Capítulo 32

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Ya han pasado tres semanas desde que casi nos da un infarto a casi todos en la mansión, y digo casi todos, porque no sé si a esa tal Darleen le habrá gustado la llegada de la señora R. Y hablando de Darleen, no la pude conocer, con el apuro de subir, bañarme y cambiarme, ella desapareció de la casa.
Las doncellas estaban tan nerviosas que casi todo lo hacían al revés, no quise presionar más en ese tema como para saber quién era ella o qué pintaba en todo esto, pero cuando bajé con los nervios de punta por conocer a la señora R, sólo estaba Stephen, no sé si aliviado o aún más preocupado, pero me comentó que la señora R, tuvo un asunto muy importante que atender y no iba a poder llegar ese día. Un mensajero fue quien había tocado la puerta y Stephen preguntó cuando llegaría la señora , pero el mensajero no supo contestar.
Aproveché el hecho de que mis doncellas saben cocinar y les pedí un favor: ayudarme a preparar un pastel. Lo sé, lo sé, sería mucho más fácil comprar uno ya hecho pero no quería que Evan coma cualquier cosa de la calle. Además me parece mucho más lindo que lo haga yo misma, con mis esfuerzos. Por estas tres semanas vine practicando hacer el pastel con mis doncellas, lo hacemos de madrugada, así nadie lo sabrá, más que nosotras tres. Mañana es el día, el cumpleaños de Evan y lo quiero sorprender.
Todos los días trato de que él me hable o por lo menos note mi presencia, pero lo único que hace es ignorarme de forma épica, eso duele bastante la verdad.
Estoy tan nerviosa, necesito que todo salga perfecto.
-Ama!.-Jane se acerca con unas manoplas a cerrar el horno caliente, mientras Jaida habla. - Venga aquí rápido!
Me coloca la mano debajo del chorro de agua, mientras yo siseo de dolor.
Estaba tan absorta en mis pensamientos, que cuando sonó la alarma del horno que avisaba que ya estaba listo el pastel, fui y lo saqué sin protección y me he dado una quemazón increíble.
-Ostias tía. - me quejo mientras el agua fría me calma un poco el dolor. - Esto duele.
-Que rollo. - comenta Jane mientras trae el botiquín de primeros auxilios. - Se te ha ido la olla?
Jaida mira amenazante a su hermana menor.
-¿Pero qué te has atrevido a decir?. - la reprende. - Te olvidas con quien estas...
Suelto una risilla. - Sí creo que sí Jane, estoy demasiado nerviosa, no sé si Evan querrá..
-Tonterías. - dice Jaida mientras termina de ponerme el ungüento. - Él verá su esfuerzo y lo apreciará, el amo Evan no es mala persona.
Suspiro y miro la torta apachurrada y ahora quemada. - Por tres semanas he estado practicando para hacer un maldito pastel y no puedo.
Todos los pasteles que he hecho salieron defectuosos, quemados, agrios o alguna otra cosa más.
-Ya verá ama que mañana saldrá perfecto. - dice Jaida y Jane asiente con una sonrisa de oreja a oreja.

(...)

Voy bajando las escaleras lentamente pensando, hasta que se me ocurre una grandiosa idea. Termino de bajarlas prácticamente corriendo y veo a Evan sentado en el sofá del salón leyendo un libro.
-Evan. - lo llamo, él tiene el ceño fruncido en concentración y ni siquiera levanta la mirada. - Sabes? El otro día estaba paseando por el shopping y vi una tienda de dulces, mañana podemos ir y elegir los dulces que quieras para festejar tu cumple...
Levanta la mirada y aunque ya no tiene el entrecejo fruncido, me mira fría y duramente. - Deja de incordiar.
Abro la boca incrédula. - ¿Disculpa? ¿Te estoy incordiando?
-Desde el primer momento en que te vi cruzar esa puerta.
¿Sabes el momento exacto en donde sientes tu corazón romperse, en donde casi retrocedes por el dolor? Vale, esa sensación no se la deseo ni a mi peor enemigo.
Cierra con fuerza el libro y se levanta pasando a mi lado.
Como lo suponía, él jamás va a aceptar algo que venga de mí, si no me ignora me está tratando muy mal.
Una lágrima baja sin que yo pueda detenerla y la limpio rápidamente.
-Espera Evan!. - doy media vuelta para detenerlo. - Tú me diste esta cadena sabes?. - Tomo mi cadena de plata con el corazón naranja y la levanto. - Me has llevado junto a mis padres y nos prometiste llevarnos a Abbeville y..
-¡Deja de decir tonterías!. - alza la voz y me enfrenta. Esos ojos verde monte que tanto amo muestran molestia y siguen opacos.
-¡No son tonterías!. - yo también alzo la voz. - ¡Tú me obligaste a vivir en esta mansión, me cambiaste de colegio, me obligaste a cambiar mi vida por completo! Además, ya nos dimos muchos besos, hemos dormido juntos..
Ésta vez parece sorprendido por un segundo pero luego su rostro se vuelve impasible. Mira al techo y suspira.
-Mira niña insolente. - su voz es suave pero no cálida, sus ojos chispean con fastidio. - Sé que eres mi "prometida". - lo dice como si fuera algo estúpido y no me gusta. - voy a casarme contigo y vivirás aquí con todos los lujos, por que así lo decidió mi respetable abuelo.
¿Sólo porque lo "decidió" su abuelo? ¿No nos vamos a casar porque me quiere?
-Así que no te me acerques. Deja de inventar cosas estúpidas. Serás mi esposa y disfrutarás de mi fortuna. Con eso debes estar satisfecha ¿no es así? Si al fin y al cabo lo único que buscáis todas al acercarse a mí, es mi fortuna...
No sé como pero sí sé por qué, un manto de ofensa se cernió por todo mi ser y me cegó completamente, sólo cuando mi mano picó, me di cuenta de lo que hice.
La cachetada que le di hizo que su cara se girase hacia un lado y él me mirara por completo flipando.
Las lágrimas bajaron como un torrente interminable. Y no dejé que la pena o la vergüenza me aceche por lo que acabé de hacer.
-¡No sé cómo te crees tanto!. - aproveché la cercanía y lo empujé con las pocas fuerzas que me quedaban. - ¿¡Hiciste que me enamorara de ti y ahora me vienes con esto!? ¡Me estás vacilando!
Él mira sorprendido como empiezo a sollozar sin parar, sin poder aguantar más cubro mi rostro con mis manos y paso corriendo haciéndolo a un lado con mi hombro con destino a mi cuarto.
Al llegar, lo primero que hago es deslizarme por la puerta y empezar a llorar más fuerte. ¿Porqué todo me tiene que salir mal?
Es cierto que Evan me llegó a amar, pero para el Evan actual sólo soy una molestia, un estorbo.
¿Toda mi vida será así? ¿Despreciada por quién amo?
Cuanto más lo pienso, más la culpa empieza a calar hasta mis huesos.
Él no pidió perder la memoria, él no eligió perderla. Se sacrificó por mí, arriesgó su vida para salvarme. Si yo no hubiera sido tan estúpida como para ponerme frente a un automóvil, Evan todavía estaría con la memoria intacta y sin haber sufrido lesiones. Todos los recuerdos de las cosas que hizo, lo que se sacrificó y el protocolo que rompió sólo para ganarse mi corazón viene a mi mente.
No sé de dónde pero unas fuerzas renovadas me recorren el cuerpo. Con decisión me levanto del piso y me seco las estúpidas lágrimas.
Bien atractivo y egocéntrico Evan, es mejor que te prepares porque como tú luchaste sin descanso por mi y te ganaste mi corazón, yo también lo haré.
Es hora de que sea mi turno, y de demostrarte que lo que yo quiero lo consigo, y lo que quiero eres .

El ContratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora