Sostener tu mano

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Zeref no le dirigió la palabra, intuyó que así sería. Zeref durante años utilizó a su beneficio a quienes le fueran de ayuda durante su travesía por tomar la Lagrima del Hada, conocía a la perfección como Zeref se movilizaba por tener entre sus manos la ansiada joya. Que Aedus haya desaparecido no le revolvió alguna fibra sensible, una tenue carcajada abandonó sus labios y miró el techo mal cuidado.

—Nat... ¿Qué haremos ahora? —la mansa y encantadora voz de Lucy interrumpió sus reflexiones. El joven descendió su mirada y le regaló una sonrisa compresiva.

—Cariño, no tengas ese rostro de preocupación —con la yema de sus dedos acarició la mejilla de la rubia—. Por ahora solo debes quedarte tranquila, todo ira de acuerdo a lo planeado —la rubia asintió, atormentada.

—Es que tú estás dando todo por esto, no quiero que salgas lastimado.

Nat palmeó su pierna izquierda invitándola a sentarse, ella cabizbaja se aproximó y dobló sus piernas para contemplar la sagaz mueca que conservaba dibujada en su rostro, el cariño que sentía por él brotó en forma de caricia, entre sus dedos percibía la suavidad de su cabello rosado.

—Lo hago por nosotros, ya verás que todo valdrá la pena —musitó satisfecho por el mimo de Lucy.

—Pienso a veces que deberíamos irnos muy lejos, no debimos aceptar que el Señor Zeref nos trajera acá, sé que es injusto, pero podría haber hecho mi vida sin problema alguno en tu lugar.

—Lu, no digas eso, ya estamos en esto y tú mereces lo mejor —con ternura él acarició la pierna de la rubia depositando un lento beso contra su mejilla.

—Confió en ti —musitó la muchacha percibiendo el calor en su pecho.

Ambos juntaron sus rostros uniendo sus labios en un arrebatador deseo de apreciar aquellos sentimientos que se profesaban hace muchos años. Si el tiempo debía detenerse ellos hubieran luchado porque así sea eternamente.

(...)

Lucy tragó con dificultad, al apreciar el agua mojando sus labios una indescriptible tranquilidad se estableció en su fortaleza. No obstante, la insistente mirada de ambos sujetos le taladraba la ansiada estabilidad. En varias ocasiones se conservaba callada pretendiendo escuchar nuevamente a esa misteriosa voz, la interrogante mirada de Natsu y sus demás nakamas, si bien en un principio lo consideró incomodo, concluyó convirtiéndose en un asombroso soporte.

—Puedo hacerlo... —murmuró cerrando sus ojos, agotada.

Erza sujetó con fuerza la capa del Ladrón de la Luna, era sabido que los magos de Fairy Tail tenían un solo veredicto, sin embargo, en aquellas desprovista circunstancias la palabra de Lucy prolongaba un peso mayor, en especial porque Allen estaba implicado en una posible complicidad con él.

Lucy se hincó frente a Aedus, el rubio continuó con la mirada fija en la tierra aunque observó las botas de la maga estelar.

—¿Desde cuándo? —la escuchó murmurar, desconcertada. En sus palabras temblorosas halló tristeza desconsolada.

Aedus no movió sus labios para modular alguna palabra, si lo hacía estaba seguro que las palabras no poseerían coherencia, su mente era un caos y sus palabras no serían las mejores, su cabeza le pesaba y pestañear se convirtió en un ardor imposible de ignorar. Su mutismo incitó que la intensa mano de Natsu cayera sobre su hombro.

—Habla —dictaminó el pelirrosa, impaciente.

—No... —balbuceó el rubio, si bien la irritación lo estaba consumiendo consiguió alzar su cabeza y que su mirada se conectara con la de Lucy—. No pienso decirte nada, Lucy. No creas que por haber sido tu primo aún guardo amor por ti, mi misión es más importante que tú.

Manten tu vista en la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora