No tiene derecho

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Lloré. Lloré durante toda la noche sintiendo que había perdido a Miriam para siempre por mis tonterías. Tengo 19 años y aún no he mantenido relaciones sexuales, es normal hacerlo. He sido una tonta al pensar que Miriam me esperaría hasta estar preparada. Ella ya ha estado con otras personas y evidentemente ha mantenido sexo demasiadas veces, es normal que lo quiera hacer conmigo. Había pasado toda la noche lamentándome por haberla obligado a parar, en realidad lo estaba pasando bien, solamente quería que mi primera vez fuera diferente, como tantas veces había soñado. 

Decidí que ya era hora de levantarme de la cama, no podía pasarme metida allí todo el día aunque fuera lo que más deseaba en estos momentos. No quería que mi madre se preocupará por mi y menos que me pidiera explicaciones. Todo sería más fácil si le pudiera explicar como me siento y que está pasando con Miriam. Siempre hemos tenido la confianza para contarnos todo, desde pequeña hemos hablado como si fuéramos amigas. Ella siempre me ha contado todo y me ha dado la oportunidad de hablar con ella abiertamente de todos los temas. En mis anteriores relaciones le contaba todo, incluso estuve con uno chico más mayor que yo, llevábamos mucho tiempo juntos y él tenia ganas de tener relaciones. Le pregunté que aria ella en mi situación. Con toda la confianza ella me dijo que debía hacerlo cuando de verdad sintiera que estaba preparada y que si él me quería me esperaría el tiempo que hiciera falta.                              
Ahora me sentía mal por no poder ser sincera con ella y contarle que amaba a una mujer y que yo lo veía como algo normal. Necesitaba su ayuda y su apoyo pero el miedo me bloqueaba. 

Mientras todos aquellos pensamientos rondaban mi cabeza, me preparé para salir de casa. Escogí de nuevo un outfit básico y sencillo. Pasé por el baño para lavarme la cara con agua bien fría en un intento fallido por bajar el volumen de mis ojeras. No me maquillé, cualquiera en mi lugar lo abría hecho para disimular la mala cara pero a mi en estos momentos no podría importarme menos. Me hice un moño alto para evitar tener que desenredar mi pelo y me dispuse a bajar a la entrada para complementar mi outfit con mi abrigo y mi bufanda. Al verla, Olivia apareció por mi cabeza recordándome los momentos que vivimos hace apenas dos días. Intentando evitar a mi madre, abrí la puerta para a continuación despedirme de ella con un grito y cerrar la puerta. 

Me encaminé hacia la Golondrina para tomar un poco de aquel reconfortante café e intentar mejorar un poco el día que me esperaba. Al llegar me acerqué a la barra apoyando mis brazos sobre ella mientras Oscar se dirigía hacía mi. 

- Buenos días pequeña. ¿Que tal estas?- Creo que realizó aquella pregunta para no ser indiscreto.  A la vista estaba que no había tenido una buena noche. 

- Una mala noche.- Respondí a secas intentando no sonar borde. No quería que me pasará como la anterior vez.- ¿Me sirves un café bien cargado y una magdalena de aquellas?- Dije señalando la pasta en cuestión. 

- Ahora mismo preciosa. Toma asiento y ahora mismo te sirvo.- Me sonrió amablemente. 

Como siempre que venia sola, me dirigí hacia la mesa que compartía con Olivia. Ocupé mi asiento correspondiente y me desprendí de parte de mi vestimenta. Me dispuse a buscar de nuevo el libro que llevaba apenas una semana leyendo y no había conseguido pasar de la página cincuenta por más ganas que le pusiera. Divisé el libro y después de cogerlo volví a mi sitio para comenzar con mi lectura mientras acababan de preparar mi desayuno. Y allí estaba de nuevo, aquel pequeño papel marcando en que página me había quedado la última vez. En esta ocasión lo agradecí ya que la anterior vez salimos corriendo y apenas me dio tiempo de fijarme en la paginación. Como siempre, deje de lado aquel tema. Tarde o temprano descubríria a que se debía aquello, o no.                                                                                                 Pocos minutos después Oscar posaba mi desayuno sobre la pequeña mesa interrumpiendo mi lectura a la que no podía estar más enganchada. Levanté mi vista y allí estaba ella. 

- Buenos días.- Saludó. Le devolví la sonrisa intentando ser amable con ella. 

- Gracias Oscar.- Dije desviando la mirada hacía él. 

- ¿Estás bien?- No pensé que fuera tan directa.- No es por sonar grosera pero tienes muy mala cara.- Prosiguió mientras tomaba asiento frente a mi. 

- Puedes juzgar por ti misma. Creo que hoy es más que evidente que no he tenido mi mejor noche.- Hice una mueca de evidencia. 

- Ya veo. ¿Que ha pasado?- Preguntó.

- Miriam.- Respondí mientras miraba como mi café se mareaba por las vueltas que le estaba dando con la cucharilla. 

- Como no, siempre Miriam.- Soltó un corto bufido Olivia.- ¿Que ha hecho está vez? 

- No te lo voy a contar, me muero de la vergüenza.- Cada vez me hacía más pequeña en mi asiento. 

- Laura, puedes contarme lo. Si te puedo ayudar en algo... Estoy aquí para escucharte no para juzgarte. No pienso reírme de ti.- Mantenía su mirada puesta en mi fijamente. 

- Esta bien... Ayer, a-ayer.- Estaba tan nerviosa que no podía continuar. Olivia posó su mano sobre la mía dándome así la tranquilidad que necesitaba para seguir.- Ayer Miriam, intento que hiciéramos el amor. 

- ¿Y que tiene de malo eso? Es algo normal que hace todo el mundo ¿es tu pareja no?- Preguntó ella. 

- Bueno... digamos que se puso un poco insistente. Empezó a besarme y yo no me lo esperaba le dije que parara. Era mi primera vez y estaba nerviosa, no quería que fuera así.- Sin querer hice un pequeño puchero. Tenía ganas de llorar pero conseguí contenerme. 

- Laura.- Dijo esta vez poniendo su mano en mi barbilla lavantandola para que la mirara a los ojos.- ¿Ella te forzó?- Su cara era de preocupación, parecía que en cualquier momento se le iba a desencajar. 

- No. Le dije que parará y paró.- Volví a bajar mi vista a la taza de café a causa de mi vergüenza. Ella soltó mi cara.- Pero después recogió sus cosas y se fue sin decir nada. Se enfadó.- Un corto silencio.- Si es que no puedo ser más imbécil, pretendo que mi primera vez sea como esas  historias de amor que salen en las películas o en las novelas románticas, y la vida real no es así. La he perdido. ¿En que estaba pensando? ¿Tanto me costaba seguir? Por dios tengo diecinueve años ya.- Dije sollozando. 

- Eh, eh mírame. Tu no tienes la culpa de nada y muchos menos eres una imbécil por pensar así. ¿Quien no quiere que su primera vez sea de ensueño? es lo que nos han enseñado desde pequeños. Lo que hemos idealizado. No entiendo el enfado de Miriam, tendría que haber parado al darse cuenta de que no estabas a gusto y tendría que haberte abrazado y haberte transmitido la tranquilidad que necesitabas.- Estaba enfadada. 

Cuando nos volvamos a encontrarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora