24. Lástima.

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Mientras mi padrino fue a comprar para la cena Barb nos invitó a sentarnos en la sala y compartir un té. Ella hablaba animadamente acerca de los hijos de una de sus amigas que la habían visitado el día anterior, dijo que sería lindo si pudiéramos visitarla algún día porque les había hablado mucho de mí. Siempre me pregunté por qué ellos no tenían sus propios hijos pero no fue un tema que hubiera salido o que alguno hubiera sacado en algún momento; asumí que ellos no querían, pero entonces ella se emocionaba con los niños y Lance parecía adorarlos también. Incluso tenía fotos mías, por doquier, de cuando era pequeño.

Esas fotos eran las que estaban ocupando a Milo mientras Barb terminaba de preparar la infusión.

—¿Eres tú? —consultó mirando un bodoque de cinco años sonreírle a la cámara mientras levantaba el dedo pulgar. Esperé a que me observara para asentir. —¿Ellos son tus padres?

—Ellos son —respondí mientras él tomaba un portaretrato en la que estaban mamá, papá y un yo de unos ocho o nueve años.

—Tu madre era preciosa.

—Lo sé, soy igual a ella —aseguré inflando el pecho, Milo hizo un escaneo descarado de mí y largó una carcajada.

—Ya quisieras marica.

—Oye, soy apuesto, tú lo dijiste —aseguré tirándole un almohadón y dándole en la espalda. Me miró de mala gana y volvió a dejar el retrato en su lugar.

—¿Por qué no hay fotos tuyas de ahora? —me encogí de hombros. —¿Es porque en las que tienen estás muy feliz y tú ahora estás triste todo el tiempo?

—¿Qué?

—Ellos no pueden tener fotos tuyas porque sería incómodo tener una foto de alguien que simula todo el tiempo.

—¿Simular?

—Cuando sonríes para complacer a los demás, se nota que no lo sientes —dijo sentándose a mí lado y encogiéndose de hombros. —Tú debes pensar que funciona, pero para personas observadoras como yo o personas que te conocen tanto como ellos, no lo hace.

—A veces sí lo siento realmente —me atajé ofendido.

—Lo sé, y me gusta ese Nash. Pero mayormente siempre es el otro, el que no se deja conocer bajo ninguna circunstancia —me miró y tiró su mano a mi rostro. —Debería tomarte fotos cuando estamos juntos, me odias tanto y es una emoción tan pura que apuesto que tus padrinos no durarían en colgarlas en la pared.

—No te odio —aseguré empujando su mano para terminar el contacto.

—Pero eres muy auténtico conmigo.

—Porque confía en ti —dijo Barb ingresando con una bandeja con tres tazas y unas cuantas masas secas. Milo la observó fijamente con su cara inmutable, ella había oído gran parte de nuestra charla. —Nash siempre ha sido así. Desde que era pequeño.

—¿Así cómo? —consultó mi amigo mientras ella se sentaba.

—Así... —me señaló con su mano. —Él trata de agradar y ser amable con todo el mundo, todo el tiempo. Pero cuando él se enoja y te lo hace saber, cuando algo no le gusta y te lo dice, entonces sabes que él confía en ti.

—No es tan

—Nosotros ya lo sabíamos mucho antes de que él viniera a vivir aquí —continuó Barb ignorándome completamente. —Conocemos a Nash desde que estaba en la panza, lo veíamos actuar con sus padres y con... con Ian. Pero cuando vino a vivir él estaba conforme con todo, nada le molestaba, todo iba bien. Él sonreía todo el tiempo, cuando lo mirábamos, luego simplemente ponía esa expresión triste y sabíamos que no estaba bien. Nosotros siempre sabemos.

Temporal: Presente FuturoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora