3. Costara lo que costara.

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Conocí a Alex cuando tenía unos ocho años. Mi padre había fallecido dos años antes y mamá conoció al padre de mi amigo en una reunión de negocios; mamá era hermosa en ese tiempo y el hombre no tardó en conquistarla y quitarle un poco del dolor que sentía en su corazón.

Estuvieron saliendo algo así como un año y luego Pepe llegó a vivir a nuestro hogar. Al principio vino sólo, pero unos meses más tarde mamá me dijo que vendría el hijo de él a vivir con nosotros y yo debía compartir mi habitación con el chico. Me enojé a sobre manera, era mi habitación, eran mis cosas, por supuesto no quería compartirlas con un extraño. Yo nunca había compartido nada con nadie, todo había sido para mí.

Pero a pesar de mis berrinches, mi mal comportamiento y mi constante llamado de atención en todos los lugares que transitaba (me llamaban mínimamente tres veces por semana a la dirección del colegio por mal comportamiento), Alex llegó a vivir con nosotros.

Él tenía 12 años. Era un adolescente. Me enojé también por eso. ¿Por qué tenía que tener un nuevo hermano que ni siquiera podría jugar conmigo? No. Eso estaba muy mal. Además, él era bueno, amable, carismático, simpático, adorable, tolerante y todos los adjetivos buenos que existe en el puto mundo. Mi familia entera lo adoraban y todo el tiempo me comparaban con él porque yo era todo lo contrario. Me caía muy mal pero no podía dejar de seguirlo con mi mirada, todo el tiempo.

Alex tardó mucho en lograr acercarse a mí y, cuando finalmente lo hizo, su alegría fue innegable. Él se veía realmente alegre cuando dejé que jugara a los vídeo juegos conmigo y no pude evitar contagiarme también. No tardó más de dos semanas en convertirse en mi héroe y conseguir que lo siguiera como un perrito faldero a todos lados.

Cuando cumplió 16 y yo tenía 12 algo comenzó a ir mal. Con él y conmigo. Alex se comportaba rebelde y desafiante con su padre, no le hablaba a mamá y se pasaba todo el día fuera de casa, en el colegio, practicando con su equipo de fútbol o en casa de algún amigo. Yo por mi parte estaba celoso de todo lo que lo rodeaba, quería que estuviera conmigo y con nadie más, quería que vuelva a ser el Alex que estaba disponible para mí 24/7 y no ese que apenas me miraba cuando llegaba a dormir.

Me enteré que tenía novia. Bueno, eso fue lo que dijo mamá un día que yo le grité que al único que quería ver era a Alex y que él ya no me veía, no tenía ojos para mí. Entonces ella dijo eso y me enfurecí aún más. Me había cambiado por una chica ¿Qué sentido tenía eso? ¿Por qué me enojaba tanto? Lo quería, sí, pero esa forma de quererlo era demasiado.

Uno de mis amigos del secundario, cuando yo tenía trece años me preguntó si acaso no estaba enamorado de él. Lo miré horrorizado y le dije que Alex era mi hermano, que no tenía sentido aquello. Mi amigo se encogió de hombros diciendo "Ustedes no son hermanos" y luego cambió de tema. Pero esa sugerencia me empezó a hacer tanto ruido que no podía dejar de pensar en ello y, poco a poco, comencé a comprender que sí, que quizás sí estaba enamorado de él. Quiero decir, yo tenía novia en ese tiempo también, pero no se comparaba en nada lo que sentía por Alex.

Mi hermanastro cumplió los 17 y se fue de casa. En su mismo cumpleaños dijo que no podía seguir mintiéndole a todo el mundo. Dijo: "Sé que me lo pediste papá, pero no puedo. Ser gay no es fácil y se hace más difícil si tengo que mentir todo el tiempo. Yo lo lamento, pero no puedo seguir así."

Mamá me tenía sujeto por los hombros y apretaba con fuerzas mientras Alex seguía hablando. Dijo que no viviría más con nosotros, entendía que no tenía que hacerlo, que no había rencores pero tampoco quería mantener ningún tipo de contacto con nosotros. Me miró fijamente antes de decir: "Especialmente contigo."

Quise preguntarle qué le había hecho. ¿Por qué era que no quería verme más? Pero no pude. Cerré la boca y asentí bajando mi mirada pensando que quizás se había dado cuenta de lo que sentía por él y era por eso que no quería verme nunca más.

No pensé en ningún momento "Oh, vaya. Él es gay, yo soy gay, podemos estar juntos". No. Lo mío siempre había sido completamente platónico, y cuando él dijo que no quería verme más entendí que nunca pasaría de eso. Pero claro que entender y aceptar no es lo mismo.

No me quedé tranquilo luego de que él se marchó y continuaba llamándolo todo el maldito tiempo. Claro que él me contestaba las llamadas y los mensajes, yo era "su debilidad" después de todo, según decían mamá y Pepe. Hasta que cuando yo cumplí los 16 y le dije. Le dije que estaba enamorado de él y quería saber si tenía una oportunidad.

Él llamó en esa ocasión. Atendí emocionado y mantuvimos una charla normal hasta que yo hablé.

¿Tú cómo has estado? ¿Sigues con esa chica?

—No —dije con la garganta apretada. —Ella es linda, sabes, y es buena conmigo pero...

¿Pero? —consultó curioso.

—Ella no es tú —largué bruscamente. Detrás del teléfono sólo había silencio. —Quería decírtelo en persona, tú sabes, pero como no quieres verme no tengo otra salida.

¿De qué estás hablando? —quiso saber con un tono de notable enojo.

—No fue como si lo hubiera planeado Alex, lo lamento. Pero este sentimiento empezó a crecer y ya no puedo callarme más. Me gustas. Te quiero.

Milo —suspiró. —Estás confundido, lo entiendo. Has crecido a mi sombra y piensas que te gustan los chicos, que te gusto yo, pero no es así. Esto es sólo una etapa, va a pasar.

—Esto no es una etapa —aseguré con furia. —Sé lo que siento y sé lo que quiero. Te quiero a ti Alex.

Milo —repitió con voz cansada. —No hagamos esto. Tú piensas que me quieres, pero no es así, o sea, sí, me quieres y está bien, pero no es amor. Yo no te gusto. Tú no eres gay.

—Quizás no sea gay, pero estoy enamorado de ti Alex.

Detente. En serio, ya no es gracioso. Sé que soy gay y que la gente quizás piense que puede experimentar con nosotros para sacarse dudas. Pero no es así.

—Primero que nada, no es un chiste. Segundo no quiero experimentar y no pienso eso. Y tercero tú no puedes mandar en lo que siento. Te amo.

Voy a cortar —informó. —Yo, realmente lo lamento, pero no podemos seguir hablando en estos términos. De hecho, no creo que sea buena idea que volvamos a tener contacto. Voy a cambiar mi número y te olvidarás de mí. No me llames, no me busques.

—Alex —advertí completamente aterrado.

Ya verás cómo se te pasa. En serio, es una etapa. Cuando todo esté más claro nos volveremos a comunicar. Te quiero hermano.

—Yo no soy tu hermano —dije con furia y fui yo quien cortó. Fui yo quien borró su número y fui yo quién decidió que lo olvidaría. Costara lo que costara.

Temporal: Presente FuturoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora