1. Mela - Parte IV

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1. Mela-Parte IV

La cabeza me duele.

La espalda me duele.

El cuerpo entero me duele.

Lentamente voy abriendo los ojos visualizar una luz clara, como el lejano ruido de olas chocando y el canto armonioso de los pájaros.

«¿Dónde estoy?»

Con sumo cuidado me levantando de...una cama que no es la mía, con un babydoll color rosa pastel con bordes de encaje negros que tampoco es mío. Me encojo en la enorme cama al escucho como alguien grita del otro lado de la puerta, seguido de ruidos de cristales explotando.

«Necesito salir de aquí»

Como puedo, aguantándome el dolor de espalda, salgo de la cama y un escalofrió recorre todo mi cuerpo al sentir el frio del piso en mis pies descalzos, como el tibio viento salino que se filtra por la enorme ventana de la habitación. Con cuidado me hacer a esta, y al correr las cortinas:

— ¿Cefalu?—murmuro al ver las olas romper contra la playa. Me sobresalto al escuchar como los gritos se aproximan a la puerta y sin esperarlo, esta es abierta de un golpe seco: —
¿Cornelio?—pregunto atónita al verlo ahí, con el pecho en alto en una posición dominante, con dos hombres forzudos detrás.

El corazón se me acelera y las piernas se me vuelven gelatina al tenerlo tan cerca, sorprendiéndome y atrapándome justo a tiempo antes de caer al suelo, cargándome como una novia recién casada y com sumo cuidado hasta la cama. Su cama.

—No tienes que levantarte, Mela.

—Cornelio—farfullo sin creer que esto es real, y no uno más de mis sueños hermoso—. Es verdad. Tus estas aquí.

—Estoy aquí, Mela—dice acariciándome las majillas.

—Señor Berlusconi—interrumpe unos de los hombres forzudos hablando en italiano—. Lamentamos lo sucedido, pero nosotros somos matones y...

—Y usted no específico como quería la búsqueda la muchacha—finaliza el otro hombre, y agradezco profundamente haber tomado cursos de italiano en España.

—Lo sé—suelta entre dientes—. Fue un error mío, no de ustedes.

—Lamentos igual...

—Ya les dije que fue un error mío, ahora, solo quiero estar con ella—
finaliza la conversación sentándose a mi lado en la cama. Los dos hombres cruzan una miradas de preocupación antes retirarse y cerrar la puerta.

» ¿Estas bien?—pregunta cambiando al español acariciándome suavemente la rodilla.

— ¿Cómo esperas que defina "bien" luego de todo lo que paso?—pregunto indignada corriendo la pierna—.
Entendí todo lo que hablaron—le informo.

Suspira rascándose la barbilla, la cual está cubierta por una sutil sombra de barba. «De seguro se debe de sentir bien esos pelitos pinchudos entre mis muslos» pienso y reprimo una sonrisa.

—Así que aprendiste italiano. Que lastima, me gustaba decirse cosas sin que lo entendieras, Mela—comenta con una sonrisa—. No importa, ruso y francés de seguro no sabes.

—Bruto—digo por lo bajo.

—Lo lamento, Blanca—dice borramdo la sonrisa—. Pedí que te buscaran lo antes posible, pero olvide que ellos están entrenados para hacer ciertas actividades de una...manera particular. Fue mi error.

—Me hice gustado que me fueras a buscar, como una persona normal y corriente—asiente con la cabeza agachando la mirada—. No te preocupes, estoy bien, Cornelio. Sigo viva, alégrate.

—No te hizo daño ¿Verdad?—pregunta repentinamente. Frunzo el ceño al no entender su pregunta—. Leí los mensajes que le mandaste a Abigail.

— ¿Qué? ¿Cómo?

—Se olvidó el celular antes de acompañar a mi hermano a un viaje de negocios, lo estaba por apagar y guardarlo, pero tus mensajes cayeron. Me desespere.

—Cornelio—murmuro tomando su rosto entre mis manos, y en un impulso extraño, aunque la espalda me duele, me pongo a horcajadas sobre él, comenzando a besarlo con lentitud, hundiendo mis dedos en su cabello suave e iniciando movimientos descoordinados que rápidamente despiertan su miembro.

Jadeo contra sus labios y el contra los míos, cuando sé que ambos sentimos que estamos frotándonos en el lugar correcto. Me sostengo de sus hombros inclinándome hacia atrás, mientras sus labios descienden por todo mi cuello hasta el inicio de mi pechos, los cueles, suben y bajan de la adrenalina. Gimoteo cuando muerde uno de mis pechos y su agarre en mis caderas se intensifica.

—Sabes deliciosa, mi Mela—exclama con vos ronda sin dejar de morder cada parte expuesta de mis senos.

—Para—pide deteniendo mis movimientos de caderas. Cierro los ojos conteniéndome, pero la presión de su miembro contra mi palpitante sexo me desorienta—. Quiero mi respuesta, Blanca.

—Eh...si...espera—carraspeo—. Mi exnovio no me hizo nada.

—Lo sé, Blanca, pero necesitaba escucharlo de tu bica—lo miro encontrándome con sus pupilas demasiado dilatadas. Extasiado.

Me muerdo el labio inferior comenzado a moverme muy, pero muy lentamente de nuevo, sin apartar la mirada del otro. Observo cada fracción de su rostro, su mandíbula apretarse ante la excitación, la venas de su cuello marcarse como los músculos de sus brazos envueltos en la tela de la camisa negra, y como olvidar sus pupilas, más negras que la misma noche ardiendo de deseo.

—Te necesito—exclama él tomándome con más fuerza de la cintura antes de tumbarme en la cama. Quedando el encima de mío.

—No sabes cuánto soñé con este momento.

—Pídemelo—exige envistiéndome y maldigo que su pantalón sea una barra entre nosotros—. Pídemelo.

Gimo y me retuerzo en la cama ante otra envestida.

—Cornelio...

—Pídemelo.

— ¡Cógeme, Cornelio!

CONTINUARA...

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