Seguí paseando mientras pensaba en la conversación tan divertida que habían mantenido aquel par. Me recordó a mi infancia, mi padre siempre me decía lo mismo: que siempre seria su pequeña princesita y que solo él podía ser mi príncipe.
Divisé a Olivia haciendo que mis pensamientos se esfumaran. Decidí mantenerme lejos, casi escondida, la podía ver acompañada de una chica algo más joven y muy guapa. Ambas salían sonriendo y parecían estar disfrutando mucho. Iban cargadas de bolsas, parecía que habían pasado la tarde de compras ¿navideñas? Las observé mientras se alejaban, iban demasiado juntas y se las veía muy felices, ambas abrazadas a veces acercándose demasiado para susurrar algo en el oido de la otra. Dos preguntas se repetían una y otra vez en mi cabeza: ¿Olivia tenia novia? ¿y porque no me lo dijo cuando se lo pregunté?Seguí paseando a paso lento para no ser vista por ellas. Llegué a casa encontrando a mi madre en la cocina terminando de preparar la cena.
- Hola cariño. ¿Donde estabas? es muy tarde.- Preguntó mi madre mientras me aproximaba a ella para darle un beso.
- He estado en casa de una compañera haciendo un trabajo y al salir he decidido ir a dar una vuelta, quería ver un poco el ambiente y ver como habían dejado este año la decoración de las calles.- Contesté
- ¿Tu?- Clavó la mirada en mi con un gesto de incredulidad.- ¿Has ido a pasear y ver las luces de navidad? No has querido saber nada sobre eso desde...- No acabó la frase.
- Sí, yo. Estaba agobiada de estar todo el día de casa a la universidad y hasta el gorro de deberes y estudios.- Respondí mientras me hacía la distraída mirando el interior de la nevera.- Solo me apetecía salir y ya sabes... en estas fechas lo único que puedes ver diferente son las luces de navidad.
- Pues me alegro muchísimo que hayas salido a dar ese paseo.- Se acercó a mi y paso la mano por mi mejilla para propinarme una suave caricia a la vez que mostraba una sonrisa.
- Sí, supongo que si...- Dije con desgana.- ¿Que hay para cenar?
- He preparado una ensalada bien cargada de todo tipo de cosas.- Soltó una carcajada sonora. Me recordó a aquella cena que compartí con Olivia.- He llegado muy cansada de trabajar y no me apetecía ponerme a cocinar, ¿te parece bien?
- Estupendo mamá.- Le devolví la sonrisa
- ¡Oye!- Me sobresalté.- Mañana entro más tarde a trabajar ¿que te parece si te acompaño a la universidad y de camino me llevas a esa cafetería que tanto te gusta?
- No sé si mañana será el mejor día mamá.- Insinué pensando que mi madre dejaría el tema.
- ¿Porque? Desde que he empezado a trabajar apenas nos vemos un rato por la noche, casi no podemos hablar de nada ni pasar tiempo juntas.- Tenia razón y yo también echaba en falta estar más tiempo con ella, estaba acostumbrada a tenerla siempre en casa y su ausencia se notaba muchísimo. Ella es mi mejor amiga y siempre le he contado todo.
- Esta bien, pero tendrás que madrugar ¿eh? recuerda que yo sigo teniendo el mismo horario. No todos tenemos la suerte de poder entrar más tarde a trabajar.- Reímos. Ella sabía que estaba bromeando, mi madre trabajaba demasiadas horas.
Al día siguiente mi madre y yo salimos de casa. Ella sonreía feliz por poder compartir un rato conmigo y que le enseñará un poco de mi rutina, a diferencia de mi que estaba de los nervios, quería estar con mi madre pero justamente la situación en la que me encontraba no era la mejor para pasar demasiado tiempo en la cafetería. Lo único que quería era coger mi café y irme lo más rápido posible.
Entramos en la golondrina después de haber estado en la puerta contemplando desde fuera aquel lugar. A mi madre también le encantó, y más cuando cruzo aquellas puertas de madera. Mientras hacíamos aquel recorrido le iba explicando todo lo que había podido aprender de este sitio y de su gente durante estos días. Ella parecía estar demasiado encantada y fascinada con todo lo que le contaba.- Buenos días Oscar. ¿Como estás?- Pregunté cuando llegue a la barra.
- Hola pequeña. Muy bien aunque algo ajetreado de buena mañana, preparando las máquinas para servir mucho café y mucha comida, ya sabes, las navidades.- Me guiñó un ojo.- Vienes acompañada.- Afirmó.
- Sí, es mi madre. Irina, Oscar, Oscar, Irina.- Hice las presentaciones.
- Encantada Irina. Que nombre más bonito, es raro escuchar este nombre si no es en nuevas generaciones.- Contestó él simpático y mi madre no dudo en devolver el saludo y hacer algún comentario haciendo referencia a lo que Oscar le contaba.
- ¿Nos sirves un par de tazas de chocolate caliente por favor?- Intervine en la conversación ya que yo solo quería irme de allí lo antes posible.
- Por supuesto, ahora mismo. Laura ya sabes, tomar asiento y ahora mismo os sirvo.- Sonrió.
Ambas nos encaminamos a tomar asiento, mi madre se empeñó en sentarnos en la mesa que compartía con Olivia y por más que intenté explicarle que ese sitio estaba ocupado y que cuando ella llegará querría ocuparlo, acabó ganando. Le expliqué mis experiencias anteriores en aquel sitio y también lo especial que era por tener un espacio donde poder leer, sin obviar las historias que Oscar me había contado sobre como los consiguió o el porque de este lugar tan mágico. Ambas contemplábamos las vistas desde aquella ventana que tanto atraía a sus clientes, desde allí parecias tener Barcelona a tus pies por muy abajo que estuvieras. Era como si aquel cristal pudiera ser tu protección y pudiera mostrarte el mundo mientras aquí dentro el tuyo es diferente. Ahora, ella también podía sentir aquello.
Oscar llegó para servirnos las enormes tazas de chocolate caliente, tuvo el detalle de agregar a la bandeja un par de cruasans recién hechos con los que él aseguraba que moriríamos por lo buenos que estaban. Mi madre no pudo evitar volver a entablar conversación con él diciéndole lo mágico que era el lugar y el significado tan bonito que había conseguido darle. Oscar, igual de parlanchín que ella no pudo evitar tomar asiento a nuestro lado y agregar alguna de sus historias.
- ¿Sabéis porque le puse Golondrina?- Preguntó y ambas negamos con la cabeza.- La golondrina es un animal increíble además de ser el ave preferida de mi mujer. Las golondrinas han tenido siempre un significado simbólico para los antiguos marineros. Antes de la navegación moderna y de toda la tecnología de la que gozamos, las golondrinas eran la primera señal de que la tierra firme ya estaba cerca. Esto siempre me hace recordar que aunque ella no esté, debo tener los pies en la tierra y seguir los pasos que me había indicado. En el antiguo Egipto creían que ellas eran las encargadas de guardar las almas de los fallecidos. Su canto y su vuelo simbolizan la libertad. Cuando las golondrinas vuelven las miro sabiendo que alguna de aquellas almas es mi mujer, ella viene a verme y a comprobar que sigo persiguiendo mis sueños. Ellas simbolizan todo el amor, dedicación y confianza que he sentido por Jane.- Jane... así se llamaba su mujer.
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Cuando nos volvamos a encontrar
RomansaDos personas destinadas a que sus caminos se crucen para así cambiar sus vidas repentinamente sin esperar todo lo que sucederá después, y es que hay cosas tan inexplicables que solo se pueden entender viviéndolas en la propia piel, adentrándonos en...