El niño que no tenía ropa

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Como parte del regaño de la semana, tuve que salir con Aran a hacer algunas compras, en su mayoría ropa, Aran llevaba con nosotros un par de semanas y seguía usando mi ropa, la cual le quedaba en verdad grande.

Primero, hicimos una parada con el estilista, su cabello era demasiado largo, por lo que le pedí lo arreglara, no lo cortó demasiado, al menos lo suficiente para que no se le pegara en el cuello cada vez que salía a correr con Byron al jardín.

Pasó el día meneando su cabeza, al parecer se sentía muy ligero de esa forma, aunque ahora que había cortado su cabello y por fin había dejado de lado su aspecto infantil, su actitud era la misma.

- Oye Aran ¿qué tipo de ropa te gustaría que compremos? - Aran miró alrededor, buscando alguna tienda con ropa que le gustara.

De pronto caminó a una tienda de ropa de mujer, por alguna razón inexplicable, señaló el vestido que usaba el maniquie de la entrada.

- Ese es muy lindo - dijo, yo lo miré por un momento.

- ¿Quieres un vestido? - Aran me miró pensativo.

- ¿No puedo? - sus enormes ojos de cachorro eran mi gran debilidad, pero comprar un vestido para él era un poco vergonzoso.

Aunque al final terminamos entrando de todas formas, algunos modelos de vestidos eran realmente lindos, iban perfectos con la personalidad de Aran, pero comprarle sólo vestidos era inaceptable, tuve que decirle que sólo llevaríamos uno, así que escogió uno que era como un peto, con tirantes y botones, que venía a juego con una blusa estampada. No era muy corto y por la estatura de Aran le quedaba bastante bien.

Tuve que ignorar la cara de las cajeras al verme pagar aquel vestido, aunque al parecer retiraron sus prejuicios, una vez que vieron a Aran sonreír con la bolsa de compra en sus manos.

- ¿Has usado vestido antes? - le pregunté al salir de la tienda.

- Si, el tío a veces nos hacía usarlo, aunque nunca usé uno tan lindo - su rostro había tomado algo de forma desde que comía tres veces al día, sus mejillas se ponían rosadas con facilidad y su sonrisa era simplemente encantadora, tuve que desviar la mirada para que no me atrapara con sus encantos.

El resto de las compras las hicimos en tiendas para hombres, aunque fue difícil encontrar algo que le gustara a Aran, al final sólo conseguimos tres cambios, por lo que regresé a casa sintiéndome un poco triste, me hubiese gustado comprarle uno más, pero parecía imposible, la próxima vez se lo pediría a Emma, por que al parecer mi sentido de la moda era horrendo.

Cuando regresamos Emma nos dió un gran sermón a ambos por lo del vestido, Aran intercedió por mí y le dijo que él lo había pedido, así que al final se resignó y lo aceptó. Aunque después de eso ella se encargó de hacer las compras para Aran.

Él se sentía un poco triste por que ya no tendría más vestidos y comenzó a temerle a Emma, no solía acercarse mucho a ella y siempre era cauteloso cuando le hablaba, sería dificil mantenerlo con nosotros si no lograban llevarse bien.

Algunos días después, Aran por fin usó el vestido que le había comprado; habíamos conseguido unas medias y zapatos a juego, por lo que se encontraba extremadamente feliz, no puedo decir que no se veía bien, pero tal vez era más de lo que podía tolerar. Demasiado bien para ser legal.

La piel de Aran era tan blanca como la porcelana, con pequeños círculos ruborizados por todos lados, sus ojos eran grandes y claros, su cabello se había vuelto muy brillante. Si tenía que compararlo, lo haría con una hermosa muñeca de porcelana, una de esas al estilo francés, que se ven refinadas y hermosas, pareciendo casi vivas.

Por algún tipo de impulso dentro de mi, que me dijo que lo que estaba pensando no estaba bien, salí de casa y no regresé hasta después de media noche, no estaba muy seguro de que había hecho, sólo recuerdo haber paseado sin rumbo hasta llegar al otro lado de la pequeña ciudad.

Cuando volví, Aran ya se había cambiado y vuelto a la normalidad. Me esperaba despierto en la habitación, a pesar de ser tan tarde, imaginé que era por que ya se había acostumbrado a dormir conmigo.

Desde que dormimos juntos, él dejó de sufrir por sus pesadillas, aunque la cama es un poco estrecha encontramos la manera de encajar bien en ella, después de todo Aran era tan pequeño que era como dormir con un niño.

Por las mañanas tenía que ir a la universidad, al igual que Emma, por lo que solía quedarse por su cuenta en casa, después de la primera semana comenzó a encargarse de los deberes. Al llegar me percataba de que el piso y los muebles estaban limpios, además había comenzado a lavar los platos que dejábamos en el desayuno, no sabía hacerlo, no era bueno haciéndolo, pero se esforzaba tanto como podía por ayudar.

De vez en cuando me ayudaba con la cena y pronto aprendió a cortar vegetales sin cortar sus manos, lo cual fue un alivio para todos.

Los fines de semana solía ir a hacer entregas de los equipos que reparaba, por lo que era Emma la que se ocupaba de Aran durante algunas horas. Ese fin de semana en especial, al llegar escuché la risa de Aran por todo el lugar. 

Al encontrarlo, estaba vistiendo un vestido nuevo, mientras Emma se divertía con él y le arreglaba el cabello, me sentí extraño por un momento, como si aquella no fuera la misma persona malhumorada de siempre.

- ¿No es adorable? - dijo, yo sólo entrecerré los ojos, recordando el gran sermón que había tenido que soportar aquel día.

- ¡Oh! ¡Dante! - Aran corrió hasta mí y me abrazó - bienvenido - por un momento me congele, había sido estimulado de sobre manera, por lo que necesitaba aclarar mi cabeza un poco.

- Hola Aran - dije con gran dificultad - ¿de dónde sacaste ese vestido? - pregunté para intentar que se alejara un poco.

- Emma me lo dió, dijo que era su regalo de disculpas por haberme gritado el otro día - giró un par de veces frente a mi y la falda se levantó casi por completo, giré la vista de inmediato y pude ver como Emma sólo se estaba divirtiendo conmigo.

- Te queda muy bien - dije y caminé hacia el interior - iré un momento a mi habitación - huí del lugar, antes de volver a tener malos pensamientos sobre Aran.

Quédate a mi ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora