Senda final

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El grupo entero miraba a Talok, convertido en piedra. Imponente.
Ya era por la mañana, el grupo había decidido dormir para recuperarse.

- ¿Por qué se ha convertido en piedra?
Preguntó Midari.

- Por orgullo. Él no quería caer. Su regeneración ya era imposible así que Talok decidió endurecerse.
Respondió Dwalla, aproximándose a una de las piernas de Talok.

- ¿Qué haremos ahora?
Dijo Rábil, todavía trastocado.

- Avanzaremos como hasta ahora hemos hecho.
Respondió Kryp, sin dudar.

- Nada nos ha detenido hasta ahora Rábil, tenemos que seguir, por nuestros amigos. Por nosotros mismos también.
Dijo Midari.

- Esto es algo por lo que nadie debería pasar. Pero vinimos aquí por elección propia, sabíamos que podríamos morir el primer día.
Dijo Dwalla.

- Pero teníais que ser geniales.
Dijo Rábil.

Todos se acercaron a Rábil, sonriendo y con lágrimas en los ojos.

- Si no fuerais tan buena gente todo esto sería más fácil...
Rábil lloraba, arrodillado.

Dwalla, Kryp y Midari lo abrazaron.

- Con todo lo que ha sucedido ya, creo que todos sentimos lo mismo.
Dijo Dwalla.

- Somos buenos amigos.
Dijo Kryp.

- Todos.
Dijo Midari.

- Quisiera volver a verlos...
Dijo Rábil, levantándose junto con sus compañeros.

- Gánate el cielo y nos veremos de nuevo.
Dijo Dwalla.

- Por eso estoy aquí.
Dijo Rábil, empezando a andar hacia delante, dejando a Talok atrás.

- Pues en marcha.
Dijo Kryp, poniéndose el bastón en el hombro.

- Acabemos con esto.
Sentenció Midari, recogiendo su arco.

- Falta muy poco, puedo sentirlo.
Dijo Dwalla.

El grupo no anduvo ni siquiera media hora. Ya se podían ver los acantilados que limitaban con el Mar Kurtass.

- ¿Podéis verlo?
Preguntó Dwalla.

- ¡Sí!
Gritó Rábil.

- ¡Es el mar!
Dijo Midari.

- La sensación es increíble.
Dijo Dwalla, tocando el suelo no solo con sus pies, sino también con sus manos para poder apreciar totalmente las ondas del agua, los ecos del romper de las olas en las grutas y la luz que bañaba la tierra.

- El mar, y justo al otro lado debe estar el continente Gayama. En él, la capital del este, nuestra casa, Boyama...
Kryp se había detenido a contemplar el horizonte, reviviendo sus recuerdos de Boyama.

- ¡Maestro!
Dijo Dwalla girándose hacia Kryp.

- Dwalla, mi niña...

- ¡Kryp!
Midari también se acercó a Kryp.

- ¿¡Kryp...!?
Rábil fue tan rápido que incluso adelantó a Midari pese a haber ido más lejos en dirección al mar.

- Está muy débil, sus latidos...
Las lágrimas empezaron a caer por las mejillas de Dwalla, deslizándose hasta la barbilla, formando una gota y cayendo finalmente a tierra.

- ... nuestro hogar.
Dijo Kryp con la voz muy apagada.

Todos callaron.

- El destino es caprichoso. Me alegro de haber podido ayudaros ayer.
Dijo Kryp, acariciándole la mano a Dwalla, afectuosamente.

- No digas eso Kryp...
Dijo Midari.

Rábil enmudeció, las extremidades le pesaban y su mente se puso en blanco.

- Yo ya he vivido mucho. Ver el mar que limita con mi casa me ha hecho muy feliz.
Dijo Kryp, sonriendo y dejándose acariciar por la brisa marina.

- No puedes irte maestro...
Dijo Dwalla llorando en el pecho de Kryp.

- Necesitabas un guía. Necesitabas un maestro mi pequeña. Pero mírate ahora, quién diría que superarías a tu maestro.

- No te he superado... Nunca podría superar la iluminación. No puedo usar tu bastón.

- ¿La iluminación? La iluminación es poder conseguido con esfuerzo, Dwalla. La persona que más se ha esforzado y he tenido el placer de ver crecer has sido tú. Tierra y luz, dos elementos tan dispares y has sido capaz de dominarlos y sobresalir por encima de todos tus rivales.

- Kryp... Te quiero como a un padre. Me lo has dado todo, no puedes irte, tú también no.

En este punto, nadie estaba a salvo de llorar hasta que le dolieran los ojos.

- Protégelos, usa tu sabiduría y tu templanza. Así como los antiguos, los monjes debemos también salvaguardar el equilibrio. Jamás lo olvides, hija.

- No te vayas...
Dwalla apretó con mucha más fuerza a Kryp.

Kryp tranquilizó a Dwalla, le acarició el pelo y le dio el bastón.

- Tu don es más valioso que mi bastón, jamás lamentes no haber podido convertirte en su próxima portadora. No obstante, el bastón debe regresar a Boyama. Encontrará un sucesor, sea quien sea y servirá al equilibrio.

- Descuida, maestro. Cumpliremos tu voluntad.
Le dijo Dwalla, tomando el bastón.

Rábil y Midari asintieron.

- Qué bien, ya puedo descansar por fin... Venceréis. Estoy seguro de ello.
Kryp cerró los ojos. Su cuerpo se alzó unos metros sobre el suelo y se desintegró poco a poco en forma de partículas de luz.

- Descansa.
Dijo Midari.

- Hasta siempre, nadie logró tocarte, viejo.
Rábil sonrió a la vez que las lágrimas inundaban sus ojos.

- Saluda ahora a tu maestro, del que tanto me hablaste y si tienes ocasión, paséate por Boyama. Sé que esos son tus deseos, maestro.
Dijo Dwalla, apretando el bastón de Kryp en su pecho.

Los recuerdos de Kryp encontrando a Dwalla por primera vez en Boyama, invadieron la mente de la chica.

- ¿Tierra y luz, dices?
Decía la voz de Kryp.

- ¡Eso es incluso mejor que mi historia!
Continuó la voz en su cabeza.

- Sí...
Dijo Dwalla, con lágrimas en los ojos, tanto en su mente como en la realidad.

- ¿Tienes familia?
Preguntó Kryp.

- No...
Respondió Dwalla, de nuevo en la realidad.

- Entonces, podrías venir conmigo. Te enseñaré los valores de un monje y a fortalecerte más que las rocas y a brillar más que la luz.

Las imágenes en la mente de Dwalla se esfumaron y se quedó ensimismada, con sus pensamientos brotando de su mente como una cascada de agua infinita...

Por supuesto no me hizo falta ni mencionar que era ciega. Él ya veía el mundo por mí. Él vio el destino más hermoso que podría haber imaginado. Gracias por compartir tu visión conmigo, gracias por guiarme en mi vida, gracias por todo... Te quiero papá.

Cazadores de demoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora