Capítulo 50

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Ufff, estoy muy nerviosa. Mis padres por poco no me creyeron que iba a ver a Evan, ya que según ellos yo ayer estuve en un bar y ya me estoy "corrompiendo", pero no les pude decir nada más. No es porque Evan me lo prohibió ni nada, sólo es que ¿Cómo le explicas a tus padres el giro que da tu vida cada dos segundos?

Tengo un sencillo vestido azul Francia con un hombro descubierto. Agradezco que todavía haya sol y que un suave viento me haga sentir por lo menos un poco tranquila.

Estoy frente al hotel Rosé Mitchell y hay tanta gente amontonada que se me revuelve el estómago. Odio ser el centro de atención.

Con valentía doy dos pasos con rumbo a la gran puerta tintada de cristal, cuando escuchó una voz cercana

-¡Señorita! Disculpe la molestia

Giro mi cabeza y encuentro a un muchacho un poco mayor que yo, quizá de unos 6 o 7 años, tez pálida y ojeras pero que lleva una gran cámara colgada del cuello. Uff es un reportero.

El reportero se detiene frente a mí con una libreta en las manos. ¿Porqué está aquí y no dentro donde se va a hacer la conferencia? Tan solo faltan quince minutos y mi pulso va a mil.

Lo miro fijamente y él leyéndome la mente dice:—Soy nuevo en este trabajo y me cuesta adaptarme, así que le pedí a mi jefe quedar aquí afuera a realizar encuestas. Algo mucho más fácil.—se encoge de hombros.

—Hola.—Saludo cordial con una sonrisa amigable. Yo todavía no sé lo que significa trabajar asi que trato de hacerle su trabajo más fácil.—Me llamo Abbey y ¿qué puedo hacer por ti?

No me pasa desapercibido esa mirada ¿Qué tienen sus ojos…?  Desvía la mirada y abro la boca incrédula. Tiene el cabello largo atado atrás en un moño. Éste reportero tiene una pinta verdaderamente extraña...

—Como te dije, estoy haciendo una encuesta con relación al anuncio de matrimonio del heredero al trono.—bromea y anota algo en su libreta que no logro leer.—¿Qué piensas sobre Evan Jones?

La boca se me seca al instante. ¿Que qué pienso? Ummm empiezo a rumiar la respuesta. Abro la boca para contestar cuando él levanta la mirada y la coloca por detrás de mí hombro y sonríe bajando levemente la cabeza.

—¿Qué…?.—la pregunta no logra salir completamente de mi boca.

En cuanto quise girar la cabeza para ver qué ha llamado su atención,un aroma desagradable y extremadamente fuerte apareció en mi nariz.

El pañuelo negro con encaje de terciopelo (extraño, pensé en medio de todo ésto) no me dejaba respirar más que ese aroma asfixiante.

Me retorcía chillando y tratando de que esas manos sacaran el pañuelo de mi cara y que esos brazos dejaran de estrecharme con tanta fuerza porque ya me hacía daño. Pero todo mi esfuerzo fue en vano. El aroma cada vez se hacía más fuerte, más embriagador, como un sedante, ya no sentía los brazos ni las piernas.

Una furgoneta negra (o era un bus?) llegó y paró frente a mí, no pude distinguir nada en el estado de letargo que me encontraba. El que me tenía en brazos me subió rápidamente a la camioneta cuando la puerta se corrió a un lado.

No fue para nada amable, pero por más que intentaba gritar o tan solo hablar, mi boca se negaba a obedecerme. Mis brazos y piernas no los sentía. Era una completa extraña en mi propio cuerpo.

Las voces se escuchaban muy amortiguadas, hasta mí audición se negaba a funcionar correctamente. Eran varias personas, traté de enfocarme en la camioneta y en como era o en alguna pista que me pueda servir luego, pero mis ojos ya casi no funcionaban.

El ContratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora