis acostumbradas a este tipo de situaciones. Puede que os hablen mal y os falten al respeto, recordad mantener la calma y todo irá bien —les dijo Paloma con voz tan calmada que Verónica se sintió más tranquila.

Ese tipo de tono no era normal en la siempre inquieta Paloma. Verónica la observó de arriba abajo. Parecía relajada como si pensase que aquello podía salir bien. Ya hacía tiempo que se había puesto horrorizada el tremendamente corto vestido negro que Paloma le había dado. A su lado, Eva iba igual vestida y se sentía muy incómoda consigo misma. Para colmo, había comenzado a llover a mares y apenas había visibilidad por las calles.

—Creo que el tiempo acompaña a lo que vamos a hacer —comentó Eva, mordiéndose una uña compulsivamente.

Verónica le agarró la mano y le sacó el dedo de la boca, sonriéndole con confianza para tranquilizarla. Aunque ella jamás engañaría a Eva. Se conocían demasiado bien para que la chica de ojos verdes no viese que Verónica estaba atacada de los nervios. Cuando Felix aparcó el coche tuvieron que centrarse de nuevo en el plan y repasarlo unas tres veces más para no cometer errores. Paloma le dio la mochila con el dinero a Felix y le dirigió una mirada de advertencia al tiempo que le enseñaba una pistola que ella misma llevaba en el maletín. Se las había apañado para hacerse con una.

—No trates de escapar con el dinero o yo misma iré a por ti.

Verónica abrió la boca y Eva la imitó. Ambas vieron como Felix tragaba saliva.

—¿Cómo has conseguido tanto dinero? —preguntó Eva.

Paloma dejó caer la cabeza sobre el respaldo del sillón.

—No quieras saberlo.

La forma en la que Paloma le respondió, el tono de voz en concreto que usó, hizo que nadie indagara más en eso.

—¿Cuánto dinero hay dentro de ese maletín?

Verónica sabía que había más de veintiséis mil euros. Ella misma le había dado la tarjeta a Paloma para que sacase todo el dinero, y la chica le había asegurado que iba a conseguir más.

—Unos sesenta mil —dijo ella.

Verónica sintió que le daba un paro cardíaco. ¿Cómo había conseguido Paloma tanto dinero por ella misma? Paloma jamás admitiría que había ido a pedirle dinero a Darren, y que lo había visto tan triste que había acabado durmiendo con él. La última vez que se vieron ella acabó enfadada con él, pero en ese momento era como si el chico hubiese cambiado, y lo mejor de todo, no le hizo ninguna pregunta al respecto e incluso se pasó la noche abrazado a ella sin intención de pasar de base. No fue hasta la mañana siguiente cuando ella lo buscó que ambos mantuvieron relaciones.

—Está bien. Eso es mucho dinero –se escandalizó Eva mordiéndose los labios.

Paloma la miró con interés.

—¿No irás a rajarte ahora verdad?

Eva negó con ímpetu.

—Por supuesto que no —dijo tan sólo, quizá herida en su orgullo feminista por la pregunta. ¿Cómo iba a negarse cuando en ese lugar debía de haber tantas personas que lo pasasen mal?

Félix tosió nervioso.

—Creo que será mejor que nos vayamos.

Las tres chicas intercambiaron una mirada y se abrazaron rápidamente, en un significativo gesto.

—Estás muy guapa sin flequillo —le dijo entonces Paloma, quizás tratando de decirle alguna palabra amable para asegurarse de que Verónica iba tranquila a ese lugar.

Los tres comenzaron a andar por la calle y Eva se llevó una mano a su segundo pendiente de la oreja izquierda.

—Paloma, ¿me escuchas? —preguntó mientras avanzaban por una calle en la que había muchas casas pegadas las unas a las otras y que parecían domicilios normales.

—Alto y claro —contestó Paloma, quien estaba escuchándolas a través de la pantalla de su pequeño ordenador.

—Genial —se alegró Verónica acercándose al oído de Eva—. Ahora silencia tu micrófono hasta que salgamos de este lugar.

Felix se detuvo en frente de una puerta normal y corriente, en color blanca y Verónica sintió un escalofrío recorrerla nada mas parar de caminar. Aquella puerta parecía la de una casa normal, y sin embargo era de todo menos eso. Era la puerta a la casa de los horrores. ¿Cuántas cosas podían ocultar cuatro paredes? ¿Cuánto sufrimiento? Felix miró a Verónica sin saber muy bien qué hacer y se agachó hacia ella.

—No sé qué combinación tocar para que me abran.

Verónica abrió los ojos sin entenderlo.

—¿Combinación?

Felix la escrutó con la mirada y cayó de pronto en que no se lo había contado.

—Paloma dijo que tú sabrías que combinación usar —le respondió expectante.

Verónica se llevó una mano al pecho en un gesto instintivo de señalarse a si misma.

—Dice que cambia cada noche, pero que tú sabrías identificarla. Hay que dar golpes en la puerta pero con un ritmo distinto. No me dijo nada más.

Verónica recibió aquello como un jarro de agua aún más fría que la lluvia que se deslizaba por su rostro. ¿Cómo demonios iba a saber ella una combinación para entrar en un sitio como aquel? A su lado, sintió como Eva se puso nerviosa y como cogió aire de forma rápida.

—Claro que la sé —dijo Verónica antes de que Eva perdiese el control demasiado pronto.

No podía arriesgarse a que su amiga, quien lo más rebelde que había hecho en toda su vida quizás había sido correr de un guardia cuando Paloma robó en aquella tienda, se pusiese aún más nerviosa de lo que Verónica sabía que estaba. Rápidamente miró a su alrededor. Una parte de ella era consciente de que si allí iban hombres de todas partes de España la forma de entrar no podía ser algo que no estuviese a la vista. Se detuvo a mirar el paisaje en el momento en el que una farola se apagó y se encendió rápidamente. Era la segunda farola más alejada de ellos, pero Verónica se fijó en cómo su luz parpadeaba con un ritmo que variaba pero era continuo. Temblando al darse cuenta de ello, miró a las otras dos personas que estaban con ella.

—¿Preparados?

Ambos asintieron, pero los dos estaban sumamente tensos. El viento rugió tras ellos y cuando Verónica les devolvió el asentimiento.

—Recordad que no podemos cometer errores. En este mundo un error equivale a la muerte —les advirtió recordando las palabras que David le había dedicado hacía algo de tiempo—. Así que, recordad que debéis de aparentar estar acostumbrados a hacer este tipo de cosas. Coged aire, y os quiero a los dos atentos.

Las otras dos personas asintieron, y al mismo tiempo, Eva la observó con una mirada de reconocimiento. Su amiga había cambiado y Eva lo sabía. Se había hecho más segura de sí misma y eso en gran medida era gracias a David. Verónica le sonrió antes de ponerse seria y mirar hacia la farola que no paraba de parpadear. Luego, golpeó en la puerta de entrada cada vez que la luz de la farola volvía a encenderse creando un sonido rítmico y constante. Al cabo de un minuto, la puerta se abrió y a ella se le congeló el corazón.

Holaa de nuevo personitas preciosas!!! ¿Qué tal estáis? ¿Os han gustado los capítulos? ¿Qué creéis que pasará? Contadme que tal que os leo <3 <3 Gracias por estar ahí, sois maravillosas! 

Ig: sarahmeywriter

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