El niño sin edad

141 11 3
                                    


Desperté mientras sentía a mis tímpanos reventar. El chico que había recogido algunas horas atrás, se había levantado de golpe, gritando de una manera espeluznante, como si algo lo hubiese asustado a muerte. Su grito era tan desgarrador que sentía como si algo partiera mi corazón, el niño estaba sentado en la cama, con las manos en la cara, cubriéndose para escapar de su miedo.

Entrando en pánico por segunda vez aquella noche, decidí abrazarlo contra mi pecho y acariciar su cabeza, esperando que se calmara un poco; lentamente el grito se apagó, esta vez era seguro que Emma lo había escuchado.

- Todo está bien, no te asustes. Estás bien - repetí un par de veces mientras que el chico temblaba escondido en mis brazos, sollozando ligeramente. Parecía aterrado.

- ¡Dante! ¿Que ha sido eso? ¿Te encuentras bien? - gritó Emma detrás de la puerta, imagino que el grito la hizo levantarse de la cama.

- Estoy bien, no te preocupes, sólo fue una pesadilla - le respondí esperando que no quisiera entrar y verificar mi estado, por suerte la escuché reír a carcajadas.

- Ya estás grande para esas cosas, deja de ser rídiculo y déjame dormir de una buena vez, si te vuelvo a escuchar vendré a patearte el trasero - entonces se alejó.

Suspiré aliviado, si lograba pasar esta noche, al día siguiente podría devolver al chico a sus padres y sería como si nada hubiera pasado. Al menos quería evitarme otro sermón por parte de mi amiga.

Miré de nuevo al chico en la oscuridad, estaba contra mi pecho, pero no había reacción alguna, aún estaba temblando y parecía no poder dejar de llorar. Pensé entonces en lo que el médico había mencionado anteriormente y supuse que debió de pasarla muy mal como para estar así de asustado.

Me estiré y encendí la luz de la lámpara que estaba a lado de mi cama, intenté mirarlo, pero mantenía su cabeza baja. Seguro que despertar de pronto en la casa de un extraño debía ser aterrador.

- Siento el mal momento, debes de estar asustado y confundido ¿quieres un poco de agua? - sólo entonces el chico me miró, pero no obtuve respuesta alguna, su estado era preocupante.

Acerqué el vaso que había puesto antes en la cómoda y se lo ofrecí, él lo miró sin saber qué hacer, con una expresión aterrada. Lo tomó con sus manos y volvió a mirarme, como si no entendiera lo que era.

- Bebe un poco, anda - le dije y sólo entonces llevó el vaso hasta su boca.

El agua se deslizó por su garganta tan rápido que algunas gotas salieron por las comisuras de sus labios, debía estar sediento y probablemente estaría muy hambriento. Una vez vacío, me regresó el vaso, sin hacer un cambio en su expresión.

Era cauteloso y desconfiado con todos sus movimientos, me recordaba a la manera en la que Byron se comportó su primera noche aquí. Le sonreí y coloqué el vaso en la cómoda para levantarme y buscarle un par de pantalones que pudiese usar, ya que aún llevaba sólo los calzoncillos.

Le entregué unos pants, me miró sin entender nada y tuve que decirle que se los pusiera para que reaccionara, mientras lo hacía, salí sigilosamente hacia la cocina, en busca de algo ligero que el pobre y desnutrido estómago del niño pudiese digerir. Conseguí una manzana y un poco de yogurth y lo llevé hasta la habitación.

Sólo fueron un par de minutos y el chico ya con los pants puestos se había ido a hacer un ovillo en un rincón de la habitación. No sabía si reír o llorar, puse la comida en la cómoda y me acerqué, al escucharme más cerca podía ver cómo todo su cuerpo se tensaba y su mirada era de terror absoluto.

- ¿Está todo bien? - no obtuve respuesta - No voy a hacerte daño, siento si te he asustado - me agaché y lo miré a los ojos - te encontré en mitad de la calle y parecías estar enfermo, así que te traje para que no empeoraras - él me miró, ahora parecía sorprendido.

Se levantó de golpe y abrió las cortinas de mi habitación, la ventana estaba en dirección a la calle y el chico se quedó mirando de un lado a otro, como si quisiera comprobar en dónde estaba. En cuanto vio la calle, las casas y los autos alrededor, volvió a mirarme con ese par de ojos tan peculiares.

- Ya... Ya no estoy... en el bosque ¿verdad? - me quedé asombrado por un momento ¿había estado perdido en el bosque?

- No, ahora estás en la ciudad - antes de terminar la frase, las lágrimas del chico comenzaron a brotar sin parar.

Su llanto era desgarrador, era como si hubiese surgido un pequeño rayo de esperanza en su corazón, como si hubiese vivido cientos de dificultades y por fin toda su lucha hubiera terminado. Me acerqué a él y de nuevo lo estreché en mis brazos.

- Todo está bien, todo terminó. A partir de ahora todo estará bien - Se aferró a mi, como si se aferrara a la vida, como si fuera su único soporte en la vida. Era probable que así fuera, en este momento él no tenía a nadie más.

Ahogó su llanto en sollozos mientras toda mi playera fue impregnada por un conjunto de fluidos extraños, aún así no me alejé y permanecí a su lado mientras paraba de llorar. 

- ¿Te sientes mejor ahora? - una vez que terminó pude ofrecele lo que había llevado antes a la habitación. El chico asintió con la boca llena, parecía disfrutarlo bastante.

- ¿Por qué saliste del bosque? ¿Estabas perdido? - Negó lentamente - la persona que vive ahí es algún familiar? - El chico me miró extrañado, no hablaba mucho, y las pocas veces que lo hacía eran palabras demasiado simples.

- ¿Sabes en dónde están tus papás? - agachó la cabeza, su expresión era sombría.

- Mi papá... nunca lo conocí... Mi mamá... ya no está - le costaba demasiado hablar, cada palabra parecía un gran esfuerzo, por lo que enfatizaba muy bien el dolor en su corazón al decir la última frase.

- ¿Cuál es tu nombre? - dije, intentando alejarlo de aquel tema, acababa de parar de llorar, si empezaba otra vez se quedaría seco.

- ... - de nuevo sus ojos se posaron en mí, sin entender muy bien la pregunta - A-Aran - hizo una pausa como si lo estuviera recordando - Creo ... - ¿Cómo que creía? ¿De verdad ni siquiera conocía su propio nombre?

- ¿Tienes algún familiar que cuide de ti? ¿Tus abuelos, un hermano, algún tío? - al decir tío, su expresión se volvió aún más triste.

Negó, no había nadie, al menos nadie que él conociera, al parecer en verdad había recogido a un pequeño problema. Emma iba a estar molesta conmigo.

- ¿Qué edad tienes? ¿Sabes eso? - de nuevo me miró, pensando y pensando, pero no parecía poder recordarlo tampoco.

- Tenía seis años, la última vez que mamá celebró conmigo - mi respiración se detuvo. Este chico no tenía seis años en lo absoluto. 

El médico ya había dicho que podría tener entre catorce y dieciséis años, habían pasado al menos ocho años desde la muerte de su madre, ¿dónde había estado todo este tiempo? La preocupación llenó mi cabeza sin saber muy bien en qué pensar.

Quédate a mi ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora