34. Incómodo.

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La primera noche de vuelta en mi departamento dormí muy mal. No sólo por el constante gimoteo de alguien que se oía dentro de la vecindad, sino también porque la cama se sentía extermadamente grande. Y lo digo en serio, mi cama era pequeña, pero había mucho espacio visto y considerando que las últimas semanas había estado durmiendo pegado a alguien más.

Me "desperté" alrededor de las diez de la mañana. Me preparé un desabrido té y abrí la puerta hacia el patio interno de los departamentos para ventilar un poco, no es que hubiera tanto olor a encierro, pero sí había.

—Buenos días —saludó una voz gruesa llamando mi atención. Me encontraba barriendo deligentemente debajo de la cama.

Me enderecé y miré a un muchacho apoyado relajadamente en el marco de mi puerta. Era alto, fornido y de mirada intimidante.

—Buenos días —dije acercándome a él y tendiendo mi mano. —Soy Milo.

—Tiziano, mucho gusto —apretó mi mano y me dejó ir haciendo una inspección descarada de mi persona. —Había visto a otros sujetos por aquí, incluso a una mujer. Pero supongo que tú si eres quien alquila el lugar ¿No?

—Efectivamente. ¿Tú?

—Soy del seis —informó señalando el departamento más alejado. —No me mudé hace mucho tampoco, antes vivía otro de mis amigos. Ignacio.

—No llegué a conocerlo, estoy hace relativamente poco —suspiré incómodo. ¿En que parte del contrato del alquiler decía que teníamos que hacer sociales con los vecinos?

—Ya veo... oye, yo sólo quería avisarte algo —se apresuró a decir también con incomodidad. —Resulta que hace unos días falleció la hermana de la dueña de aquí. Fue algo bastante traumático ¿Sabes? Y desde entonces ella no ha estado bien —asentí un poco perdido. —Te lo quería decir porque ayer te vi "hablando" con ella... y además porque a veces por las noches se escuchan gritos y llantos.

—Oh, ya veo...

—No quiero que pienses que alguno de los que alquilamos estamos matando a alguien o algo —rió como un idiota. —Digo, cada uno con sus fetiches y perversiones, pero sólo que no es el caso.

—Okay...

—Okay... —repitió rascando su nuca. —Buena charla... así que, nos vemos por aquí supongo.

—Okay. Hasta luego.

El muchacho hizo un asentimiento de cabeza y se fue arrastrando los pies de con dirección a su departamento. Esa había sido la charla más incómoda que había tenido en mi vida, pero por lo menos me había servido para entender la actitud de la dueña y los ruidos extraños de la noche anterior.

Continué con la limpieza por un poco más, el lugar era chico así que en menos de una hora tenía todo liquidado. Me senté en la cama y miré el lugar de la almohada, debía comprar una visto y considerando que la mía no la recuperaría en lo inmediato y quizás nunca, Nash era un idiota y estaba seguro que no la traería incluso aunque le mandara un mensaje pidiéndosela. Además, no podía utilizar el recurso del ese objeto otra vez para hablarle, no había manera que lo hiciera y aunque lo hiciera sabía que él no respondería porque sí, porque él era un idiota.

Me puse en marcha sin darle más vueltas al asunto y fui al supermercado 24 horas que tenía cerca y compré la bendita almohada además de algo de comida ya que no tenía más que té y galletas en mi casa.

Cuando regresé me encontré con Josh en la puerta de mi casa, estaba sentado en el piso con el teléfono entre sus manos tarareando una canción. Lo miré alzando las cejas pero él no notó mi incomodidad, se puso de pie de un salto y me saludó con un abrazo. Lo invité a pasar, no podía simplemente echarlo aunque no tuviera ganas de ver a nadie, y le indiqué la mesa para que tomara asiento. Claro que no lo hizo, informó que había comprado algo para almorzar y se puso a cocinar la pizza que había llevado.

Temporal: Presente FuturoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora