Calma perpetua

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Aquel ser aparecido de la nada era un demonio.

- Ha aparecido del cielo, de un portal...
Dijo el demonio, sorprendido.

Esto generó más dudas todavía en el grupo. Era un demonio, pero el resto de demonios se sorprendían al verlo.

Los rasgos de aquel ser eran casi únicos. La cola solo tenía piel y huesos y apenas algunas hebras de músculo. Su cuerpo era delgado, tenía poca carne pero no era un no-muerto. Sus dos pares de cuernos se disponían en forma de corona en su cabeza.

Midari cargó una flecha y se la lanzó a aquel ser. La flecha se partió contra su cuerpo, como si un mosquito hubiera tratado de picar a un oso.

El demonio recién llegado miró a su alrededor. En cuanto comprendió la situación asintió.

- ¿Quién eres?
Dijo el demonio jefe.

- No creo que eso importe.
Contestó el ser que acababa de llegar.

Un instante más tarde, dos demonios cercanos estaban decapitados y sus cabezas volaban por los aires.

- Es... no puede ser, ¿qué clase de ser eres tú?
Dijo el demonio llevándose las manos a la cabeza.

- Es un demonio hembra.
Dijo un demonio de entre las filas, reculando un poco.

- Es imposible, no es una súcubo.
Dijo otro.

- Entiendo que estéis confundidos. Siento que tengáis que pasar por esto.
La demonio empezó a avanzar hacia el demonio jefe. Por donde pasaba todos los demonios sufrían muertes horribles; pedazos de carne por doquier, cabezas y extremidades salían volando como si hubieran sido disparadas desde los propios cuerpos y algunos cuerpos sencillamente estaban agujereados en los lugares exactos donde había órganos vitales.

La única pista de la forma en la que los mataba eran unas gotas de sangre en la punta de su afilada y huesuda cola.

- Maldito monstruo. Este no es tu mundo.
Dijo el demonio, reculando, con los ojos casi fuera de las órbitas.

- Tampoco parece que sea el vuestro y sin embargo, aquí estamos.
La demonio avanzaba sin detenerse. Los demonios más cercanos a ella respetaban la distancia para no ser asesinados en un instante.

- No es justo. Ni siquiera puedo ver tu punto débil.

- Es irónico que ese sea tu poder.
Los dos demonios estaban el uno frente al otro.

La cola de la recién llegada se movía como si tuviera voluntad propia, orientándose hacia todas las direcciones como si de una serpiente se tratara.

- Para detectar un punto débil necesitas experiencia y ventaja psicológica. Pero para explotarlos basta con un poco de fuerza bruta.

Todos los demonios de alrededor del jefe empezaron a partirse en trozos de forma espontánea.

Ya solo quedaban ellos dos.

- No posees puntos débiles... O al menos no algunos que yo pueda leer en ti.
Dijo el demonio, sudando, asombrado y a la vez aterrado por el despliegue de poder de aquel misterioso ser.

Bastó con que la demonio pusiera una mano en su hombro para que el demonio se hiciera pis encima.

- La muerte no duele tanto como puedas imaginar. Al menos no si soy yo la que te guía hasta ella.

El demonio no dijo nada. Estaba tan paralizado por el terror que ni respiraba.

- Mira a través de mis ojos.

El demonio miró en sus ojos y por un momento se vio a sí mismo. Era un reflejo corriente pero pudo comprender el mensaje.

- Ya lo entiendo. Para alguien tan fuerte todo lo que tienen sus rivales son puntos débiles. ¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja!
El demonio reía totalmente fuera de sí.

Cazadores de demoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora