48. Fluir.

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Las dos semanas que siguieron se hicieron inexplicablemente cortas. Sentí como si hubieran pasado en un parpadear. Todos los días me los pasé con Alex, él me acompañaba a todos lados, incluso a rendir mis exámenes, y de pronto su compañía se me había hecho costumbre. 

Él no me presionaba cuando estábamos fuera, era todo muy natural y hasta podía decir que se sentía bien. Pero cuando estábamos en su casa, o en la mía, él se convertía en alguien muy atento y cariñoso.

Alex estaba siempre sobre mí, me besaba, me acariciaba y esperaba paciente alguna respuesta de mi parte. Yo intentaba, con mucho empeño devolverle un poco de todo lo que él me daba, pero no podía hacerlo completamente. Sus besos, sus caricias, sus palabras, nada de lo que hacía se parecía a los de Nash y me sentía absolutamente mal comparándolos.

Podía decir que claramente él se daba cuenta de aquellas cosas, siempre se veía triste cuando yo lo detenía o le pedía que me dejara para poder estudiar o poder descansar, pero nunca decía nada. Hasta esa noche cuando estábamos sentados en mi cama mirando una película en su computadora.

Alex tenía sus dedos entrelazados con los míos y su boca cerca de mi cuello dejando a los protagonistas en segundo plano. Él comenzó a repartir pequeños besos en el lugar mientras su mano libre se entrecolaba en mi cintura y comenzaba a acercar al borde de mis boxers.

—Alex...

—¿Qué? —consultó dejando la computado de lado y tirando de mí hasta dejarme ahorcadas sobre él. —¿No te gusta?

—No, sí, no lo sé... —dije mientras él volvía a mis labios y sus manos se apretaban en mi trasero para acercarme a su cintura y demostrarme que a él sí le gustaba aquello, y le gustaba mucho.

Sus labios se dirigieron nuevamente a mi cuello y sus manos fuero a mi remera que rápidamente quitó dejándome completamente vulnerable. Comenzó de inmediato a estimular mis pezones mientras sus labios comenzaban a recorrer mi pecho.

Me empujó y me recostó sobre la cama poniéndose sobre mi cuerpo no sin antes quitarse la prenda superior también. Él tenía un torso extraordinario, mil veces mejor que el de Nash, pero claro, Alex sí se ejercitaba y le gustaba estar en forma. A Nash no le podía pedir mucho, él era más bien sedentario.

Alex volvió a besar mi torso y bajó sus labios hasta mi ombligo antes de que lo detuviera. Sus manos se afirmaron fuerte en los costados de mi cintura, con frustración, pero se detuvo. Volvió a mi boca aunque esta vez fue su mano la que se acercó a mi miembro y me acarició por encima de mi pantalón.

Por supuesto hubo una reacción allí y lo vi sonreír a modo de autofelicitación. Alex no esperó ni un segundo antes de meter su mano y tener contacto directo con él, su mano era fría y apretaba un poco más fuerte de lo que me hubiera gustado, sin embargo mi reacción fue automática y mis caderas se movieron en busca de más contacto.

Me masajeó con diligencia, él sabía perfectamente lo que hacía, incluso lo hacía mejor cuando algunos quejidos se escapaban de mi boca, pero realmente no podía dejar de compararlo con las veces que habíamos estado en la misma situación con Nash y fue su rostro el que apareció en mi mente cuando cerré los ojos antes de llegar al clímax.

Alex se frotó contra mí y una de sus manos se dirigieron a mi trasero, pero no pude seguir luego de allí. Lo detuve con sutileza y le dije que me disculpara, que no podía. Él se mostró triste, pero no dijo nada, se retiró al baño y volvió unos momentos después, con su pelo mojado y su piel fría. Me pidió dormir conmigo y se aferró a mi cuerpo caliente durante toda la noche.

Al día siguiente, cuando me desperté, me sentía completamente culpable. No sólo por Alex, sino por Nash. Sentía como si de alguna manera lo había traicionado.

Temporal: Presente FuturoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora