44. Familia.

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En alguna oportunidad había guardado el contacto del doctor Patrick en mi teléfono, no sé porqué pero pensé que sería buena idea y por supuesto que lo fue.

Sin soltar la fría mano del muchacho tomé mi teléfono y le marqué. Pude ver en mi reloj que apenas pasaban de las 10 de la mañana, no era tan tarde como había pensando en un principio, pero era domingo y habían muchas probabilidades que el doctor no me atendiera.

El teléfono repiqueteó alrededor de seis veces antes de que una voz adormilada respondiera tras la línea. ¿El problema? Yo no sabía que decir.

¿Bueno? —consultó con tranquilidad. Abrí mi boca y suspiré buscando las palabras, pero no sabía, sinceramente, qué decirle. —¿Hola? Puedo oírte tras la línea... ¿Quién habla?

Repasé la última pregunta. Yo podía responder aquello, eso era algo que sí podía hacer.

—Nash —dije con más esfuerzo del que me hubiera imaginado.

¿Nash? —consultó tomándose unos microsegundos antes de, lo que pareció, ponerse de pie. —¿Pasó algo con Milo?

Otra vez repasé la pregunta en mi cabeza. Sí, había pasado algo, yo podía responder eso.

—Él... Milo no se ve muy bien —dije con el pecho pesado, con la respiración entrecortada y apretando su gélida mano que no hacía más que quitarme calor. —Está frío. Está muy frío.

¿Está respirando? —consultó con tranquilidad fingida. Respiré profundamente, él estaba respirando, hacía segundos atrás Milo lo estaba haciendo. —¡Nash! ¿Está respirando?

—Creo que sí —dije tragando saliva una vez más, nunca había sentido tanta presión en mi garganta como en ese momento.

Escucha... —respiró profunda y sonoramente. —Necesito que acerques tu rostro a su nariz y lo sientas ¿Está respirando?

Miré su rostro otra vez y noté que sus ojeras eran extremadamente violáceas, casi tanto como sus labios. Tardé unos largos segundos y me arrimé a él, ahí estaba, podía sentirlo, débil pero cálido.

—Lo está...

Escúchame, dame la dirección de tu casa —pidió mientras por detrás de él se escuchaban rápidos movimientos. —Iré allí ¿De acuerdo? Estaremos en unos minutos y todo estará bien ¿Me escuchas?

—Sí... —dije dejando caer mi cara en su pecho oyendo los lentos latidos de su corazón, apenas imperceptibles.

Le pasé la dirección de mi departamento y le pedí que se quedara conmigo al teléfono, si él cortaba yo no sabría cómo seguir respirando.

Patrick comenzó a hablarme de algo de lo que no tenía que darle una respuesta y, de todas maneras, si hubiera sido así no habría podido dársela.

Me aferré a la fría mano de Milo y a la esperanza de que ese corazón no dejara de latir en esos minutos que la ambulancia venía con la sirena encendida y que yo podía oír por detrás del teléfono. No sé cuánto tardó, podría haber sido mucho o poco, pero para mí se hizo eterno, hasta que la oí fuera, en la calle.

Segundos después golpearon la puerta del departamento y, aunque no entiendo cómo, corrí allí para dejar pasar al doctor y dos paramédicos que venían con él. Les indiqué el lugar y apenas pude seguirlos. Cuando llegué al portal de la habitación me quedé allí y vi cómo le tomaban la presión mientras le conectaban un aparato al pecho, de alguna forma ellos lo habían desvestido muy rápido. 

Temporal: Presente FuturoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora