Hola lectora.
Si llegaste a este libro, he de ser por alguna razón:
¿Acaso fue la portada?
¿Acaso fueron las piernas? O ¿Simple la curiosidad de lo perverso y la necesidad de más?
"LAS MEDIAS DE RED" es más que un título, son recopilaciones de pequ...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—Me puede repetir el nombre.
—Alicia Black.
Enmarco una ceja al ver que la recepcionista tambalea sus alargados dedos en la mesa esperando que su computadora muestre lo que espera ver. Luego de algunos segundos ella enmarca ambas cejas y teclea algo nuevamente. Se levanta de su asiento alisando su falda igual que la mía dibujando una mueca de ¿disgusto?
—Seguidme por favor—dice adelántense unos pasos. La alcanzo en un pequeño trote—ahora iremos al piso veinte, donde se te acreditara una pase especial, para ir directamente al piso cuarenta, señorita Black.
—Magnifico.
—Ya lo creo novata, se ve que impresionas al jefe, después de todo al piso cuarenta aspiran... otro tipo de personas
Entrecierro mis ojos en su dirección tratando de matarla con la mirada. Porque no dice que soy una simplona y listo, o simplemente se guarda el comentario ofensivo.
— ¿Qué hay en el piso cuarenta, que una persona de mi clase no puede aspirar?
Ella me mira por encima de su hombre de la cabeza a los pies, me atrevería a decir que buscando algo por el cual, yo, una mujer "simple" podía entrar en ese terreno inalcanzable para ella. Vuelve su mirada al frente con la barbilla en alto cuando sin darme cuenta llegamos a la puerta del ascensor.
—Es el piso del jefe. El cuarenta le corresponde al señor Stewart.
Abro mis ojos al punto que no dan más, no cabiendo en mi asombro y... ¡Asistente del señor Stewart! No esto tenía que ser un sueño. Sacudo mi cabeza repetidas veces pensando que despertare, pero no, sigo parada frente el ascensor. Esto tenía que ser un error, y una muy grande.
Yo, asistente del dios de la lencería, del mismísimo señor Stewart, del cual hace menos de una hora me toque y... ¡Dios!
— ¿Esta segura? Digo... quizás exista un falla.
—Por supuesto que estoy segura. Lo verifique tres veces.
—Pero... cuando me entrevistaron y llamaron, dijeron que sería ayudante de Jacob.
La joven me mira enmarcando una ceja ¿Qué dije ahora para molestarle? Obviamente, aparte de mí ser entero.
—Jacob es su nombre—la puerta del ascensor se hacen y entramos—. En las revistas o televisión siempre le dicen el "Señor Stewart", como si el hombre no tuviera nombre. Pero no te preocupes, la culpa la tienen los medios por no decir su nombre.
—Okey, pero ¿Está segura de que soy su asistente?—pregunto nuevamente. Ella asiente y una sensación de pánico me invade—. Wow. Creo que soy una mujer con suerte.
—Por supuesto. Más de una mujer en Nueva York mataría por estar en tu puesto y ayudar a ese jefe caliente, es más, te tengo envidia, descuida, es una envidia sana.
¿Acaso existe la envidia sana? Me cuestiono cuando las puertas de la caja metálica se dividen y pequeñas oficinas se revelan ante mis ojos. Luego de firmar unos papeles y sacarme una foto, se me acredita una credencial perfectamente plastificada.
—Tranquila—me dice ella volviendo al ascensor—. sé que sientes algo de pánico, pero solo tienes que hacer lo que él te indique, nada más.
—Suena fácil.
— ¡Lo es! Al principio te encontrar abrumada, pero con el tiempo y las horas todo te resultara tan fácil como respirar.
Le regalo una sonría de gratitud a su forma extraña de calmarme, pero no funciona, ya que "la envidia sana" me indica a continuación que solo me acompañara hasta la puerta de la oficina del señor Stewart. Me aclara que ya me espera para darme las nuevas indicaciones.
Trago con dureza al ver que la puerta de la caja metálica se abre, encontrando un escritorio junto un teléfono y una notebook, y más lejos, una puerta de cristal donde claramente se ve la oficina del jefe. Respiro hondo salgo, empuja la puerta de vidrio al final.
No seamos cobarde Alicia Black, acá está el futuro, la independencia soñada. Suelto un suspiro luego de analizar el lugar perfectamente decorado pero ¿Dónde mierda estaba su jefe?
—Que buen inicio—murmuro colocando una mano en mi cadera e instintivamente tirando el trasero a un costado—. Diablos. ¿Dónde está el dios de la lencería?
—Es la primera vez que una asistente me llama así.
La respiración se me corta, a la vez, que todos los bellos de mi cuerpo se me erizan al escuchar esa vos gruesa y firme a mis espaldas. ¡Mierda! Apretó los ojos con fuerza enderezándome. Decime que es el... unos ojos color miel me observan de los pies a la cabeza.
— ¡Señor Stewart!—exclamo volteándome por completo extendiendo mi mano—soy Alicia Black, su nueva asistente de lencería, digo de... ¿asistente?