39.- El principio del fin

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El sudor que resbalaba por mi frente y mi cuerpo era incontable, mis manos temblaban y mi cuerpo estaba en shock. Mi mente comenzaba a rebobinar todo, a juntar piezas y armar el rompecabezas que con tanto tiempo llevaba luchando. No calculaba cuando fue que me había quedado dormida, pero al parecer fue la mejor decisión que pude hacer en mi vida. 

El dolor de cabeza comenzaba  apoderarse de mí de forma progresiva, movía mi pierna repetitivas veces de la ansiedad que me estaba provocando esta situación. Prácticamente, Poché estaba guardando de forma efusiva nuestras cosas en la pequeña maleta que habíamos traído y no lograba entender el porque no comprendía que no nos podíamos irnos este día, me había costado mucho poder conseguir los boletos para estar en Madrid unos días, las dos solas, para así escapar de la realidad aunque sea un momento y ella solo pensaba en volver a Estados Unidos solo porque su conciencia no la dejaba tranquila.

Nos habíamos escapado después de llegar al acuerdo mutuo, habíamos reflexionado y ambas sabíamos que necesitábamos este tiempo y aunque la idea de no avisarle a nuestros padres fue suya, al parecer ella misma fue la que no lo toleró. 

Llevábamos tan solo dos días aquí, las llamadas iban y venían en nuestros teléfonos y ninguna atendía por lo mismo, pero solo bastó un mensaje de texto de Juan Carlos para que Poché se alarmara y quisiera irse de inmediato. 

Intenté hablar con ella, hacerle entender que no eramos unas nenas de quince años que tienes que avisar en donde están o para donde van, pero no lograba hacerle entrar en razón y eso me enfurecía aún más. Si iba a saber que solo duraríamos dos días aquí, no hubiéramos planeado nada para comenzar. 

—Guardé todas tus cosas, espero que tengas el auto encendido —habló cortante mientras dejaba la maleta en la entrada. Estaba hermosa, su coleta alta y un buzo adidas la vestía, aunque esté enfurecida, no podía negar la belleza de mi novia. 

Con un bufido me acerqué a ella y al notar mis intenciones, desvió la mirada mas no se movió. Mis manos rodearon su cintura con firmeza y mi cabeza no tardó en posarse en su cuello. 

—No nos vayamos, por favor —susurré contra su piel caliente, un suspiro pesado salió de su sistema, sus brazos no tardaron en rodear mi cuerpo en un cálido y necesitado abrazo. Quería entenderla y comprenderla, pero no podía, ella había tenido esta idea y era estúpido que ella misma se echara para atrás. 

—No voy a discutirlo de nuevo, amor —habló pasivamente, sabía que si contestaba como la vez anterior, esto no terminaría bien. 

Sus palabras no me gustaron para nada y en mi cabeza no se formulaban ideas de como hacer para que cambiara de opinión. Rodeé los ojos y me separé de ella, la carita de decepción que traía podía conmigo, pero mi orgullo y mis ganas de conocer Madrid se interponían en medio. 

—Calle... —habló al ver que caminaba de mal humor hasta la habitación —¡Amor! no seas infantil. 

Decidí ignorarla y no pelear más con ella, luego de la discusión que habíamos tenido con anterioridad, mi cabeza y mi ánimo no daban para más. 

Caminé hasta nuestra habitación que estaba perfectamente ordenada en comparación a como estaba esta mañana cuando desperté desnuda junto a la mujer de mi vida, tomé de mala gana las llaves del auto y mi teléfono para salir sin mirar a mi novia hasta el ascensor que estaba abierto. 

Ella me siguió detrás arrastrando la maleta con un puchero en su boca, quería agarrarla y comerla a besos, pero no era lo correcto. Tenía de aquí hasta llegar al aeropuerto para persuadirla y mostrar debilidad no era la forma. 

QUIMERA |CACHÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora