Final de trayecto

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Tras recuperarse un poco de la pérdida más reciente, los tres compañeros restantes, Rábil, Dwalla y Midari se detuvieron unos metros antes de llegar a los acantilados.

- No parece que haya nadie.
Dijo Midari tras observar cuidadosamente los alrededores.

- Deben estar esperando ocultos, deberíamos estar alerta.
Dijo Rábil.

- Yo puedo advertir su presencia. No os preocupéis.
Dwalla se sentó y cerró los ojos.

- Por ahora no hay nadie cerca.
Los tranquilizó Dwalla.

Rábil y Midari, algo más aliviados al saber que no tendrían que pelear aún, se perdieron en las olas del mar. Bastaba una mirada para que aquellas cristalinas aguas marinas te hipnotizaran, y más cuando se había estado luchando durante meses.

- Puedes contarnos ya tu historia.
Dijo Dwalla, dirigiendo su mirada a Rábil.

- ¿Mi historia?
Se sorprendió el hombre lagarto.

- Llevas una carga enorme sobre tus hombros. Relájate Rábil.
Insistió Dwalla.

- ¿Cómo lo...?

- Ya sabes que soy ciega pero no tonta.

Midari no entendía demasiado de qué iba el asunto, pero sí tenía claro que sabían muy poco de Rábil.

- Está bien, os lo contaré todo...

Midari se sentó junto a Dwalla y escuchó atentamente la historia del hombre lagarto.

- Hace siglos que los hombres lagarto hemos subsistido como ladrones, asesinos, cazarrecompensas y otros oficios que no dan muy buena reputación... Desde pequeño yo quería cambiar las cosas.
Escuché las historias de cómo nuestros antepasados masacraban a otras razas sin dificultad debido a nuestra fortaleza física y agilidad sin igual y pensé que tenía que obrar de forma diferente. Mi raza ha sido siempre muy sádica a la hora de combatir y no entendía conceptos como la piedad o el honor.

Dwalla interrumpió a Rábil.
- No fue hasta que evolucionasteis un poco más que comprendisteis las cosas. No es algo que debas lamentar, Rábil, simplemente no evolucionamos todos a la vez. De todas formas, muchas razas han pasado por cosas similares. Por lo que sé, los goblins raptaban a mujeres de cualquier raza para poder continuar con la especie, pero dejaron de hacerlo en cuanto su inteligencia aumentó un poco.

- Incluso si es como dices quería ayudar, la idea echó raíces en mi mente y se convirtió en mi propio credo, en mi destino. Quería dedicar mi vida a reparar el daño causado.
Dijo Rábil con una convicción increíble.

- ¿Y qué hiciste?
Preguntó Midari.

- Hice algo de lo que estoy arrepentido, pero día tras día me repito a mí mismo que todos los males que he hecho son por la causa más noble e importante de todas.
Las palabras del hombre lagarto no parecían salir de su boca sino de lo más profundo de su corazón.

- ¿Y esa causa es?
Preguntó Midari está vez.

- Tenía que cambiar el mercado negro. Fue fundado por hombres lagarto, la última mancha que queda como prueba de que antaño no fuimos más que bestias que caminaban a dos patas.

- ¿El mercado negro? He oído hablar de él.
Dijo Midari.

- Yo por supuesto también sé de qué se trata. Está al sureste de Boyama. Se comercializan esclavos, órganos, cadáveres, drogas, sustancias de todo tipo... Es un lugar donde encontrarías todo lo que no van a venderte en una tienda respetable.
Dijo Dwalla, algo molesta al oír que su compañero estaba relacionado con aquello tan turbio.

Cazadores de demoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora