4. Duende

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Después de la visita de Poché decidí acostarme en la cama, realmente nunca antes había prestado atención a detalles que consideraba irrelevantes, tales como la cantidad de sábanas blancas que cubrían mi cama, el color del piso de la habitación o el hecho de que solo tenía una almohada para dormir, incluso... ¡Basta! debía parar, ¿Qué me pasaba?, de repente estaba pensando en cosas insignificantes.

—Listo, Poché está en su respectivo cuarto —comentó Nina entrando por la puerta de mi habitación quedándose en profundo silencio al verme.

—Hola —respondí sin pensarlo con una sonrisa dibujada en mi rostro y por inercia me senté, sabía que se había sorprendido ante mi reacción al verla.

—¡Vaya! —exclamó acercándose a mi cama, para después sentarse en la orilla —No te veía tan feliz desde...

—No he estado feliz desde el accidente —interrumpí de inmediato, mis manos no dejaban de jugar entre ellas y estaba segura que me encontraba ruborizada.

—¿Sabes? Cuando me hablaste de Poché la primera vez, jamás pensé que tendría tanto efecto en ti — admitió la señora y no evité sonreír, sabía que no era una simple sonrisa, era una sonrisa delatadora y no sabía controlarla.

—Quisiera que Poché me visitara todos los días —confesé al sentir la mirada de Nina en mí —No puedo explicarte lo feliz que estoy por haberla visto.

—No te puede visitar todos los días, Calle —habló mientras me acariciaba la espalda con sus suaves manos, —Tienes que recordar que ambas se encuentran internadas en un hospital psiquiátrico, no es un salón de clase en donde se pueden escapar para verse, –al escuchar esas palabras bajé la mirada, tenía razón en lo que decía y eso me dolía. Si fuera por mí todos los días los pasaría con ella, esa chica realmente tenía el poder de hacerme sonreír sin parar, ocasionaba algo en mí que no podía explicarle a nadie.

—¿Cuándo saldré de aquí? —indagué en un suspiro, era la primera vez que me lo preguntaba, quizá porque nunca antes había tenido un motivo por el cual ser libre, pero ahora, después de haber platicado con Poché mi mentalidad al respecto había cambiado, deseaba recrear todo lo narrado e incluso crear nuevos recuerdos que suplantaran mi mente vacía. De momento todo eso se esfumo, regresé a esas cuatro paredes con Nina a mi lado, agaché la mirada reprimiendo todo lo que acababa de soñar hasta que la enfermera sujeto mi mentón e hizo que la viera a los ojos.

—Si sigues comiendo todo lo que te traigo, y tu comportamiento sigue siendo el mejor de todo el hospital, tal vez pudiera acceder a que veas a Poché más seguido —pronunció de a poco devolviéndome la sonrisa que creía había desaparecido, —¿De acuerdo?

—¡Si! —contesté entusiasmada, no quería nada más en esos momentos, únicamente convivir con la peli azul y tenía que admitirlo, Nina era increíble, desde mi despertar me había acompañado y siempre estaría agradecida por ello.

—Ahora te voy a dejar para que duermas —ordenó la señora mayor, antes de que se levantara me acerqué a ella en un abrazo el cuál no tardó en corresponderme.

—Te quiero mucho, ¿Lo sabías? —Hablé notando una sonrisa en el rostro de la anciana.

—Yo también te quiero mucho, mi niña —atendió antes de darme un beso en la frente, después de eso se incorporó caminando hacia la puerta de la habitación, —Descansa —pronunció antes de salir y dejarme sola con esa revolución que la presencia de Poché había creado en mí, impidiéndome dormir en seguida.

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El sonido de algo cayéndose hizo que me despertara de golpe, mi corazón estaba muy acelerado por aquel estruendo logrando que tomara varios segundos para recuperarme, cayendo en cuenta de que seguía internada en el hospital, ¿Cuánto había dormido?, sentí mis manos y mi espalda sudorosa, sin embargo sonreí al recordar la noche anterior, al recordarla a ella.

QUIMERA |CACHÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora