El niño perdido

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Durante todo un mes, estuvimos viviendo de manera tranquila, intentando llevarnos bien entre todos. Emma y Aran habían mejorado tanto su relación, que ahora pasaba más tiempo con ella que conmigo, me alegraba que se llevaran bien, pero Aran sólo se acercaba a mi a la hora de dormir y me hacía sentir un poco usado.

Al estar con este par de jóvenes universitarios todo el tiempo, Aran comenzó a copiar la manera en la que Emma y yo nos expresábamos rápidamente, por lo que ahora parecía un muchacho un poco más maduro, sin embargo, a veces todavía se comportaba como un niño, lo que lo hacía sumamente  adorable.

El pobre no sabía leer ni escribir, por lo que al menos una vez por semana, nos sentábamos a explicarle un poco sobre las letras y el alfabeto, era un niño listo por lo que aprendía muy rápido, en un par de lecciones fue capaz de leer frases y palabras simples sin ayuda alguna.

Cada vez que conseguía un nuevo logro, Emma le regalaba caramelos, por lo que Aran se esforzaba el doble con tal de conseguir algunos cuantos. Tomaba los libros que guardabamos en una estantería y se esforzaba por leer las palabras, por lo que sabíamos que pronto aprendería a leer.

Tal vez me estaba encariñando demasiado con él, o quizá era su tierna forma de hablar, tal vez era el que usara vestidos de vez en cuando, probablemente era la poca ropa que usaba a la hora de dormir, lo que me hacía tener sueños húmedos con él.

Me sentía como la persona más despreciable de todas, como la peor basura del mundo al pensar así de él, pero después de todo era un hombre sano en mis veintes, tener algo de estimulación me haría sentir excitado de inmediato.

La hora de dormir era un gran martirio, pues Aran se pegaba a mi como koala, con brazos y piernas me abrazaba y sólo de esa forma era capaz de conciliar el sueño. No me molestaba, de hecho yo no tenía ningún problema para dormir, lo único que me atormentaba eran esos sueños.

En ellos Aran utilizaba aún menos ropa, a veces era lenceria, otras eran mis camisetas holgadas, de cualquier forma, él siempre se veía bien, era provocativo y se acercaba a mi con la intención de "pasar un buen rato".

Para mi no eran más que mis desvarios, las ideas de un hombre que no había podido tener a nadie en su cama por un tiempo, por lo que empecé a preocuparme; tal vez me estaba conteniendo demasiado, tenía que buscar un poco de estimulación externa, antes de que esos sueños se volvieran una molestia.

- Dante - cuando volví de mis pensamientos, me encontré con Aran frente a mí - ¿estás bien? No has terminado tu comida - dijo, miré hacia abajo y mi plato estaba casi intacto.

- Estoy bien, no tienes que preocuparte - suspiré y comencé a comer, sus ojos penetraban a través de mi mientras comía.

Acercó su silla a mi lado y se recostó a un lado de mi plato, sonreía de manera encantadora, ignoralo, ignoralo, me repetí un par de veces, mientras masticaba con dificultad.

- Aran ¿necesitas algo? - él me miró, ladeando ligeramente su cabeza.

- Nada, sólo quiero estar contigo - demasiada sinceridad para mi podrido corazón.

- Está bien, pero la mesa puede estar sucia, ensuciarás tu cabello y quedará pegajoso - sólo entonces se levantó y se sentó apropiadamente.

Estaba siendo demasiado consciente sobre él, creo que lo peor de todo era que a mi nisiquiera me gustaban los hombres, pero Aran hacía corto circuito dentro de mi. Era tan adorable y tan lindo que no podía evitar sentir cierta atracción hacia él.

Terminé mi comida y lavé los platos, Aran se mantuvo muy pegado a mi, me ayudó a secarlos y ponerlos en su lugar, era un chico muy trabajador, si podía ayudar lo hacía, pero en este momento no podía estar demasiado cerca de él.

Quédate a mi ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora