2. Capítulo 25—Parte 1
DOS DÍAS ATRÁS.
Todos dicen que está mal abrir o tocar objetos ajenos, pero yo me siento totalmente tentada a hacer algo que no se debe, más cuando una pequeña carpeta en el costado superior del ordenador de Gustavo me grita "-Ábreme". Y no tengo la menor idea si es por el nombre que posee o simplemente el icono de un libro con una lupa.
Así que sin antes pensarlo detalladamente ya me veo haciendo doble clic en Callhot, así se llama el archivo, y al abrirlo me encuentro con treinta Word enumerados perfectamente, menos unos, que esta con signos de preguntas.
Miro por encima del ordenador, precisamente la puerta entre abierta que da al living, y al no ver movimientos o ruidos que delaten la llegada de Gustavo de la editorial, decido hacer doble clic en el archivo, empezando a leer:
La garganta se me seca.
La respiración se me acelera.
El calor en mi cuerpo aumenta.
Y entonces sigo leyendo:«Sus mano grande y áspera se van colando por de baja de mi remera holgada, haciéndome estremecer cuando sus dedos acarician la sima de mis pechos, deteniéndose en mi pezón, el cual empieza a estimular mediante carisias lentas...»
No sé en qué punto de la lectura comencé a acariciarme el pecho, el cual al igual que la protagonista, solo llevo una remera suelta sin sujetador, ya que hace unas horas me levante de la cama sin intenciones de vestirme con algo más decente que la remera y mis bragas negras. Me remuevo en el asiento al sentir como esa parte tranquila de mi cuerpo, empieza a sufrir cambios que necesitan... ¡No! ¡Yo no hago estas cosas! Aparto bruscamente la mano de mi pecho ordenándome a mí misma controlar mi ¿Hormonal cuerpo?
¡Por favor! Solo es lectura, no tiene que pasarme nada por leer algo... erótico ¿Verdad? Sacudo la cabeza volviendo a leer desde donde me quede, ya que no puede ser que me sienta como una adolecente alterada por leer algo sucio que escribe su novio. Así que, sigo leyendo:
«…mi espalda se arquea soltando un fuerte gemido que llena el silencio, cuando su cálida boca se traga por completo mi pezón, chupándolo con tal lentitud que cada parte de mi arde y desea más. Mucho más. Tironeo con fuerza de su cabellos sedoso al sentir como su lengua forma círculos, lame y mordisquea mi sensible seno. Suelto un nuevo gemido sin comprender si es por la atención que le está dando a mi otro pecho, o porque una de sus manos con pereza se va deslizando por mi vientre, llegando al inicio de mis bragas, donde en vez de correrla y tocarme sin ninguna tela de por medio, opta por acariciarme sobre esta empapada, ejecutando una mínima presión en los lugares más sensibles haciéndome...»
Largo un pequeño gimoteo sin despegar los ojos de la lectura, abriendo ligeramente e instintivamente las piernas, deslizando al igual que el protegiste mi mano hacia la abundante humedad de mis bragas, tocándome con algo de torpeza por el simple hecho de tener una tela en el medio, pero a pesar de eso, encuentra la presión y lentitud justa para volver a gemir cuando el protagonista:
«…frunzo el ceño al sentir que él se aparta de mí, y al abrir los ojos para empezar a reprochar, la mandíbula se me cae al verlo deshacerse del boten y cremallera de su pantalón, bajándolo junto con su bóxer, liberando su grueso y largo miembro viril. Todo mi cuerpo se hace líquido ante esa visión majestuosa, a la vez que mis caderas se empiezan a mover automáticamente, provocando en él una sonrisa salvaje…»
Ya sin aguantar más la tensión a la que mi cuerpo está siendo sometido, deslizo mis manos sin pensarlo dos veces por debajo de mis bragas, comenzando a acariciarme el clítoris, pero eso queda en el olvido cuando introduzco un dedo, y luego otro sin ninguna dificultad en mi coño, comenzando a gemir, dejando de leer cuando cierro los ojos con fuerza, dejándome llevar por primera vez en mucho tiempo, sintiendo como cada musculo de mi cuerpo se tensa cuando un espectacular orgasmo me sacude, dejándome algo… satisfecha y perdida.
AHORA
— ¿Amor, viste mi bóxer negro?—grita desde la habitación, significando que ha salido de bañarse y como siempre ha perdido su bóxer.
— ¡No!
Respondo, temiendo de corregir algunos trabajos prácticos que me han mandado los burros de mis estudiantes. Sí, hay que ser honestos, ellos son algo… digamos que ni siquiera tienen creatividad a la hora de copiarse o inventar algo que no ocurrido en la Historia. Es más que obvio decir que soy profesora de Historia, precisamente de una Preparatoria, no muy lejos del departamento que comparto con Gustavo, mi novio. Ruedo los ojos al ver que hasta las mismas fallas de ortografía tienen estos “expertos a la hora del copiado”. Rio ante ese chiste mal hecho en mi cabeza.
— ¿De qué ríes?
—Dos mis alumnos se copiaron, y se creen que no voy a…—dejo de hablar al ver el espectacular trasero de mi novio desnudista— ¿Qué haces…?
— ¿Desnudo?
Termina de decir dándose la vuelta, y un pequeño jadeo se me escapa al ver su miembro, como si fuera la primera vez que lo veo así. Carraspeo apartando la mirada al sentir mis mejillas arder producto del rubor, escuchando sus pasos alejarse de donde estoy, sobresaltándome al sentir como sus labios besan mi cuello, y una parte de mi agradece tener un rodete espantoso (al estilo alocado sexy), mientras sus manos inquietas se van colando por debajo del suelto buzo amarillo, arrancándome un fuerte gemido cuando aprieta rítmicamente mis pechos, y agradezco tener un sujetador de algodón.
—Me encanta cuando gemís fuerte—me susurra al oído, provocando que mi espalda se arquee colisionando contra su pecho—. Me gusta cuando te pones atrevida, me inspiras, nena.
Gimo de nuevo al sentir que el calor en mi aumenta ante sus palabras y tactos, algo dulces y salvaje a la vez. Me encanta.
—Esto me gusta, pero...
— ¿Pero? —pregunto alzando mi cabeza para verlo mejor, encontrándome con sus pupilas verdes dilatadas y una media sonrisa seductora, sintiendo como quita sus manos de mí.
—En realidad no es un “pero”, es más bien un pedido—enmarco una ceja y él sonríe—. Necesito que apagues ese ordenador y me sigas.
—No me gustan los regalos, aparte, tengo los trabajos de mis estudiantes.
—Ellos pueden esperar—me toma la mano—, aparte, van a seguir siendo unos burros aunque les entierres un libro de historia en la cabeza, nena.
— ¡Gustavo!
— ¿Que? No estoy diciendo que seas una mala profesora, nena—me dice con una gran sonrisa en su rostro, a la vez que me ayuda a bajar de la butaca—. Te quiero enseñar algo…

ESTÁS LEYENDO
LAS MEDIAS DE RED [+18]
Short StoryHola lectora. Si llegaste a este libro, he de ser por alguna razón: ¿Acaso fue la portada? ¿Acaso fueron las piernas? O ¿Simple la curiosidad de lo perverso y la necesidad de más? "LAS MEDIAS DE RED" es más que un título, son recopilaciones de pequ...