T1 - C5.

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Narra Daniela Calle (Diana Smith).

Boston, Massachusetts, Estados Unidos.
22 de septiembre de 2018. 23:11 hrs.

-Al fin llegas.- Paula me miró desde el sofá. -Creo que ya te estás tomando muy enserio esa estúpida relación... Además Mario ha encontrado algo.

-Primero, bájale un poco a tus celos estúpidos y sin sentido.- me acerqué. -¿qué tiene?

-Las señales de donde intentaban rastrearte provienen de Nueva York, no de Cuántico, como habíamos pensado.

Me senté al lado de Paula, rápidamente ella se sentó en mis piernas. -Creeme Paula, que no estoy de humor para hacerlo.- la saqué de encima mío y me levanté.

-Nunca tienes humor, no desde que ella apreció en esta ciudad.- rodé los ojos antes de levantarle el dedo corazón.

Caminé hasta el fondo del pasillo, mi habitación, coloqué la clave que sólo yo sabía y entré asegurándome de que Paula no estuviese cerca. Había pasado algo que no quise mencionar a los chicos; una de las noches en que quedé en casa de Alice me di cuenta que había algo que no cuadraba con su pasado, decía no tener hermanos sin embargo; encontré la foto de dos pequeñas, probablemente ella y su hermana.
No quise mencionar nada, pues sabía que no era el momento. Teníamos dos meses conociéndonos, así que no tenía ningún derecho a preguntar sin esperar una pregunta de su parte; se había hecho un ritual pasar las tardes y noches en su departamento o en los restaurantes cerca de éste; a veces me sorprendía cuando decía algún comentario sobre química, física y matemáticas, aún no entendía la razón por la cuál estudiaba leyes.

Me encantaban esos momentos en que cantaba casi tan silenciosamente que debía poner mucha atención en escuchar su voz, pero me parecía muy extraño que nunca hablara con su madre mientras yo estaba ahí, de hecho, siempre guardaba el móvil apagado bajo su almohada. Al principio creí que era por intimidad entre nosotras, pero luego llegó esa idea de que ocultaba "nuestra relación a sus padres", lo terminé de acertar el día en que viajó a Timmins, dónde curiosamente sus padres habían vivido toda su vida, pero lo curioso no era eso, lo curioso es que anteriormente no había dicho a ciencia cierta en que parte de Canadá había nacido. La imaginaba más de la capital del país.

Con esos pensamientos miré lo que tenía enfrente, cada una de las fotografías de los agentes que me habían seguido desde mis dieciocho años; aún recuerdo cuando cumplí los 18, hace 7 años. Cuando papá decidió que ya era tiempo de hacer mi primer bomba, recuerdo que ese día peleé con mi madre, ella odiaba a papá porque lo culpaba de lo que yo sería en el futuro.

Pero no era así, cuando era pequeña había momentos en los que deseaba hacer tronar algo. A veces me picaban las manos por hacer lo que cada uno de los libros y revistas decían, en internet buscaba materiales que pudieran reemplazar y los compraba con la tarjeta de crédito de mamá. La primera y única vez que lo hice en casa me costó viajar hasta Nueva York para vivir con mi padre.

Ahí fue mi primer trabajo, con ayuda de papá había conseguido un buen contrato con un empresario, el cuál quería que sacudiera el edificio de su enemigo. Lo hice por unos cuantos miles de dólares.
No recuerdo estar nerviosa, al contrario, mis manos picaban para que presionara el botón de mi móvil que indicaba que la bomba estallara en ese precioso momento. El FBI decía que inconscientemente dejaba mi marca, mi sello, y en algún momento pensaba en crear una marca registrada, luego reía por las estupideces que llegaba a pensar en algunos momentos.

-He creado a la única mujer que es capaz de destruir ciudades enteras, no sólo con los explosivos que contruye sino también con esa belleza característica que posee, con ese corazón de hielo que nadie puede derretir.- aún recuerdo las palabras que Germán Calle, mi padre, dijo el día que miró el edificio derrumbarse.

Ahí fue cuando cada quien tomó tu rumbo. Papá viajó a Europa y yo a América latina, específicamente Colombia.

Donde todo comenzó, conocí a Mario, un especialista en computación y redes, luego viajamos a México, donde encontramos a Paula, una mujer estadounidense que había huido de la ley bajo el nombre de Cathleen, era una chica con sed de venganza a causa de su padre. Luego me reencontré con Jason, un hombre que le era fiel a mi padre; era francotirador y había trabajado para organismos gubernamentales, su último trabajo fue en el FBI donde lo despidieron por comportamientos extraños.

En el tablero había ocho fotografias, cada una con los nombres de los agentes, mi alias y la ubicación dónde me habían encontrado. La primera era Jenilee, una mujer rubia de unos 34 años; luego estaba Logan, al parecer era el jefe del FBI, especialmente de la Unidad de Análisis de Conducta. De ahí le seguían los hermanos Harold y Carol de 46 y 49 años, agentes de la Interpol y luego de la UAC. Isabella y el agente Garret habían sido colocados en el tablero hace dos años, luego que me descubrieran cruzando la frontera en Canadá. Al final estaba Patsy, una mujer de 34 años que rara vez salía junto a su equipo, pero hacía falta un rostro, mismo que estaba reemplazado por una figura femenina sin rostro. Ellas habían sido las últimas en encontrarme en Nebraska; aún no entendía que siguieran buscándome luego de nueve años.

Miré los periódicos que estaban a un lado de ellos, cada uno de ellos venían en una nota principal algún derrumbe o bombardeo que era de mi autoría.

Sonreí, necesitaba saber quien era la última mujer de mi lista antes de huir nuevamente, esta vez sola.

*

-¿Sabes que es lo mejor de estas fechas?- miré a Alice.

Había pasado un mes, un maldito mes en dónde no había tenido tiempo de pasar la mayor parte de mi tiempo a su lado. Un maldito mes donde sólo me había contactado con mi padre una vez y habíamos planeado mi escape, un escape triunfal que no dejaría rastro mío.

-¿Qué es lo mejor?- preguntó mientras caminábamos por la calle junto a un cúmulo más de personas.

-Las fiestas.- Sonreí. -Iremos a una fiesta de disfraces en Halloween, ¿no tienes ningún problema no es así?

Lo pensó por unos segundos, pero antes de que respondiera, tres disparos se oyeron a unas calles.

-¿Qué estará pasando?- preguntó intentando correr lejos de mí.

-¡Hey, hey! ¿Qué haces?- la jale hacia una tienda de comida, donde la mayoría de las personas se refugiaban.

-Nada, es sólo que... Me ponen mal esos ruidos...- su pecho se movía agitadamente y sus manos se apretaban en puños contra mi vientre. Era más alta que ella, pero sólo unos centímetros.

-Esta bien... estaremos bien.- besé su frente mientras tapaba sus oídos intentando persuadir los ruidos.

Quince minutos después, la policía local caminaba por las calles que ellos habían cerrado, había agentes y yo sólo quería escapar de ahí, pero no encontraba la manera sin que se mirara sospechoso.

Miraba alrededor buscando la forma de poder sacar a Alice de ahí, o por lo menos hacerlo yo, así que en un momento donde ella puso su atención a otra cosa, envíe un mensaje a Paula.

-Señoritas...- un agente, del cual yo ya conocía su nombre, se acercó a nosotras. -Deben salir de aquí lo antes posible.

-Como digas... Lo siento, como diga.- Alice tomó mi mano e intentó sacarme del lugar; su mano estaba sudada y caliente, además temblaba un poco.

Desde ahí comencé a darme cuenta de que algo iba mal, sólo me faltaba descubrir que era exactamente.

[RESUBIENDO] Agente Encubierto: MJ Garzón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora