Los monjes

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- Hace cientos, quizá miles de años, en Lokran, los guerreros de oriente optaron por seguir el camino de la disciplina. Pasaron los años y en vez de basar su estilo de combate en la fuerza pura, se basaban en su increíble agilidad y paz mental.

- ¿O sea que sois guerreros?
Preguntó Midari.

- Algo así, pero dentro de los monjes hay una increíble cantidad de variedades. Se podría decir que cada monje es único. En Boyama, la ciudad de donde venimos, puedes encontrarte monjes de todo tipo. Algunos solo usan sus piernas, otros solo sus manos, hay quienes pelean borrachos y hay quienes no pueden pelear si no comen mientras tanto.

- Vaya tierra más extraña.
Dijo Suura.

- Es diferente a esto, nada más. Yo desde que era pequeño odiaba toda forma de pelea, así que aprendí a evitarlas.
Kryp clavó su bastón en el suelo mientras decía esto.

- A los ursoc no nos gusta nada pelear. Hay cosas mejores que hacer, de hecho, todo es mejor que la violencia. Cuando apenas tenía tres años, un grupo de hombres lagarto atacó mi aldea. Apenas hubo supervivientes. Vi la sangre de mis familiares y amigos derramada y me prometí que la venganza no me cegaría jamás.

Todos escuchaban con atención al monje, que miraba al horizonte, buscando entre sus recuerdos.

- Entrené solo durante años, hasta que alcancé un estado casi perfecto de iluminación. Viajé hasta los confines más recónditos de Lokran y me gané a pulso este bastón sagrado.
Kryp alzó el bastón en su mano y lo colocó de forma horizontal.

- El maestro Kryp es alguien increíble.
Dijo Dwalla.

- No es para tanto. Para conseguir mi bastón tuve que pelear durante un año entero contra su antiguo portador. Él jamás logró dañarme, y yo tampoco a él. En cuanto me dio el bastón, ascendió a los cielos, satisfecho al haber encontrado a su nuevo portador.

- ¿Un año entero? ¿No te aburriste?
Dijo Talok.

- No. La concentración que requería aquel combate era tal que el transcurso del tiempo era apenas perceptible. No podía cometer errores.

Kryp se sentó al lado de Dwalla.

- Yo aprendí a pelear desde muy pequeña, ya que tenía un poderoso don.
Intervino Dwalla.

- ¿Un don?
Preguntó el troll, mientras se acomodaba y miraba al cielo.

- Puedo controlar la tierra.
Dijo Dwalla.

- Además, no hay ninguna otra como ella, fue elegida por su elemento, no lo buscó.
Siguió Kryp.

- ¿Puedes hacernos una demostración?
Dijo Midari.

- Sí, estoy deseando verlo.
Dijo Tarso.

- Está bien.

Dwalla se acercó a una gran roca, la partió por la mitad de una patada e hizo flotar las virutas de piedra a su alrededor. La tierra bajo sus pies descalzos empezó a a alejarse de ella y todo el polvo levantado creó anillos a su alrededor. Dwalla lanzó al aire las dos mitades de la piedra y antes de que impactaran contra el suelo las hizo levitar y entonces, ambos trozos se partieron hasta crear dos montones de arena.

- Ese poder es increíble.
Dijo Will, señalando a Dwalla con una espina de pescado.

- Sin duda una chica que rompió el molde.
Dijo Rábil.

- Y eso no es todo, pues un segundo elemento bendijo a mi alumna.
Dijo Kryp, sonriendo.

- El control de la luz.
Dijo Dwalla.

La chica hizo que las rocas que la rodeaban flotando cayeran de nuevo al suelo, empezó a hacer posiciones de lucha de forma rápida y muy seguidas hasta que finalmente, un clon de luz apareció a su lado, imitando sus movimientos.

- No hay cosas así en Vilendar.
Dijo Midari.

- Trucos de magia, eh.
Dijo el troll.

- Es más que un reflejo.
Dijo Dwalla.

La chica y el clon se cogieron de las manos, Dwalla se impulsó en la tierra y se quedó boca abajo encima del clon. Su clon y ella empezaron a moverse, poniendo cada vez una sus pies en el suelo hasta que llegaron a una parte despejada del terreno. Ambas, moviendo sus brazos, alzaron una roca gigantesca apartando una enorme cantidad de tierra. Las dos golpearon con fuerza la roca hasta partirla en un montón de pedazos de tamaño considerable, entonces, el clon empezó a lanzar de múltiples formas los pedazos a Dwalla, y esta los partía en el aire con puñetazos, cabezazos y patadas.

- Con ese poder, ella es sin duda alguien importante. Se podría decir que nació para cambiar el mundo. Es un auténtico honor ser su guía.
Dijo Kryp, muy contento.

Cuando Dwalla acabó con todas las rocas, el clon y ella se juntaron de nuevo.

- ¿Y cómo os conocisteis?
Preguntó Suura.

- Tras conseguir mi bastón viajé de nuevo a mi tierra natal, en oriente. Me asenté en Boyama, la ciudad más próspera y creciente de toda la zona y ahí conocí a Dwalla.

- Yo había ido a comprar fruta a Boyama y por casualidad conocí a Kryp. En mi tribu, todas las personas son capaces de controlar la tierra en algún momento de su vida. Pero yo sabía hacerlo cuando nací.

- Muy interesante, me habéis dado ganas de visitar Boyama.
Dijo Tarso.

- No te arrepentirías.
Dijo Kryp.

- Ahora deberíamos dormir.
Dijo Suura.

- Buenas noches.
Talok cerró los ojos, sin cambiar de posición y empezó a dormir.

- Tiene que enseñarme a hacer eso.
Dijo Midari, sorprendida por lo rápido que se había dormido el troll.

- Alguien debería hacer guardia. Todavía no estamos en las tierras de los demonios, pero no podemos bajar la guardia por eso.
Dijo Suura.

- Estoy de acuerdo.
Dijo Tarso, levantándose.

- Siéntate, humano, esta noche os cubro yo.
Dijo Will.

- ¿Estás seguro de que puedes?

- He estado días enteros sin parpadear en lo más hondo del lago Drazil. Ahí bajas la guardia medio segundo y la cantidad de formas en las que puedes morir es tan grande que no existe un número capaz de expresarla.
Dijo Will mientras cerraba el puño con fuerza sobre su arpón.

- Ya nos contarás eso, antiguo.
Dijo Rábil, echándose a dormir.

- Me gustaría veros pelear antes.
Dijo el antiguo, alejándose del grupo y empezando a patrullar.

- No hay mucho más que hacer. Recemos y durmamos.
Le indicó Kryp a Dwalla.

Los dos monjes empezaron a rezar, inclinados hacia luna.

El resto, sin cuestionar lo que hacían los monjes, se relajaron y trataron de dormir.

- Cazadores de demonios...
Dijo Midari, sonriendo.

- No hay cazadores entre nosotros.
Dijo Rábil.

- Los cazaremos igual, no quedará ni uno. Nos conocerán en todas partes, Rábil.

- Me gusta tu optimismo, pequeña.

- Yo tengo mucho que hacer aún en el mundo. Tengo ya 60 años, pero eso para un hada apenas es su juventud.
Dijo Suura.

- Acabaremos con ellos.
Dijo Kryp, que había acabado de rezar.

- Con todos. No dejaremos ni polvo.
Dijo Dwalla, asintiendo.

Los monjes se tumbaron y trataron de dormir también.

- Hasta mañana...
Logró decir Midari antes de desvanecerse en un profundo sueño.

Cazadores de demoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora