40.- Bebi

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—¡Amor! —gritó la mujer antes de llegar a la mesa en la que yo estaba sentada.

Sin comprender lo que sucedía me puse de pie y luego la sentí acercarse a mi para dejar un beso en mis labios, mismo que por mi shock no correspondí.

—¡Sin contacto físico! —el policía que aún se encontraba en la puerta gruñó haciendo que la chica mostrara su molestia en el momento que se sentaba frente a mí.

—¿Como la estas pasando bebé? Ya hablé con las personas necesarias para que agilicen tu proceso y admitan que fue una equivocación que te trajeran aquí —comentó y en todo lo que dijo no pude prestar atención, tan solo la veía y la desconocía, esa no era la imagen que tenía de mi pollito azul, pero al parecer ella si me conocía muy bien. Solo por ese momento llegué a pensar que había tenido una imagen equivocada de ella hasta ese entonces, y ese cabello totalmente negro hacía que lo confirmara, ¿Por qué mi menté se empeñaba en verla de esa manera? —¿Dani? —me llamó haciendo que volviera a la realidad.

—Dime —hablé por fin mirándola a los ojos, unos ojos que tampoco reconocía, confiaba al menos que al ver sus ojos aceitunados me pudiera sentir como en casa a pesar del lugar en el que estábamos y no era así, tenía una mirada marrón, muy parecía al color negro, que en vez de refugiarme hizo que se me enchinara la piel.

—Yo sé que no es fácil estar aquí, pero te prometo que te sacaré pronto —quiso tomar mi mano, pero la quite por instinto —Hablé con Taissa y me contó todo —explicó al darse de que algo tenía, seguramente esperaría a que se lo contara, —También me comuniqué con Madison.

Al mencionar a la rubia mi inseguridad creció, claro que la conocía y no era tan buena como la persona que tenía la frente me la había pintado, suspiré y luego tomé el aire suficiente para poder encarar lo que estaba sucediendo, pero de nuevo su voz resonó en aquel cuarto frío en el que los reclusos recibían a sus visitas.

—Ella tiene mucha influencia, contactos en los altos mandos y me aseguró que te sacara de aquí, solo debemos esperar un poco —de nuevo posó sus manos sobre una de las mías haciendo que mirara el acto y luego volviera a aterrizar mi vista en sus ojos.

—¿Me puedes recordar cómo fue nuestro accidente? —siguiendo el juego que fuera que estaba jugando esperé por su respuesta.

—¿Escuchaste lo que te dije? —confundida cuestionó, —¿Estas bien? —recalcó esperando que dijera algo más.

—Pese al dolor que comienza en mi cabeza, creo que hoy me siento mejor que cualquier otro día, desde que desperté —confesé tomando fuerzas desde donde ya no las tenía. Mi cabeza estaba más confundida que la de ella y era porque no entendía ni podía descifrar el verla distinta al como la recordaba antes del accidente, incluso hasta antes de esa vez que salí de la casa para ir a mi trabajo a Cheese Me.

—Creí que ya te había dicho lo del accidente mi amor —respondió con duda, ya sabía que algo sucedía conmigo.

—¿Por qué no me dijiste que tu papá nos quería de vuelta en Estados Unidos y que por eso fue que nos volcamos? —mi cuestión hizo que se desestabilizara, lo sabía porque comenzó a echarse aire con sus manos.

—No sé de qué estés hablando —negó por un momento mirando a un punto en específico dentro del cuarto en el que estábamos.

—¿Me vas a decir que no lo recuerdas? —para ese instante pude sentir como mis ojos se humedecían.

—En Conxo dijeron que era normal si no recordaba a la perfección el accidente —trato de justificarse, —¿Tú por qué piensas eso?

—¿Quién eres? —la interrumpí antes de que se me cortara la voz, la había evaluado lo suficiente, la había observado tanto que no podía engañarme más. No era mi Poché, de eso estaba segura.

QUIMERA |CACHÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora