El niño que no conocía la comida

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Luego de haberlo interrogado durante un rato, no pude conseguir mayor información, por lo que decidí parar y dejarlo descansar, esa noche durmió en mi cama, por lo que terminé durmiendo en el duro sillón del salón.

Cuando desperté, el chico estaba sobre mi, durmiendo tranquilamente, por un momento me asusté, pero lo más probable era que se había sentido bastante solo y asustado.

Suspiré y lo dejé estar un poco más, miré alrededor en busca del reloj, pero un par de ojos ámbar me miraban directamente, con una expresión furiosa.

- E-Emma, buen día - levantó una ceja, esperando algún tipo de explicación - sé que ya habíamos hablado sobre esto, pero esta era una situación de vida o muerte, lo juro - frunció el ceño, no me creía para nada, además la situación se tornaba aún peor si contábamos que el chico estaba sucio y usaba mi ropa, la cual le quedaba en extremo grande.

- No me interesa, si ha pasado la noche aquí ya no hay nada que hacer, pero más te vale llevarla a casa hoy, ni una noche más - ¿"llevarla"? era cierto, su cabello era largo y su complexión era pequeña, terminaba pareciendo una niña, lo cual me ponía en una situación aún peor.

- E-e-es un chico, lo juro es un chico - su expresión se tornó indescifrable, sólo entonces me di cuenta de que eso lo hacía peor ¿acaso había pasado la noche abrazado a otro hombre? era lo que me estaba preguntando Emma con la mirada.

Me levanté con cuidado, intentando no despertar al niño y le expliqué pacientemente todo lo ocurrido a Emma, quien por fin se relajó un poco al saber que no había pasado nada entre el chico y yo.

- Dices que no tiene familia, ni quien cuide de él, no sabes su nombre ni su edad exacta, pero aún así lo dejaste entrar en tu casa, en tu habitación y lo hiciste usar tu ropa. Además pagaste el médico ¿en qué demonios estás pensando? No es un gato callejero que puedas recoger así sin más, encárgate de llevarlo a la policía y deja que ellos hagan el resto - era cierto que era un extraño, pero no parecía ser peligroso.

- Lo llevaré a la policía pero no puedo dejar que haga todo ese proceso solo, el chico ni siquiera puede comunicarse de manera adecuada, no podrá ser de mucha ayuda si los oficiales quieren hacer preguntas serias - Emma me miró con reproche.

- Tu tampoco lo serás, no lo conoces de nada. Deja de jugar al héroe y haz lo correcto por favor - suspiré y miré al chico, él ya había abierto los ojos, pero se mantenía completamente inmóvil. Puse una mano en su cabeza y la acaricié lentamente.

- Aran, buenos días ¿quieres desayunar? - me miró por un momento y luego dirigió su mirada aterrada hacia Emma.

Ella lo miró con esos ojos fríos que helaban el alma y de inmediato comenzó a temblar, por lo que tuve que seguir acariciando su cabeza para intentar que se calmara.

- No lo mires así, lo asustas, sé un poco más amable por favor - Emma suspiró y se dio media vuelta, dirigiéndose a la cocina - no te preocupes, yo me encargaré del desayuno - me apresuré a alcanzarla, dejando a Aran por su cuenta en el sillón.

- Bien, haz lo que quieras, iré a prepararme para mi trabajo, llamame cuando esté listo - sin pensarlo dos veces me dejó a cargo de la cocina y se retiró a su cuarto. Le indiqué a Aran que se acercara y se sentara en la mesa.

Preparé algo simple, algunos huevos y un poco de verdura, revolví y me aseguré que fuera lo más nutritivo posible, además me aseguré de hacer bastante por sí Aran no tenía suficiente con eso. Serví tres platos y grité a Emma para que se acercara a la mesa también.

Una vez que estuvimos los tres en la mesa, comenzamos a comer, a mi me parecía un desayuno común y corriente, pero Aran tras dos cucharadas de aquel plato, de pronto comenzó a llorar, tanto Emma como yo lo miramos asombrados del repentino cúmulo de emociones.

- ¿Qué sucede? ¿Sabe mal? - me apresuré a preguntar, el chico sólo negó mientras se llevaba otra cucharada a la boca.

- Seguro sabe horrible y no lo pudo tolerar - dijo Emma, haciéndome sentir aún más ansioso.

- Esta... está rico - dijo Aran entre sollozos - está muy rico... es la comida más rica de todas - mi corazón se partió a la mitad, pensando en cuánto tiempo había pasado desde que el pobre niño había tenido una comida decente.

- ¿De verdad te gusta? - pregunté intentando contener mis lágrimas, el volvió a asentir y continuó comiendo entre sollozos.

A mi lado Emma había parado de comer, mientras se forzaba a mirar en otra dirección, seguro se había sentido tan conmovida como yo, por lo que no pudo decir más comentarios sarcásticos durante el resto del desayuno.

Mi amiga se fue, haciéndome prometer que me encargaría del chico, por lo que después de darle un baño y vestirlo correctamente, tendría que llevarlo hasta la comisaría para presentar su caso.

- Aran, ven a darte un baño - el chico me miró con horror, al parecer el agua no le gustaba mucho.

Extendí mi mano para que pudiese sostenerla y le sonreí, esperando que sintiera un poco más de confianza. Dubitativo tomó mi mano y me acompañó de manera obediente hasta la ducha, le pedí que se desvistiera mientras preparaba la bañera; su suciedad no iría fácilmente con una ducha rápida, aún tenía la cara llena de tierra y el cabello enmarañado con ramas y hojas.

Lo acerqué al filo de la bañera y le pedí que se sentara, mientras me encargab de desenmarañar su cabello, quité tantas pequeñas ramitas que podríamos iniciar una mini fogata. El chico permaneció obediente, aunque jalara o de pronto arrancara algún cabello atascado, no hizo gesto alguno de disgusto o dolor.

- Parece que ya quedó, entra a la bañera - asintió y lentamente entró - ten cuidado, puede ser resbaladizo - le dí mi brazo de apoyo para que no fuera a caerse.

Comencé a lavar su cabello, al cual aún le salió bastante tierra, lo que me hacía preguntarme si es que acaso se había caído en algún sitio.

- Recuerda bien como lo estoy haciendo, la próxima lo harás por ti mismo.

- Sí - usó sus manos para repetir el mismo movimiento de dedos en su cabeza, a pesar de ser un adolescente, bastante mayor, su comportamiento era el de un niño, era como si todo este tiempo él no hubiera conocido nada de la vida.

- Muy bien, es hora de que laves tu cuerpo - le entregué la esponja - ¿puedes hacerlo tú mismo? - Aran asintió y comenzó a tallar su cuerpo - muy bien, cuando termines debes de enjuagarte, cualquier cosa que necesites estaré en la habitación - necesitaba buscar algo de ropa que le quedara aunque fuera un poco, la diferencia de tallas entre él y yo era bastante.

Yo solía hacer bastante ejercicio, por lo que mi cuerpo no es tan escuálido como el suyo, lo más probable era que no tuviera nada que le pudiese quedar, pero al menos debía cerciorarme de ello.

Rebusqué por un rato en mi armario y sólo pude encontrar unos pants, a mi me iban un poco justos, por lo que podía quedarle bastante bien al niño. En tanto a algo para usar por encima, todo le quedaría demasiado grande, así que sólo tomé lo primero que encontré.

Cuando regresé al baño, encontré al pobre chico aún sentado en el agua, parecía tener algo de frío, el agua ahora debía estar helada. Me apresuré a tomar la toalla y hacerlo salir. 

- Debiste salir y secarte una vez que terminaras de enjuagar tu cuerpo ¿por qué no me llamaste? - Aran me miró con un poco de miedo.

- Y-Yo... olvidé tu nombre...

Quédate a mi ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora