T1 - C9.

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Narra Daniela Calle (Diana Smith).
Boston, Massachusetts, Estados Unidos.
21 de noviembre de 2018. 03:44 hrs.

Sabía que los días estaban contados para esta última identidad, había rentado un auto, mismo en el que viajaría hasta Miami y de ahí viajaría hasta Estambul. Donde comenzaría nuevamente, esta vez bien.

Había recibido un mensaje de Alice luego de casi dos semanas. Ambas habíamos estado muy ocupadas, yo por el último trabajo y ella por la universidad; la cancelación de la beca era algo larga y tediosa, así que consumía su tiempo. Pero había algo más ahí, algo que no quería que descubriera que yo sabía ya.

Caminé hasta su edificio luego de bajarme en la parada de autobuses, pude verla correr a través de la ventana de su habitación. Sonreí, esta chica me había vuelto loca en menos tiempo del que pensaba; pero estaba mal.

Di los dos toques en su puerta antes de escuchar como sus pies se movían en el piso de madera de su departamento.

-Hola. Te extrañé.- me abrazó por el cuello y besó mis labios, respondí, no tenía ningún problema al hacerlo.

-Yo también, ¿cómo has estado?- pregunté.

-Supongo que bien... ¿Quieres comer? Hice ensalada.- cerré la puerta detrás de mí y la seguí hasta la cocina. -No sabes la falta que me hiciste estos días.

-Estaba ocupada con el trabajo...

-Pasé por la cafetería, la señora Mortis dijo que habías renunciado.

-Sí, renuncié hace una semana. Cambié de trabajo, ahora en una oficina al este de la ciudad.

-¿Qué haces ahí?

-Ya sé. Mira, para resolver las dudas deberíamos de jugar a algo.- ella volteó para encararme. Cargó los bowls de ensalada y se sentó frente a mí, en la barra. -Ok, tienes diez minutos para hacer preguntas de lo que hice en esta semana. Pero, por cada pregunta que hagas, yo haré otra.

-Esta bien, esta bien.

Luego de las preguntas y el almuerzo, pasamos el resto de la tarde tiradas en su sofá mirando Friends, estábamos ya por la última temporada; así que entre besos, risas, palomitas y refresco, llegó la noche. Era una noche fría, así que me quedé en su departamento; esa noche sólo dormimos.

Bueno, ella dormía mientras yo la miraba y pensaba en estos pocos meses que había pasado a su lado.
Lo poco que recuerdo de los buenos momentos con mi madre, era cuando hablaba del amor, el verdadero. Ella decía que cuando conoció a papá, él era el hombre de su vida; con el que pasaría toda su vida, pero todo cambió cuando mamá descubrió el secreto de mi padre.

Mamá lo descubrió cuando estaba embarazada de mí, así que por esa razón estuvo a su lado los primeros cinco años. Pero luego lo dejó, por su bienestar; a Germán lo seguían policías, agentes, militares y narcotraficantes. En todos lados mencionaban que era uno de los más grandes narcotraficantes de Estados Unidos.

A los diez años, fui a vivir con él a Estados Unidos, mi madre en Colombia decía que no podía aguantarme porque estaba loca, desquiciada. El amor y admiración que sentía hacía papá me llevaba a pensar que tenía y debía ser como él, pero en una versión mejorada. Así que cuando descubrí como se podían fabricar explosivos, comencé a experimentar.

Tiempo después, bajo el cuidado de mi padre y Jason, su mano derecha, comencé a mejorar mis tácticas, y también a cambiar mi apariencia física. Cuando fabricaba las bombas, antes de los 18 años, mi padre era el que se encargaba de venderlas; pero a mis 18 fue mi primer trabajo, y al apretar el botón del móvil en mi mano, la sangre corrió eufórica por mis venas.

La sensación de mirar edificios caer, era algo que no podía explicar. Recuerdo leer un artículo que decía que los bombarderos causaban daños por mero deseo sexual, ya que al ver como la bomba explotaba y las consecuencias que esta traía después una sensación parecida al orgasmo. Era una estupidez, por lo menos en mi caso no era así.

No podía explicar lo que sentía cuando miraba caer un edificio y la verdad, no sentía nada de remordimiento al ver el número de personas que resultaron muertas o heridas.
Pero los últimos meses, comenzó a importarme. Todo pasó cuando una pequeña niña invidente estaba frente al auto-bomba que había fabricado, ver como sus manos intentaban reconocer aquél auto y la desesperación que sintió cuando los policías comenzaron a alertar la existencia de una bomba en el área. Salí de ahí con la intención de explotar aquella bomba, misma en donde murieron 7 personas, cuatro oficiales, la niña invidente y dos civiles mayores.

Esa fue la primera noche en que lloré por causar daño.

Sentí unos dedos cálidos recorrer de forma inversa el camino húmedo que había marcado mi lágrima.

-¿Qué es lo que te atormenta?- la voz de Alice sonó adormilada. -No es la primera noche que te veo llorar, mucho menos la primera en que tus ojos castaños muestran miedo y rencor.

Sus palabras resonaron como lo que Jenilee, una agente del FBI dijo una vez.

-¿Crees que una persona puede reinventarse?- intenté quitar los pensamientos estúpidos.

-Probablemente, pero deberá de tener una fuerza de voluntad increíble para hacerlo. ¿Quieres hablar de algo?- preguntó temerosa.

-Es muy triste saber que no puedo contarte nada sin el temor de que mañana no querrás hablar conmigo.

Ese sólo era el inicio de lo que me llevaría a la respuesta que estaba buscando.

-No me he alejado en estos meses por una razón.- se alejó de mí y se acostó mirando al techo, la imité. -Estoy segura de que quieres escuchar la razón. Pero la razón la sabes, en el fondo la sabes.

Y sí la sabía, había descubierto ya el rostro que faltaba en mi mapa de agentes que me habían seguido desde los dieciocho. Además que las palabras que escapaban de su boca a veces me hacían recordar a algunos agentes que hablaban de mí.

-¿Cuál es tu ciudad favorita?- pregunté para intentar desviar el tema.

-¿De América o en general?

-De otro continente, excepto América.

-Me gusta Venecia, Amsterdam y Estambul. ¿Por qué? ¿Cuál es la tuya?

-Francia, Rusia o Japón.

Mierda.

[RESUBIENDO] Agente Encubierto: MJ Garzón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora