Mi lugar en el mundo

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No le gustaba la magia, siempre lo detestó.

Dentro de él una pequeña parte le indicaba que era una bendición de los seres mágicos haber sido consagrado con magia, pero constantemente llegaba a la misma conclusión.

Él fue testigo de una lucha aguda por el poder.

Su grito desgarrador fue lo que se oyó cuando la disputa de la familia bendecida por el ser supremo alcanzó su culmine más trágico.

Entonces luego de la oscuridad encontró un mundo desconocido ante él. Su humanidad no se comparaba en lo absoluto a la de los seres que habitaban ese mundo, al ser exaltado por los seres mágicos su vida transcurría con lentitud.

Se adaptó a esa cotidiana manera de vivir entre trabajos fugaces hasta que la conoció.

Aquella pequeña niña de cabello rubio miraba el mundo con desconsuelo, porque al igual que él su lugar le fue arrebatado. Su existencia se reducía a ser un nombre vacío sin significado.

Solo por ella comenzó a utilizar la magia que tanto maldecía, solo por ella aceptó al Señor Zeref, porque muy en el fondo de su corazón amaba con todo su ser a Lucy, tanto que por ella era capaz de todo, hasta de vender su alma.

(...)

No era una sorpresa, ellos como magos vieron muchas cosas durante sus aventuras transcurridas hace años, ante el paisaje del enemigo que estaba frente a ellos percibieron el estremecimiento en sus cuerpos. Uno que sabían era el indicio de una sensación desagradable que no poseería un desenlace alegre.

Eran los mismos ojos de Natsu, sin embargo, estos carecían de su resplandor y manifestaba una dura mirada que lo había visto todo. Su labio curvado hacia abajo levemente fruncido era la viva imagen de una lucha que ansiaba culminar.

—Magos de Fairy Tail —habló claramente.

Natsu pestañeo ciertamente algo confundido, percibió la mano de Lucy sobre su hombro y se permitió contemplar con admiración aquella estable expresión que manifestaba mirando a aquel sujeto con quien compartía una notable similitud.

—¿También te llamas Natsu? —cuestionó Lucy esbozando una intrépida sonrisa.

—Ah, guardiana de la joya —suspiró con diversión, la miró de pies a cabeza y elevó una ceja—. Así es, me llamo Natsu, es un castigo de nuestro supremo que en cualquier mundo muchos compartamos el mismo nombre.

—Así es, un gran castigo —concordó el Ladrón de la Luna.

Nat elevó la comisura de sus labios mirando directamente al Ladrón de la Luna junto a Eriol y Allen.

—Ustedes al ser bendecidos por las luces del supremo no corren esa mala dicha, fueron creados para obedecer, les recomiendo que no digan una palabra de más si su ama no les otorga ese privilegio. En especial tú, hijo de Kyoshi y Umi.

Lucy volteó con su corazón latiendo desenfrenadamente por oír aquella información inesperada, estaba al corriente que no podía distraerse cuando tenía al enemigo frente a ellos, no obstante, quería ver la expresión turbada del Ladrón de la Luna.

—Al parecer tienen cosas que decir —intercedió Natsu achicando sus ojos, dio un paso al frente apretando sus puños mientras verificaba que todos estuviera listos para atacar—. En cuanto a ti, no me parece bien que haya dos de nosotros en un mismo lugar. Tendré que convertirte en cenizas —dictaminó chocando sus puños entre sí para dejar ver las primeras llamas.

—Estoy ansioso por convertirte en cenizas también.

Las palabras finales iniciaron un estruendoso golpe, Natsu apretó su mandíbula cuando una llamarada de fuego se dirigió a ellos con intenciones de asesinarlo sin piedad alguna. Sus pies firmes sobre la tierra se vieron arrastrados y escuchó el alarido en unísono de sus demás nakamas dispuestos a atacar.

Manten tu vista en la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora