Capítulo 59

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Volví a la mansión, bajo el apoyo de Evan. No es igual ya que parece ser que este distanciamiento de semanas nos volvió más unidas. Exactamente, hablo de Jaida y Jane.

Jaida está igual, bueno, no exactamente, demuestra más sentimientos, cuando llegué prácticamente saltó a recibirme y empezó a lagrimear. Jane por ejemplo lloró sin detenerse por varios minutos.

Esa misma noche me pusieron al tanto de todo lo que había sucedido en la mansión. Por ejemplo que la señora R mandó quitar todas las flores que yo había puesto en lugares estratégicos del lugar y que también que se pasaba el tiempo mirando la lista de empleados, acosándolos hasta que pueda acusarlos de algún error y despedirlos. (Jesús, ¿es que esa señora no tiene una vida?). Varias veces quiso pasarse de lista con ellas pero Jaida y Jane fueron más astutas, ya no las puede castigar como antes ya que no son más niñas ingenuas, y pueden denunciarla (estamos en el siglo XXI, por Dios, claro que sí). Hasta que al fin la llamaron de su trabajo y tuvo que dejar la mansión indefinidamente. (eso explica que se pueda respirar aire puro y no viciado)

—Por el amor a todo lo sagrado—Evan está esperando fuera de mi habitación y el muy quejica no quiere esperar más—. ¿Qué haces que te lleva tanto tiempo?

—¡Ya voy!—Grito para que me pueda oír a través de la puerta—. Estoy buscando mis aretes y una hebilla.

Desde que tengo el cabello corto, desarrollé la inútil manía de utilizar aretes o una hebilla por el cabello, temo pasar vergüenza si las personas me confunden con un chico, peor aún cuando llevo deportivas, pantalones largos y una remera del instituto (sep, hoy tenemos educación física)

Busco los aretes por todos lados. Jaida y Jane están removiendo todos los cajones también ayudándome a buscar.

—Abb no recuerdo haber visto ningún arete en forma de fresa—Jane duda—. Oh sí, ya sé—busca en un cajón muy por debajo que ni sabía que existía y saca la pequeña caja. Suspiro de alivio—. Aquí está.

Un logro muy grande que pude conseguir con ellas fue que dejarán de llamarme "ama" o "señorita" ahora estamos más unidas y me incomoda ese tipo de mención cuando me hablan.

Le doy las gracias y me ayuda a colocarlos. Jaida sigue buscando el broche para cabello, y éste es en forma de manzana.

Jaida se para recta y mira a Jane. —¿Recuerdas que te dije que parecía un juguete hace días atrás, cuando limpiaba el piso y lo coloqué en el estante?

Levanto ambas cejas sin entender a qué estante se refiere exactamente. La mansión está minada de estantes. Jane asiente lentamente y todavía mirándola directamente.

—¡Abbey!—Evan empieza a gritar de nuevo—.¡No nos dejarán pasar si llegamos tarde!

—Era rojo y brillante —Contesta Jane distraída. Me apuro y le pregunto dónde lo vio, ella responde sin titubear—. Ala Sur.

Sonrío y voy camino a la puerta. Jaida me cierra el paso instantáneamente.

Arrugo el entrecejo y Jaida carraspea.—Abb iré a traerlo yo, no te preocupes.

Niego con la cabeza, la hago a un lado suave pero firme. —Necesito irme ya, lo recogeré yo al vuelo y ya nos vamos al instituto.

Sin que pueda replicar ya estoy fuera de mi habitación, «mi habitación» suena raro decirlo de esa manera de nuevo. Como acomodándome aquí otra vez.

Evan suspira audiblemente al verme fuera. —Por fin ¿nos vam...?

Lo dejo con la palabra en la boca y empiezo a correr dirección al ala Sur. Evan me sigue dando pequeñas quejas.

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